El Periódico Extremadura

Los puñeteros candaítos

- MERCEDES Barona*

Desde hace unos años y a partir de una desafortun­ada ocurrencia de un escritor italiano, en muchos de los puentes de todo el mundo los enamorados cuelgan candados con sus iniciales, como símbolo del amor que (en ese momento) se tienen. Normalment­e la llave acaba en el río, con el perjuicio que eso causa para el medio ambiente; pero ése es otro tema que hoy no toca analizar.

Mi reflexión va hacia el símbolo en sí mismo; ¿en qué momento alguien pudo pensar que un candado, que amarra fuerte y que necesita una llave, pueda ser el referente de una relación? Creer en un candado como símbolo del amor habla mucho más de pretender retener que de querer unir. Un guía malagueño en París, indignado con «los puñeteros candaítos», nos dijo que la verdadera prueba de amor sería tragarse la llave, pero que a eso no se presta nadie, claro.

Yo creo en el amor, ése tan cotidiano de Sabines «Te quiero como para invitarte a pisar hojas secas una de estas tardes», en el arrasador de Garcilaso «Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero» y el de Borges, cuando «Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo».

Pero esa idea de atadura, de prisión, de falta de libertad sería para mí un candado. Si tuviera que simbolizar el amor de alguna manera, sería plantando un árbol entre dos personas que se aman. Con sus raíces bien aferradas a la tierra y a lo cotidiano, con su necesidad de sustento y riego, y con sus ramas siempre tendiendo hacia el cielo y lo que esté por venir. Con la posibilida­d de marchitars­e, sí, pero también de crecer y de ser hogar y alimento para otras vidas. Y ésa es una de las enseñanzas que deberíamos dejar a nuestros hijos, más a los que empiezan a tener edad de experiment­arlo: a veces el amor y a veces nada, pero nunca el dolor intenciona­do, porque eso no es amor. Es una condena, y puedes pasar toda la vida pagándola. Así lo veo yo: «Sobre amores que encadenan y limitan. Sobre los que ciñen y atrapan. O los que atan y encierran. No son amor, son condena. Sobre todos ellos, deja correr el agua. Que se vayan lejos. Que no puedan tocar ni tu sombra. Lejos».

Todos sabemos que las comunidade­s autónomas tienen transferid­as las competenci­as de Educación y Sanidad. Dicho esto, desde hace años se está produciend­o un enorme despilfarr­o en Educación. Esto sucede cuando se gastan decenas de miles de euros de dinero público en formar a un médico o enfermero y, una vez que acaba su carrera, por no darle una seguridad laboral y un sueldo acorde a sus estudios, emigra y acaba ejerciendo en otro país que, por cierto, no ha invertido ni un solo euro en su formación. Como esta situación genera una carencia de personal sanitario, las mismas CCAA tienen que importarlo­s de otros países (donde esos mismos estudios no suelen gozar del prestigio de los nuestros), pues estos están dispuestos a trabajar a precio de saldo.

Con lo expuesto no estoy diciendo que sea necesario dejar de invertir en Educación y en la formación de personal sanitario. Solo quiero hacer ver que es básico incentivar a esas personas para que se queden en nuestro país y reviertan en la sociedad el dinero que se ha invertido en sus estudios. Mejoras salariales, contratos de larga duración, cursos de reciclaje y promoción laboral; en definitiva, inversión y no más recortes son las claves para que cualquier licenciado de nuestro país ejerza aquí y vuelva a llevar la sanidad pública española al nivel que tuvo.

La sociedad aplaude a nuestros sanitarios y no quiere que se marchen, y menos en momentos tan críticos. Llevar a cabo estas mejoras es obligación de las CCAA y precisan de un acuerdo con el Gobierno central para ser efectivas en todo el Estado.

Si tuviera que simbolizar el amor de alguna manera, sería plantando un árbol

Guillermo Mora

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