El Periódico Extremadura

Política confusa, ciudadanía harta

La política española, tal y como está el panorama, lleva a los españoles al hartazgo

- MANUEL Campo Vidal *

La política española hoy es una desafortun­ada acumulació­n de pulsos entre unos poderes y otros, entre partidos y entre sus dirigentes, con la ciudadanía molesta por tanto desatino. La crisis sanitaria en Madrid, cada vez más inquietant­e, «es un pulso con muertos en la mesa», ha escrito Susana Quadrado en La Vanguardia. Después del episodio de la supuesta «paz de las banderas» entre Pedro Sánchez y la presidenta Isabel Ayuso, han estallado las hostilidad­es. El ministro Salvador Illa exige a Ayuso que «escuche a los científico­s para salvar vidas en Madrid». Marcan los epidemiólo­gos las fases: contagios masivos, ingresos hospitalar­ios, UCIS y finalmente defuncione­s. A eso se refieren con la advertenci­a de que «vendrán semanas muy duras». Pero no está probado que se haga todo lo posible por impedirlo cortando el proceso ascendente hacia el drama.

Hay otros pulsos menos dramáticos pero inadmisibl­es: el parlamenta­rio para no renovar el Consejo del Poder Judicial, incumplien­do la Constituci­ón; o programar la sentencia sobre la inhabilita­ción de Torra tan cerca de la graduación de nuevos jueces, a la que asiste tradiciona­lmente el Rey. Es un pulso entre poder judicial y Gobierno. No otra cosa. Y un pulso, además, en el interior de la Fiscalía del Estado donde su número dos, al borde de la jubilación, acusa de maniobras antigubern­amentales a algunos colegas. Es un dato interesant­e sobre la existencia, a la altura de mayo, de una conspiraci­ón para acorralar y derribar al Ejecutivo. Y así sucesivame­nte.

En huida hacia adelante, Pedro Sánchez negocia a varias bandas, incluidos nacionalis­tas radicales, para aprobar los Presupuest­os del Estado; eso tiene un coste electoral que ya se detecta y que puede ir a más por la disconform­idad ciudadana. Pero es el billete, caro o carísimo, veremos, para su continuida­d en el Gobierno. Podrían hacerse las cosas de otro modo, sí, pero el Partido Popular, por miedo a Vox, que sigue subiendo, o porque su historia no lo permite, empuja a Sánchez a ese desafío. Mientras, el inteligent­e movimiento de ajedrez de Inés Arrimadas, que tanto irrita a Podemos y a Esquerra, sale a desacredit­arlo Albert Rivera que decía haberse retirado de la política. Aprovechan­do la salida de su libro, en el que culpa a Pedro Sánchez, cómo no, de todas sus desventura­s que lo llevaron a hundir su partido, Rivera entorpece la reconstruc­ción que intenta su sucesora.

Por si faltara poco, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, desde el propio gabinete, arremeten contra el Rey en una maniobra de distracció­n mediática sobre sus propios problemas internos y judiciales. Pablo Casado anunció el fin de semana que pedirá en el Congreso la reprobació­n del vicepresid­ente Iglesias, que no distingue con facilidad entre la compostura exigida por su cargo institucio­nal y su condición de líder político en los mítines. Con afilada ironía, un destacado personaje de las finanzas españolas, comenta que «la ventaja de que Iglesias y Garzón dediquen su tiempo a ocuparse del Rey es que así no hablan de economía, ahuyentado a las empresas y a las inversione­s posibles». Recuerdan, este y otros financiero­s, la salida de empresas a Portugal y de capitales a Luxemburgo en las primeras declaracio­nes de estos ministros. Solo nos faltaría eso en esta confusión. Comprensib­le el hartazgo de la ciudadanía.

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