¿Qué futuro les espera a los niños llegados por mar?
complicados y largos».
Las pruebas de ADN -realizadas en laboratorios de Madrid- tardan meses, un tiempo que el proyecto Ödos aprovecha para acoger a las mujeres y tratar de inculcarles la necesidad de que sus hijos tengan una identidad oficial y un plan seguro para continuar su periplo a Francia. «Tenemos que hacerles conscientes de sus derechos. Si esas niños no tienen identidad seguirán siendo invisibles y estarán fuera del sistema. No se trata de caridad sino de cumplir las leyes internacionales, que velan por el interés superior del menor. A veces se presupone que como son menores que vienen acompañados están protegidos, pero necesitamos estar cerca para comprobarlo». Hasta que el laboratorio confirma las pruebas de ADN, las mujeres acogidas en el proyecto Ödos (palabra griega que significa acompañamiento) reciben un documento policial que no es un DNI pero sí un papel oficial con el que se pueden empadronar en Montilla y acogerse a los servicios sociales, incluida la escolarización de los menores, ya sea en guardería o en colegio. «El cambio que se produce en ellos es muy llamativo. Son menores que, en la mayoría de los casos, han sufrido violencia o han visto violencia. A veces, por su pasado, tienen una conducta violenta o sexualizada y les asusta mucho la escuela, pero a los pocos días parece que llevan ahí toda su vida y están felices en el aula», subraya la responsable del proyecto.
En la casa-cortijo de Montilla, los niños y sus mamás tienen su propia habitación. En las instalaciones hay baños, cocina y salas comunes. Es un espacio no solo bonito y cómodo sino seguro. Las mujeres realizan muchas actividades en la casa, así como en el pueblo y en otras localidades cercanas. También reciben formación básica y, por supuesto, son atendidas tanto por la psicóloga como por las trabajadoras y educadoras sociales. Una vida normal. Más o menos normal. De las 200 mujeres, niños y niñas que han pasado por el centro de acogida, solo en seis ocasiones las pruebas de ADN no confirmaron la relación de maternidad con el menor. En esos casos, el crío es separado hasta que se estudia su mejor opción. Una vez concluidas las pruebas de filiación, la mayoría de mujeres sigue su camino hacia Francia, donde también llegan los tentáculos de Ödos, al igual que en Marruecos. «El trabajo en red y transnacional
Los datos no dejan de ser abrumadores, con o sin pandemia Año tras año, miles de niños y niñas se juegan la vida en alta mar para llegar a España en pateras o embarcaciones precarias. En 2019 fueron 3.382, según los datos de la Fiscalía General del Estado. Ese año, la Cruz Roja ha desvelado que acogió a 3.462 menores en los desembarcos de las Canarias. Las lamentables historias de los que mueren en el trayecto son desgarradoras. Pero ¿qué les pasa a los que sí llegan?
El sistema de acogida trata de forma diferenciada a los niños que llegan con sus progenitores que a los que lo hacen completamente solos. Estos últimos suelen ser la mayoría. En 2019 eran el 82% del total de menores llegados a las costas. Todos estos niños, solo pisar tierra firme, entran a vivir en los centros de protección de menores de las comunidades autónomas. Los más pequeños, de menos de 10 años, no suelen salir de los centros de acogida de la comunidad donde han llegado, cuentan diversas oenegés especializadas en acogida. De hecho, suelen beneficiarse de los programas de acogidas en familias, si hay padres de acogida suficientes.
En cambio, los adolescentes suelen tener más capacidad y ganas para moverse por la Península, o incluso tienen la voluntad de cruzar la frontera y adentrarse en el centro de Europa. Esto lo expli
es fundamental. Nuestra misión incluye saber cómo es la vida que tienen ellas en Francia para cerciorarnos de que los niños siguen estando seguros», concluye la responsable del proyecto, que ca el hecho que Cataluña haya sido una de las comunidades con más menores llegados en patera acogidos en el sistema de protección. El 95% de los menores migrantes atendidos por la Generalitat tienen más de 14 años. Suelen llegar hasta Barcelona después de huir de los centros andaluces.
Los niños que sí llegan con los padres en la patera -normalmente la madre- tienen otro recorrido. Aquí también se incluyen las mujeres que tienen que parir en alta mar, una situación en la que se han encontrado en el Mediterráneo los voluntarios de Proactiva Open Arms. En estos casos, al llegar, las familias tienen la opción de pedir asilo en España. El año pasado, el 14% de las personas que pidieron refugio eran niños de menos de 13 años.
Estas familias suelen entrar en el programa de acogida estatal. Si su solicitud de asilo es aceptada, los niños consiguen una vivienda junto con sus progenitores. Las madres y los padres, además, logran poder trabajar de forma legal el España, a parte de beneficiarse de proyectos de inclusión. El drama se produce cuando el estado tumba las solicitudes de asilo. Esto ocurre en el 95% de los casos. Los niños vuelven a la casilla de salida. Y los padres, a pedir ayuda en los servicios sociales.
dio sus primeros pasos exclusivamente con fondos privados y que en mayo de 2020 consiguió, por fin, subvención pública del Gobierno que no cubre todas las necesidades pero ayuda mucho.
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