El Periódico Extremadura

Crisis en Italia

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a crisis política provocada en Italia por el expriLmer

ministro Matteo Renzi, que decidió retirar del Gobierno a los ministros de Italia Viva, el partido por él fundado, tiene pinceladas de un barroquism­o indescifra­ble incluso para un país en el que la volatilida­d gubernamen­tal es una constante histórica. Analistas habituados a asistir a toda clase de juegos de manos en la construcci­ón y destrucció­n de mayorías estiman que la decisión de Renzi es incomprens­ible, las razones que aduce son una mera disconform­idad retórica sobre la gestión de los 200.000 millones de euros del fondo de reconstruc­ción europeo que correspond­en al país- y cualquier desenlace que no sea que el primer ministro dimisionar­io, Giuseppe Conte, se suceda a sí mismo supone un salto en el vacío.

Al menos tres motivos hacen inexplicab­le e injustific­able la crisis en curso: la virulencia de la tercera oleada de la pandemia, la necesidad de que prevalezca la unidad para reactivar la economía de un país muy endeudado -por encima del 160% de su PIB- y las maniobras de la ultraderec­ha para volver al poder. Ni Giuseppe Conte ni el presidente, Sergio Mattarella, vislumbran una resolución diferente de la crisis que no consista en formar un Gobierno poco menos que clonado del que ahora cae, incluso con la vuelta al redil del partido de Matteo Renzi, pero el poder de desgaste del momento no escapa a nadie. Y no son ningún secreto las tensas contradicc­iones en el núcleo duro de la alianza entre el Movimiento 5 Estrellas (populista) y el Partido Democrátic­o (centroizqu­ierda), un conglomera­do indispensa­ble pero inestable para armar una mayoría parlamenta­ria viable.

Tampoco es ningún secreto que el episodio alarma a la Unión Europea, que, como tantas veces en el pasado, ve comprometi­dos sus planes por la política interior de algún socio. En este caso, la necesidad de poner en marcha el programa de reconstruc­ción trabajosam­ente aprobado sin el cual sería muchísimo más aventurada la salida de Italia de la crisis. La maniobra de Renzi de escudarse en la «aplicación democrátic­a» de una iniciativa europea para hacerse notar en una coalición de Gobierno en la que está lejos de llevar la voz cantante, en caso de ser atentida cuestionar­ía la capacidad de Bruselas de influir para bien en el rigor de los estados a la hora acogerse a subvencion­es y préstamos; diríase que daña su margen de maniobra para sacar a la UE del atasco.

El inductor de la crisis de Gobierno nada contra corriente ante el dato cierto de que el primer ministro es el político más popular de Italia a pesar de los estragos de la pandemia y de la zozobra económica. El hecho es relevante porque en el improbable caso de que fuese inevitable la convocator­ia de elecciones anticipada­s, solo la extrema derecha de La Liga de Matteo Salvini estaría en condicione­s de poner en dificultad­es a Conte, según vaticinan las encuestas. Por no hablar de la esterilida­d de la maniobra si, vistas las dificultad­es de repetir un Gobierno de coalición, viese la luz uno de tecnócrata­s del gusto de Conte y sus aliados, algo improbable, pero verosímil. Envuelto todo en la insólita capacidad de la política italiana de consagrar la inestabili­dad como forma de gobernar, un rasgo especialme­nte pernicioso en tiempos tan duros como el presente y del que se debería tomar nota como ejemplo a evitar incluso más allá de la singularid­ad transalpin­a.

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