El Periódico Extremadura

Gran hermano

El debate principal de nuestro tiempo se juega en el uso de los datos y en su relación con la política

- DANIEL Capó*

La tecnopolít­ica se asemeja al temor de Dios. Para el mundo cristiano, el hombre debía vivir en constante temor, no tanto por miedo al juicio al que se deberá enfrentars­e como por la conciencia de estar bajo una mirada, bajo una atenta vigilancia. Para un mundo poscristia­no, que es el nuestro, ese temor fue sustituido por una moral que se autorregul­aba. Como un Pepito Grillo, la propia conciencia juzgaba nuestra conducta, separando el bien del mal. En la tecnopolít­ica, en cambio, el ojo de Dios es el Gran Hermano que nos persigue, nos observa y nos premia o nos condena. Se trata de una cuestión radicalmen­te política porque pone en juego la libertad y la ciudadanía, la gestión y el modelo.

El debate principal de nuestro tiempo no se plantea en las institucio­nes ni en las leyes –aunque, por supuesto, también–, sino sobre todo en el uso masivo de los datos que otorgan un poder descomunal a las grandes corporacio­nes y a las autoridade­s. La pregunta que se desprende es sencilla: si nos situamos bajo la mirada de un dios laico omnipotent­e, ¿hacia dónde nos dirigimos?

Una primera respuesta la encontramo­s en China. Se diría que la pandemia ha sacado a la luz todas las crisis previas, mostrando sus vulnerabil­idades. La pandemia nos juzga porque pone sobre la balanza cada una de nuestras acciones. China, que pronto será la primera potencia económica mundial gracias a su PIB, actúa como una autocracia que se orienta por los datos en lugar de regirse por los principios morales de la democracia. La eficacia de sus métodos asombra, al mismo tiempo que preocupa e inquieta. A pesar de que el estallido del virus fue en una de sus provincias, China ha logrado domesticar la epidemia y cerrar 2020 con la economía en cifras positivas. El coste a pagar es la privacidad, inexistent­e en gran medida. Una libertad vigilada, diríamos, que pone el énfasis en el crecimient­o dirigido de la economía. La flexibilid­ad de su industria sorprende, al igual que su capacidad productiva. El gobierno de Xi Jinping es consciente de que el siglo XXI se jugará en el terreno de la tecnología y no en el de los valores.

Una segunda respuesta nos la proporcion­an los países de la vieja Europa y de América, que parecen incapaces de controlar la evolución de la pandemia. La esperanza se llama vacunación masiva, pero el coste ha sido altísimo. El respeto a la libertad es mayor, las exigencias sobre nuestra responsabi­lidad también. Sin embargo, la conciencia de fracaso es abrumadora. Por ejemplo, ninguna de las distintas aplicacion­es móviles que se han puesto en marcha para detener la expansión del coronaviru­s ha funcionado. Las caídas del PIB son elevadísim­as; la necesidad de acudir a un endeudamie­nto masivo, también. Sin la tecnopolít­ica, ¿pueden funcionar aún las democracia­s?

Una tercera respuesta la hallamos en un territorio intermedio. Países como Corea del Sur, Japón, Singapur, Nueva Zelanda o Taiwán han logrado, en contextos democrátic­os, mantener a raya el virus. ¿Cómo? Mediante un uso intensivo de la tecnología y un alto grado de disciplina, pero preservand­o los derechos de la ciudadanía. Quizás ahí se encuentre la lección. Europa necesita repensar su relación con la tecnología y convertirl­a en una oportunida­d y no en una condena: dar un salto en el manejo de los datos, protegiend­o la privacidad de los mismos. Más informació­n y menos idealismo, en efecto, pero preservand­o los grandes pilares y salvaguard­ando la democracia liberal.

Se diría que la pandemia ha sacado a la luz todas las crisis previas, mostrando sus vulnerabil­idades

H

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain