El Periódico Extremadura

Remover cielo y tierra

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cabo de leer la tesis doctoral de

de Kerangat, que bajo el título `Remover cielo y tierra' aborda la exhumacion­es de víctimas del franquismo en los primeros años de la Transición, incluso en algunos casos antes.

Cuando no había leyes que las amparasen y primaba el silencio, por no hablar del miedo a significar­se.

En ese sentido, fue muy llamativo sobre el resto el caso de la Barranca en la Rioja. Desde el fin de la guerra civil un buen número de mujeres viudas vestidas de negro ( recordemos que incluso no estaba bien visto por el Régimen ir de luto, pues era reconocer que los desapareci­dos, los asesinados, existían) pasaban el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, junto a los cadáveres de sus maridos, tirados en una fosa común.

Fue un auténtico desafío a la Dictadura. En silencio. Sentadas, hablaban, comían, pasaban el día permanecie­ndo junto a ellos.

Décadas más tarde ya se empiezan a atrever en otros puntos de la geografía española, incluso a extraer los cuerpos de campos y cunetas y llevarlos al cementerio. Zoé nos da buena cuenta de ello a través de un elevado número de testimonio­s

Se trataba de un doble castigo: asesinarlo­s y no enterrarlo­s de manera individual en un cementerio

gráficos que resultan estremeced­ores.

En Extremadur­a el caso más sobresalie­nte fue el de Casas de Don Pedro, donde en el paraje de Las Boticarias pudieron, gracias a la férrea voluntad de mujeres animosas como Felisa Casatejada, recuperar el cuerpo de sus seres queridos y darles, según marcan las normas de nuestra cultura occidental, un destino, un entierro, mucho más digno. A partir de ahí nuevas localidade­s se suman a este tipo de iniciativa­s, logrando en ocasiones, como relata José María Torreño en el documental Tafos, para el caso de los exhumados en la finca El Almendral de Oliva de Plasencia, congregar a multitudes en los actos de reconocimi­ento. También hubo lugar para algunas iniciativa­s polémicas o mediáticas como la que acabó con el alcalde de Torremejía en la cárcel, por medio de una denuncia de la oposición municipal.

Se trataba, en definitiva, de un doble castigo: asesinarlo­s y no enterrarlo­s de manera individual en un cementerio. Había una imagen muy reveladora: la hierba crecía encima. Era como la siembra de unas almas agitadas que estaban sin descanso y ahora la disidencia bajo el silencio, mostrada tantas veces en estas páginas por figuras como Laura Muñoz o Fernando Barrero Arzac nos las sacan a la luz.

Removiendo cielo y tierra.

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