«Quiero que la universidad pública sea totalmente gratuita»
MANUEL CASTELLS Ministro de Universidades
Al titular de Universidades le persigue la fama de ministro ausente. Lo niega y esgrime que, en política, las cosas primero se hacen y luego se cuentan. Hace frío intenso en Madrid, pero la ventana de su despacho está abierta. No se quita la mascarilla ni para hacerse las fotografías. «No nos la vamos a quitar jamás», pronostica. Sobre su mesa, cuelga un cuadro de Felipe VI. «Me cae simpático, le di clases», comenta. Nacido en Hellín (Albacete) en 1942, Manuel Castellls sigue teniendo alma de profesor universitario.
– Cuando tomó posesión de su cargo aseguró que no estaba de acuerdo con la separación de Ciencia y Universidades. ¿Sigue pensando lo mismo? --Sí, claro. El presidente del Gobierno me dijo que era una cuestión política y que nos coordináramos. Eso hacemos. No es demasiado complicado. --Para ser toda una eminencia académica en comunicación parece que no le gusta mucho el trato con la prensa. --No va por ahí. El trato con la prensa me gusta tanto que mi cátedra en EEUU es de Comunicación y Periodismo. Con lo que no estoy de acuerdo es con que la política se reduzca a la comunicación. Primero hay que hacer cosas. Hay mucha gente que piensa que lo más importante es la relación con la prensa. Para mí, lo más importante es la relación con los estudiantes, las universidades, los profesores y los científicos. En la medida que hay cosas que se pueden contar, se van contando. Debido al coronavirus, hay una coyuntura muy mala para la comunicación. Y luego, hay que decirlo, una mala fe en numerosos medios, sobre todo en las redes, contra este Gobierno.
– A pesar de la pandemia, asegura que la calidad académica universitaria no ha bajado «ni un ápice». Como sociólogo, ¿qué piensa del posible impacto psicológico y social entre los alumnos? --Precisamente porque soy sociólogo no me gusta hablar solo de impresiones. No hay realmente datos para llegar a conclusiones. Desde el ministerio patrocinamos un estudio entre abril y mayo dirigido por catedráticos, pero no sobre los estudiantes exclusivamente. Uno de los datos que más impacta es que, debido al estrés y la depresión, el 48% de las mujeres y el 39% de los hombres tienen una sensación de irrealidad, de que esto no es verdad, que es un mal sueño que se va a desvanecer. Hablo con muchos alumnos y tengo la impresión de que hay mucho estrés, pero no se ha producido una descomposición social y psicológica. Es mi impresión, no una cues
«Soy profesor en EEUU y no hago exámenes. La información está toda en internet» «Es difícil cambiar la selectividad a corto plazo. Bastante caos tenemos ya»
tión científicamente probada.
– Hay una legión de alumnos y docentes protestando por los exámenes presenciales y el riesgo sanitario. Si fuera profesor, ¿formaría parte de esta revolución? --Francamente, depende de las condiciones sanitarias. Salvador Illa, muy amigo mío, siempre me dice lo mismo: «Si hay condiciones básicas de precaución sanitaria, se puede hacer presencial; si no, hay que pasar a virtual». Es lo que hemos estado diciendo desde junio. Logramos del Gobierno 400 millones para que las universidades aumentaran su digitalización. ¿Qué pasa? Que hay mucha dificultad entre los profesores, más que entre los estudiantes, a la hora de acostumbrarse a la idea de la enseñanza on line. La presencial debe ser preferente. Pero se puede lo que se puede y cuando se puede. Muchos dicen que en los virtuales se copia mucho. Primero: demuéstrenmelo. Segundo: hay métodos fáciles para evitarlo. En todo caso, los estudiantes no considero que estén revolucionados contra el ministerio.
