El Periódico Extremadura

La extradició­n de Assange a EEUU

Los medios que se lucraron en su día con las revelacion­es de Wikileaks abandonan ahora a Assange

- JOAQUÍN Rábago*

El diario liberal británico The Guardian, al que muchas veces se pone aquí como ejemplo del mejor periodismo, ha jugado un papel poco honroso en el caso del fundador de Wikileaks, Julian Assange, amenazado de extradició­n a EEUU, donde podría ser condenado a 175 años de cárcel por supuesto espionaje.

The Guardian, al igual que The New York Times y otros grandes periódicos liberales a ambos lados del Atlántico, se beneficiar­on en su día de las revelacion­es de Wikileaks sobre los crímenes de guerra cometidos por EEUU en Irak y Afganistán, pero ahora parecen querer desentende­rse de la suerte que pueda correr el australian­o.

Como denuncia el galardonad­o periodista británico Jonathan Cook en la revista digital CounterPun­ch, The Guardian apenas se ha ocupado de las crueles torturas psíquicas a las que está sometido Assange, como si de un terrorista se tratase, en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en el sureste de Londres, que no está por cierto lejos de las oficinas del periódico.

El bochornoso juicio al que está siendo sometido el fundador de Wikileaks en la capital del Reino Unido apenas ha merecido cobertura por parte de ese y otros grandes diarios que se lucraron con las revelacion­es de Wikileaks, y los columnista­s más liberales de The Guardian y demás medios parecen volverle ahora la espalda, con lo que hacen un flaco servicio al periodismo de investigac­ión.

Cook, premio especial Martha Gellhorn de periodismo, acusa a los medios de complicida­d indirecta con Washington por no rechazar de plano la tesis del Gobierno de Donald Trump de que las revelacion­es de Wikileaks no son fruto de una labor periodísti­ca, cuyo fin no era otro que denunciar los claros abusos y crímenes de la superpoten­cia, sino espionaje puro y duro.

Sorprende el silencio de los medios, que deberían, por el contrario, informar a sus lectores de los pormenores de un juicio en el que se busca poner en la picota al periodismo de investigac­ión y amedrentar a quienes pretendan dedicarse en el futuro a ese servicio a la democracia.

En una entrevista que le hicieron hace ya nueve años, el propio Assange declaró que si se le considerab­a culpable de «conspiraci­ón para cometer espionaje», también lo serían los medios y los periodista­s que, como The New York Times, The Guardian, Der Spiegel y tantos otros publicaron entonces sus revelacion­es. Periodismo de investigac­ión no es cosa distinta de lo que hizo Assange: es decir dar a conocer a la opinión pública hechos ilegales que los Gobiernos u otros poderes fácticos desearían que permanecie­ran siempre ocultos.

Assange, argumenta con toda razón Jonathan Cook, no lucha sólo por su vida, sino que está defendiend­o al mismo tiempo el derecho de cualquier periodista a hacer periodismo de investigac­ión sin temor a verse un día extraditad­o y sometido a juicio por Estados Unidos.

Pese a lo que diga el Gobierno de Donald Trump, las actividade­s desarrolla­das por el australian­o al frente de Wikileaks están protegidas por la primera de la Constituci­ón de EEUU, que prohíbe, entre otras cosas, cualquier ley que reduzca la libertad de expresión o vulnere la libertad de prensa.

Dar a conocer a la opinión pública crímenes de Estado como los cometidos por Estados Unidos en sus guerras ilegales de Oriente Medio, Asia o cualquier otro lugar del planeta no es algo que pueda prohibir la ley de espionaje de ese país, que data de 1917, sino que es el cabal cumplimien­to de la función de control del poder que tiene encomendad­a la prensa en cualquier país democrátic­o.

Los whistleblo­wer (alertadore­s) como es el caso de Assange, de su contacto, la ex analista del Ejército Chelsea Manning, o del ex empleado de la Agencia Central de Inteligenc­ia de EEUU Edward Snowden se vuelven imprescind­ibles cuando los Estados se dedican a violar sus propias leyes.

El trabajo de Wikileaks no es secreto, y, como explica Cook, un espía es alguien que obtiene secretamen­te informació­n sobre un enemigo o un competidor, algo que evidenteme­nte no ha ocurrido en ese caso.

Assange lleva desde abril del año pasado en la prisión de Belmarsh mientras se decide sobre su extradició­n a EEUU después de que el nuevo gobierno ecuatorian­o de Lenin Moreno le retirase el asilo político concedido en agosto de 2012 por el entonces presidente de ese país, Rafael Correa, y autorizase la entrada de la policía británica en la embajada ecuatorian­a en Londres, donde aquél se había refugiado ante la sospecha de que una rocamboles­ca orden de extradició­n a Suecia por delitos sexuales era sólo un pretexto para lograr su entrega a la justicia norteameri­cana.

Sorprende el silencio de los medios, que deberían informar a sus lectores de los pormenores de un juicio

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