Paridad, alienígenas e infantilización
Hay sagas cinematográficas que han encontrado su punto álgido en la quinta entrega, y otras que a la tercera ya habían exprimido todo el jugo posible. Eso es lo que ocurrió con la de Hombres de negro, cuya tercera película, estrenada en el 2012, ya mostró síntomas de agotamiento.
Men in black: International cambia de personajes, aunque no de indumentaria, arsenal tecnológico y alienígenas de distinto pelaje que conviven bien o mal con los humanos en la Tierra. Ya no están Will Smith ni Tommy Lee Jones, sustituidos por Chris Hemsworth –quien protagoniza un lanzamiento de martillo como guiño a su personaje de Thor en Los Vengadores– y Liam Neeson. El equilibrio racial se mantiene con la inclusión de una joven de raza negra que se alista a los Hombres de negro.
Ya hay paridad, aunque la jefa de la organización, una Emma Thompson de pelo plateado, le pide que no le haga demasiadas preguntas sobre porqué siguen llamándose Hombres de Negro cuando quien manda es una mujer. Otro guiño, menor, a la transformación de M en mujer (Judi Dench) en James Bond.
Presentados los nuevos personajes y superfluos conflictos, la película deviene algo así como una infantilización de los anteriores filmes, que poseían un sentido del humor más cínico y corrosivo que el de esta cuarta entrega. Hemsworth sigue haciendo más el tonto que otra cosa, mientras que la nueva incorporación (Tessa Thompson) pone algo de cordura en las andanzas cómico-fantásticas.
Los personajes se desplazan como si fuera un filme del agente 007, de nuevo, y hay escaramuzas –insuficientes para mantener el interés del relato, también es verdad– en París (donde se nos dice que el mismísimo Gustave Eiffel fue uno de los primeros Hombres de Negro), Londres, Nápoles, el desierto africano y también las callejuelas laberínticas de Marrakech.