– Hombre, si eres joven tienes que ser rebelde. --Sí, pero hay cosas más interesantes contra las que rebelarse. El 7 de enero me llegó el correo de un estudiante de Extremadura diciendo: «Tenemos un incidencia de covid altísima y nos hacen hacer el examen presencial, no puede ser». – ¿Qué le respondió? --Si estáis mal no tendríais que hacer el examen presencial, pero me entero». Llamé al rector de Extremadura y me dijo que estaba todo controlado con las condiciones sanitarias. No se trata de ver si alguien tiene la culpa, sino de que se respeten las condiciones sanitarias para la presencialidad.
– En secundaria cada vez se da más importancia a las competencias, los proyectos y los equipos. Pero luego llega bachillerato y el objetivo es pasar un examen. ¿Cambiaría la selectividad? --A corto plazo me parece difícil. Bastantes caos tenemos por ahora. No estoy en contra, pero habría que ponerse en serio con mucho trabajo de investigación pedagógica. Creo que la idea de exámenes memorísticos está superada a partir del momento en el que la información está en internet. Yo soy profesor en EEUU, y no hago exámenes. En clase les digo que miren todo por internet, que es más divertido. La información está toda en la red. Hay que ser capaz de buscarla, saber para qué la quieres y combinarla. Eso es para mí la nueva pedagogía.
– ¿Por qué España no tiene una Harvard o una Stanford? ¿Qué falla para que ninguna universidad esté entre las cien primeras? -- Para empezar, porque no tienen un capital de 40 mil millones de dólares, como Harvard. La matrícula de Berkeley cuesta unos 30.000 dólares al año. Y la de Harvard, 60.000.
– Así solo puedes ir a la universidad en función de la cuenta corriente de tus padres. En España es diferente. --Exactamente. Yo quiero llegar a la gratuidad total de la universidad pública. – ¿Cómo lo conseguirá? --Bajando los precios. --Y subiendo los presupuestos, lógicamente. --Claro. Y con alguna medida legislativa. Una de las cosas que hemos hecho ha sido bajar las tasas universitarias, que Cataluña había aumentado en el 60% de golpe y Madrid el 30%. Si hay una sanidad pública, universal y gratuita y una educación obligatoria pública, universal y gratuita para todo el mundo, ¿por qué no se puede hacer lo mismo con la enseñanza universitaria, que hoy en día es indispensable para encontrar un buen empleo? No hay otra que aumentar los presupuestos públicos destinados a la universidad. En momentos de crisis económica tuvieron la idea genial de bajar la sanidad, la educación y la investigación. Brillante. Ahora, este año hay un aumento del presupuesto del 70% en educación y del 80% en investigación.
– Pero la gratuidad total es una tarea titánica. --Todo el mundo habla muy bien de la importancia de la universidad, pero a la hora de pagar… Las universidades han sufrido recortes del 21% en la financiación y eso solo se puede cambiar con dinero público. ¿De dónde sale? En algunos casos los fondos europeos nos ayudan…. Pero, a ver, no es tan complicado. El dinero sale de donde está. La reforma fiscal no es que una pequeña empresa pague más, sino que Google, Microsoft y los mercados financieros paguen más. No es una propuesta de cuchillo entre dientes. Es lo que está haciendo Europa. Creo que el aumento de la financiación de la universidad tiene que estar ligado a una reforma profunda fiscal, que no solo es que paguen más los ricos. Está bien que paguen más los ricos, pero lo fundamental son las grandes multinacionales transnacionales y los mercados financieros.
– ¿Considera que hay una burbuja de universidades privadas? En 1983 había cuatro y ahora ya son 37. La nueva normativa va a poner coto tanto a las públicas como a las privadas. Muchas se convertirán en centro de estudios superiores. ¿Qué porcentaje estima usted que no pasarán el examen para seguir adelante? --La verdad, no tengo datos suficientes. Lo importante es el criterio. A mí no me molesta que haya universidades. Si son facultades de verdad y se aumenta la oferta educativa, mejor. Pero tienen que ser universidades. Dicen que de calidad. No, son universidades y punto. Espero que en la medida que haya una demanda educativa importante la oferta sea capaz de responder a esa demanda, privada o pública. Además, el decreto no es para las privadas, es para cualquier facultad.