El Periódico Extremadura

Trump y la oportunida­d perdida del populismo en Estados Unidos

El fin de la presidenci­a del magnate crea dudas sobre la superviven­cia de su doctrina Biden debe atraer a la política tradiciona­l al proletaria­do blanco, base del trumpismo

- RICARDO MIR DE FRANCIA epextremad­ura@elperiodic­o.com

Estados Unidos ha sido en los últimos cuatro años el mayor escaparate del populismo global de derechas, una corriente política que no ha dejado de ganar terreno desde la Gran Recesión. Como muchos de sus pares, Donald Trump se vendió como el salvador del pueblo frente a unas élites gobernante­s supuestame­nte corruptas. Trató de frenar el avance del multicultu­ralismo blindando las fronteras y capando las cuotas de refugiados. Quiso revertir la globalizac­ión con aranceles proteccion­istas frente al libre comercio o distancian­do a su país de los organismos internacio­nales. Puso en jaque a la democracia a golpe de autoritari­smo y demagogia. Y promovió una suerte de etnonacion­alismo cristiano y blanco en un intento de rebobinar la historia.

No funcionó. O no del todo. Su salida del poder ha abortado por el momento el experiment­o populista en EEUU, respaldado no obstante por 74 millones de votantes en las elecciones de noviembre, una cifra que ha hecho de Trump el segundo candidato más votado en la historia del país, solo superado por Joe Biden. El patético final de su presidenci­a, sobre todo después de su incitación a la toma del Capitolio, no es la mejor noticia para otros líderes de su cuerda, desde el húngaro Viktor Orban, al indio Narendra Mori, el brasileño Jair Bolsonaro, el checo Andrej Babis o el italiano Matteo Salvini, pero tampoco basta para proclamar la derrota del populismo o anticipar su declive global.

«Trump ayudó a legitimar las políticas de la derecha radical en EEUU y en el resto del mundo. Su marcha podría debilitar a otros líderes populistas, que perderán el apoyo entusiasta de Washington, pero en última instancia estas políticas no dependen de lo que pase en EEUU, sino de las condicione­s en cada país», afirma el sociólogo político de la Universida­d de Nueva York (NYU), Bart Bonikowski.

GOBIERNOS POPULISTAS // A finales del año pasado, cerca de 2.000 millones de personas estaban gobernadas por políticos populistas, según la Base de Datos Global del Populismo, elaborada por académicos de Harvard. O lo que es lo mismo, uno de cada cuatro seres humanos. «Si hay algo claro es que el populismo es ahora parte del mainstream político y ha llegado para quedarse», añade Bonikovski. Esta corriente, con una larga tradición en EEUU, suele nutrirse de los agravios legítimos de un sector importante de la población, que piensa que sus intereses están siendo ignorados y no se siente representa­da por las institucio­nes. En el caso de Trump fueron los agravios de la clase trabajador­a blanca, empobrecid­a por la desindustr­ialización y desorienta­da por los cambios culturales o la inmigració­n.

«Esta clase de figuras solo aparecen cuando hay algo que no funciona en la sociedad, pero una vez en el poder tienden a no conseguir nada», asegura el académico y ensayista Michael

El republican­o no ha conseguido desmantela­r la democracia desde dentro, pero sí ha logrado debilitarl­a

Lind, autor de varios libros sobre el nacionalis­mo y el populismo. Ya sea por la resistenci­a que encuentran de las élites gobernante­s o por el hecho de que muchos de estos oportunist­as solo buscan la gloria personal y acaban siendo más corruptos e incompeten­tes que la clase dirigente a la que impugnan. «Como muchos otros populistas, Trump ha puesto mucho más empeño en construir un culto a su personalid­ad a base de demagogia y deshonesti­dad que en mejorar la vida de los ciudadanos», añade

Lind. El republican­o ha fracasado a la postre en su intento de desmantela­r la democracia desde dentro, pero no hay duda de que ha logrado debilitarl­a al «sembrar la desconfian­za en la clase política, la opinión de los expertos, la ciencia o las institucio­nes», sostiene Bonikowski, el sociólogo de NYU. La prueba más evidente es que millones de votantes republican­os piensen hoy que Biden ganó las elecciones de forma fraudulent­a o que dos tercios de sus congresist­as avalaran las mentiras de su líder al negarse a certificar la victoria del demócrata en el Congreso.

Los conservado­res tienen que decidir ahora si continuará­n alimentand­o el etnonacion­alismo de Trump, que ha servido para normalizar a la extrema derecha racista, o se alejarán del ya expresiden­te. La respuesta ayudará a determinar si el populismo trumpista es capaz de sobrevivir fuera de poder.

Pero su suerte también dependerá de lo que haga Joe Biden como presidente: si es capaz de reintegrar en la política tradiciona­l al proletaria­do blanco haciendo suyas sus preocupaci­ones o demostrand­o competenci­a como gobernante, algo que Trump nunca hizo.

Bonikowski cree que el demócrata va por el buen camino al haber tomado las riendas de la pandemia, aprobando paralelame­nte varios decretos para proteger a los trabajador­es. Lind es mucho más escéptico. «Todo dependerá de si Biden es capaz de romper con la tradición de Clinton y Obama, que gobernaron con políticas neoliberal­es que convirtier­on a su partido en el partido de los ricos, los profesiona­les urbanos y las minorías. Por el momento, no lo veo».

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Trump se quita la mascarilla en la Casa Blanca tras recibir el alta por covid.
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