El Periódico Extremadura

«Yo sabía que mi nieto Abraham era inocente»

Gori Garrón Rodríguez, abuela de Abraham, que fue uno de los sospechoso­s, narra el calvario vivido por su familia «Ha sido un tiempo con mucho sufrimient­o», confiesa

- A. M. region@extremadur­a.elperiodic­o.com

nos… Ha sido una desgracia, una pena que a la pobre Manuela no la hubieran encontrado antes y que su familia hubiera descansado».

Cruz no olvidará a Manuela. «Era una muchacha `mu salá', muy alegre, siempre pensando en sus niños, muy cuidadorad­esushijos.Nosveíamos­casi todoslosdí­asporqueve­níaaverasu­spadres. Nosotros somos unos vecinos que estamos ahí siempre, veo a la madre cuando va a comprar a la tienda que tenemos en la esquina, voy a visitarla, hablamos y no para de repetir: `lo que le han hecho a su niña, lo que le han hecho a su niña…' porque, la verdad, es muy duro, y más duro todavía que sea unapersona­delpueblo.Desdeelpri­ncipio se pensaba que podría estar involucrad­o en la desaparici­ón y muerte de Manuela, pero una cosa es pensarlo y otra muy diferente es que sea real». Cruz es madre de dos hijas y tiene tres nietos.Aseguraque­desdelasem­anapasada se encuentra con el corazón apretado. «No se me quita de la mente».

Isabel Sánchez, otra vecina de la calle, recuerda la infancia de Chavero: «Manoli se crió con mis hijas en mi casa, allí jugaban por las tardes cuando salían de la escuela. Ella era un encanto, se disfrazaba­n... A su madre la veo cada día. Ayer le dije: `Manuela, si estás cada día más delgada'. Y ella me respondió: `Isabel, me tomo un Actimel y con eso echo el día'. Por eso pedimos justicia, y mucha; toda la que se le tenga que dar, y punto, porque cuatro años padeciendo tiene guasa».

En Monesterio no se habla de otra cosa. Manuela Chaves ha vivicrista­l do con pena el calvario. «No sabíamos quien había sido el autor. Me da una lástima grandísima de Manuela y a él lo compadezco porque con lo que hizo trastornó su vida», cuenta camino de sus tareas diarias.

A la plaza acude José Manuel Valiente Villalba, tío de Manuela Chavero. Con emoción contenida afirma: «La tristeza no se quita y queremos justicia, toda la que se pueda. Lo máximo. Eso ocurrió una madrugada de un 5 de julio, sin saber cómo pasó ni nada de nada. Ahora los civiles están averiguand­o todo lo que pueden. Estuvieron en su domicilio y dicen que encontraro­n sangre. Le cuento lo que veo por la tele. Solo sé que la familia estamos viviendo todo esto muy malamente, estamos todos traspuesto­s, no sabemos ni lo que hacemos». Sigue su relato y define a su sobrina: «Era muy buena muchacha, ni ofendía a nadie ni se metía con nadie. Cuidaba de toda la gente y se llevaba bien con toda la gente. Por eso creo que le ha pasado esto, por llevarse bien con toda la gente».

José Manuel cuenta lo que escucha en las noticias. «Él dice que ella resbaló y se mató. ¿Si resbaló por qué no avisó, por qué luego se la han encontrado rebujada en una sábana? Lo ha hecho todo lo mal que ha podido». Las lágrimas empañan el

Gori Garrón Rodríguez vive en la Plaza del Pueblo de Monesterio. Durante esta mañana de miércoles está a las puertas de su casa haciendo las labores del hogar. Es una mujer amable, con gran sentido del humor y que habla claro. Ella es la abuela de Abraham Moñino, uno de los jóvenes que fue sospechoso de la muerte de Manuela Chavero porque fue la última persona con la que habló por Whatsapp antes de su trágica desaparici­ón.

La detención de Eugenio Delgado ha sido para ellos una gran liberación. «Toda la familia nuestra y la de Manuela hemos sufrido un montón, aunque yo sabía que mi nieto era inocente, pero en el pueblo la mitad diría que si, y la otra mitad diría que no, porque eso pasa en todos los pueblos».

Gori solicita que el autor de los hechos «pague lo que tenga que pagar» y pide justicia para Manuela y que la familia descanse en paz». Insiste en que algo así «no ha pasado en la vida» en el municipio «y esto ha sido muy gordo, porque son cuatro años con muchas charlas y mucho sufrimient­o, porque mi hija tenía en la puerta hasta cinco coches de todos los periodista­s, puesto que mi nieto vivía con su madre. ¿Y los periodista­s, dónde iban? a casa de su madre».

«A mí no me han molestado nanoche

de sus gafas y se marcha.

Hasta la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, donde tantas concentrac­iones se realizaron, aún permanece una pancarta en la que se puede leer: `Todos con Manuela Chavero'. Hay velas y flores. Allí nos citamos con dos amigas suyas. Ana Belén Villalba es la primera en tomar la palabra: «Ha sido muy angustioso, porque siempre hemos pensado en ella y nunca la hemos olvidado, la hemos tenido presente. Queríamos llegar al final para que la familia descansara. Ha sido un desenlace muy malo pero al menos esto se acaba».

Siempre de la mano

Criadas en el mismo entorno, vivieron su infancia y su juventud de la mano. «Mi hija y su hijo han ido juntos al colegio. Hemos tenido mucha amistad y mucha confianza». Recuerda los días posteriore­s a la desaparici­ón de su amiga. «No te lo creías, no sabías el por qué. Manuela era, uffff, buenísima, de una familia humilde y muy trabajador­a». da siendo abuela, aunque, claro, yo tenía la pena de mi niño», destaca.

Gori, rodeada de sus vecinas de toda la vida, añade: «Él lo decía, no preocupars­e que yo no soy culpable, que yo tengo mi conciencia muy tranquila». Y recuerda que la en que desapareci­ó Manuela, ella y su nieto se escribiero­n por el móvil, el último mensaje que recibió fue el de Abraham. «Por eso era buena coartada, y Eugenio le echaba la culpa a mi nieto. Mi nieto era un crío, tenía 20 años, no tenía los 21. Ella no hizo daño a nadie para que le hicieran esa barbaridad tan grande que ha hecho ese hombre. Nadie se creía que esto iba a pasar. Nadie se creía que ese muchacho iba a poder hacer lo que hizo».

Abraham trabaja de camarero en Los Templarios, un bar que cierra los miércoles, de manera que hoy es su día de descanso. Damos con su vivienda y podemos charlar con él, pero prefiere no salir en la prensa ni hacer declaracio­nes. Es un joven afable, al que le gusta la música reggae y la comunicaci­ón audiovisua­l. Son las doce del mediodía y nos recibe de manera educada y amable. Su rostro irradia sinceridad, asegura que ha recibido ofertas económicas a cambio de hablar, pero él dice que el dinero y los lujos no dan la felicidad y que él siempre ha preferido ser feliz. Añade que por casualidad­es de la vida se convirtió en sospechoso de este asunto, y hoy, tranquilo, pide justicia por Manuela y su familia.

«Manoli se crió con mis hijas en mi casa, allí jugaban por las tardes tras salir de la escuela. Ella era un encanto»

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Gori Garrón Rodríguez posa para El Periódico Extremadur­a en su casa.
La abuela de Abraham Moñino Gori Garrón Rodríguez posa para El Periódico Extremadur­a en su casa.

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