Sánchez corrigió su esperanzador giro en política de inmigración tras duplicarse la llegada de pateras
Ni se han retirado ni se ha acabado con las devoluciones en caliente
MADRID
Una de la preguntas más reiteradas a cualquier candidato en periodo electoral es cuál sería la primera decisión que tomaría si resultara elegido. Pedro Sánchez no podía saberlo cuando presentó la moción de censura, pero una de sus primeras decisiones importantes acabó sacudiendo a Europa, al acoger al Aquarius, un barco cargado de inmigrantes en situación límite rechazado en los puertos italianos. Un año después, no puede descartarse que se haya arrepentido. Creó unas expectativas de cambio de rum
El 17 de junio de 2018, la flotilla del Aquarius desembarcaba finalmente en el puerto de Valencia tras ocho días navegando por el Mediterráneo sin recibir permiso para atracar en ningún puerto. El entonces nuevo presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, daba finalmente la aprobación para recibir a los 630 migrantes y las tres tripulaciones. Después de una semana navegando sin rumbo, y pesar
bo en la política de inmigración que no ha podido o querido cumplir, aunque en algunas materias como la acogida a los recién llegados y a los solicitantes de asilo se haya mejorado.
El control de fronteras ha sido intensificado. En este terreno, el más visible, el pretendido giro respecto al Gobierno anterior acabó convertido en un simple gesto sin continuidad. Al contrario. El Ministerio de Fomento retuvo meses después sin salir de puerto a otros dos buques de oenegés (Open Arms y Aita Mare) para no verse obligado a acoger los inmigrantes que rescataran. Su titular, José Luis Ábalos, interpelado en el Parlamento, reconoció que la acogida del Aquarius solo había sido «una llamada de atención a Europa» para que se movilizara ante el drama humano que suponía la insolidaridad del Ejecutivo italiano. «España no puede hacerse cargo del salvamento de los náufragos de todo el Mediterráneo, ya lo hace en sus costas, sin ayuda de oenegés», argumentó entonces el ministro valenciano.
El gesto tuvo efectos limitados. Varios países se repartieron la acogida de nuevos barcos, pero solo durante unos meses. También se habló de un sistema de asilo común, reformando el Convenio de Dublín, Entrada del barco ‘Aquarius’ en el puerto de Valencia, el 17 de junio del 2018.
del sufrimiento de esos cientos de personas y de la preocupación de las familias de las tripulaciones, que incluían a personal marítimo, médico y humanitario, varios gobiernos europeos se habían opuesto tajantemente a permitir su llegada. Más de 630 personas navegando por nuestro Mediterráneo siendo rechazados como si fuesen portadores de algún mal bíblico. El gesto del gobierno de Sánchez y de varios ayuntamientos españoles fue recibido y de crear una plataforma de desembarco seguro. Pero nada se ha hecho, como recuerda Paloma Favieres, de la Comisión España de Ayuda al Refugiado (CEAR).
El año pasado casi se duplicó la llegada de pateras, con más de 57.000 personas que entraron en España. El PP, recién desalojado del Gobierno, aprovechó para vincular estas llegadas masivas, especialmente intensas en verano, a un supuesto efecto llamada provocado por el Aquarius. Fue el momento en que Sánchez pisó el freno, ante el temor de que su giro le supusiera un desgaste electoral, aunque el aumento fuera debido al cierre de las fronteras del Mediterráneo Central y
positivamente por la sociedad en general, sensibilizada entonces por las campañas a favor de la acogida de refugiados.
Un año después, la situación solo ha empeorado enormemente y nos encontramos tan sumidos en nuestros ombligos políticos que olvidamos mirar a nuestro lado. Siguen muriendo personas en el Mediterráneo. A diario. Siguen llegando solicitantes de asilo y siguen entrando menores no acompañados.