Kawase se ocupa de la maternidad
La nipona cierra la competición con la solvente `True Mothers'
Tras erigirse en figura prominente del cine de autor gracias a títulos como Shara (2003) y El bosque del luto (2007), en los últimos años Naomi Kawase ha dividido a la cinefilia por su tendencia al preciosismo visual -para entendernos, demasiados planos de rayos de sol que se filtran al atardecer entre las ramas de los árbolesy la insistencia en recurrir al melodrama sensiblero. Presentada ayer a concurso en el Festival de San Sebastián, True Mothers evita ambos excesos, y eso basta para confirmarla como una de las mejores películas de la nipona en mucho tiempo. En ella, Kawase explora uno de sus asuntos de cabecera, la maternidad -cuando la directora era niña, su padre abandonó el hogar, y su abuela se convirtió para ella en algo parecido a una madre putativa-, y lo hace a través de la historia de una pareja que adoptó a un bebé en el pasado y que se ve situada en una encrucijada cuando la madre biológica del pequeño reaparece en sus vidas reclamando sus derechos.
Es cierto que True Mothers se esmutuo fuerza por ser muchas cosas a la vez; y eso hace que transite de forma nada cómoda entre géneros tan diversos como el drama marital, el romance adolescente, la crónica social y el thriller criminal y que, mientras lo hace, prolongue su metraje al menos 20 minutos más de lo deseable. En cualquier caso, en esta ocasión Kawase no intenta ni ablandarnos ni hacernos llorar a toda costa, y eso da a la película el espacio necesario para reflexionar sobre las cuestiones de fondo que su peripecia argumental plantea -¿qué significa ser madre, biológica o adoptiva? ¿Qué cargas físicas, sociales y psicológicas acarrea serlo?y sobre los sistemas de apoyo que las mujeres crean para sobrevivir al trauma.
¿Qué opina de True Mothers el jurado presidido por el cineasta italiano Luca Guadagnino? Adivinarlo es tan difícil como predecir qué películas formarán parte del palmarés cuyo anuncio dará fin al certamen esta noche. El sentido común sugiere que la única competidora a considerar como ganadora de la Concha de Oro debería ser Beginning, apabullante ópera prima de la georgiana Kulumbegashvili, pero lo cierto es que se trata de una película perfectamente capaz de polarizar a los jueces. En caso de que eso suceda, quizá opten por otorgar el galardón a un título más convencionalmente efectivo, como Supernova, de Harry Macqueen, o Another Round, de Thomas Vinterberg. Sería una lástima.