Un episodio innecesario
El pasado viernes, la entrega de despachos a los nuevos jueces no contó con la habitual presencia del Rey en la presidencia del acto. Una ausencia que el Gobierno aún no ha considerado oportuno explicar y que desencadenó una sucesión de gestos y reproches absolutamente inoportuna en los críticos momentos que está viviendo el país, enfrentado a la pandemia y a las consecuencias económicas y políticas que acarrea. El lamento del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Supremo, Carlos Lesmes, seguido de la filtración del contenido de la llamada que recibió del Felipe VI, durísimos mensajes contra la actitud del monarca por parte de los miembros de Podemos en el Gobierno y el inmediato intento de apropiarse del papel de defensor del Rey por parte del PP acabaron haciendo necesario el mensaje contemporizador desde la Zarzuela que aclaraba que las palabras a Lesmes no iban más allá de una cortesía.
Para empezar, el mismo origen del incidente, la ausencia del Rey, habría sido evitable, si su motivo fuese evitar posibles problemas en el caso de coincidir con la publicación del fallo del Supremo sobre la inhabilitación del `president' Torra, buscando otra fecha por parte del CGJP o contando con la seguridad de que la noticia no iba a irrumpir en plena presencia de Felipe VI en Barcelona. Pero no parece que tales garantías fuesen posibles. Que el Rey confiara a Lesmes su pesar por su ausencia era un mensaje que podía ser interpretado como quiso matizar la Casa Real o como hicieron el vicepresidente Pablo Iglesias y el ministro Alberto Garzón, que sin esperar aclaraciones y con una premura que sí hubiese sido preferible utilizar a la hora de dar explicaciones sobre la
La estabilidad de las instituciones requiere mensajes de calma, no gestos poco hábiles, destemplados o maliciosos