El Periódico Extremadura

Abril sin incienso, ni velas

Los `artesanos' cacereños de la Semana Santa y las tiendas especializ­adas llevan un año en dique seco La ciudad pasa otra primavera sin pasos ni bandas, sin el arte y la estética cofrade heredados de siglos

- LOLA LUCEÑO caceres@extremadur­a.elperiodic­o.com EL `CORTE INGLÉS' COFRADE SIN PUNTADAS

La ausencia de procesione­s en la capital cacereña no solo privará a la ciudad de otros 6 millones de euros por turismo, es que además arruinará la estética única de estas fechas, cuando las calles se llenan de incienso, flores, velas, música, mantillas, capuchones, damascos y brocados. Y detrás de este buen hacer cofrade, heredado de siglos en Cáceres, hay manos que cosen, que bordan, que decoran, que proveen de cíngulos y medallas, que surten de incienso y cirios. El Periódico EXTREMADUR­A ha hablado con los `artesanos' de la Pasión y con los comerciant­es que les abastecen. Se trata de una pérdida que no solo se cuantifica en dinero, aunque el dinero es más necesario que nunca.

Da vértigo asomarse a Paneras una mañana de pandemia. La calle que emboca el turismo hacia la plaza Mayor está prácticame­nte sola. Allí convergen dos de los grandes epicentros de la Semana Santa: la pequeña mercería de Maeva, donde Germán despacha absolutame­nte todo lo que le piden relacionad­o con las cofradías (dicen que su trastienda tiene conexión directa con el Vaticano) y Retales Manolo, uno de los telares donde no hay herman

Carlos Luna, chef de excepciona­les torrijas. dad de la capital y la provincia que no encuentre género para sus túnicas, capas y capuchones, o los ricos tejidos de terciopelo y raso para mantos o sayas. Estos artículos no se demandan desde inicios de 2020.

Germán Escudero lleva 35 años al frente de Maeva. «Vendo los cordones de las medallas, las propias medallas, los cíngulos, los distintivo­s para túnicas y capas, apliques para los santos, la estructura interior de los capuchones, las mantillas y sus velas, sus tejas, sus peinetas...», detalla. Menos las telas, las hermandade­s encuentran allí todo lo que necesita y a veces ellas mismas llevan sus emblemas, escudos o cordones para que puedan dispensars­e en Maeva.

Germán forra incluso los botones de las túnicas. Sus estantería­s rebosan de hilos, remates, pasamanerí­a, puntillas... El año pasado, el estado de alarma le sorprendió con la tienda llena de artículos a solo un mes de la Semana Santa. «Aquí sigue estando todo, y aquí seguirá seguro por un tiempo. Ese dinero invertido de momento no se recupera...», lamenta.

Y es que la Semana Santa constituye la `temporada alta' de Maeva. El resto de la primavera es buena porque además se dedica a los trajes regionales, pero desde el año pasado no hay fiestas tradiciona­les ni actuacione­s folclórica­s. «Hubiéramos empezado en febrero con San Antón y las Candelas. Aquí vendemos los cordones para San Blas, que suman miles y miles de metros». En definitiva, agrega Germán, «solo puedo decir que todo esto es un trago muy grande. En mi caso me voy manteniend­o porque entre el confinamie­nto y el cierre se vende algo, pero casi se pierde con el alquiler y los impuestos. Aguantas porque hay que sobrevivir», sentencia.

En Retales Manolo, la demanda de telas relacionad­as con la Semana Santa también está en dique seco desde hace más de un año. Los tejidos nazarenos, morados, rojos, negros y blancos de los hermanos de carga y escolta siguen en las estantería­s. Lo mismo ocurre con el azul de la patrona cacereña. Tampoco se mueve el género de mayor calidad para mantos y piezas de vestir de las tallas. «Antes de la pandemia nos venían incluso nuevas cofradías de distintos pueblos, a las que reservábam­os el color que elegían para que ni un solo hermano se quedara sin ella, pero todo se ha parado», explica Diego Bravo Fajardo, uno de los titulares de esta empresa familiar.

Otro de los sectores especialme­nte activos venía siendo el de los apartament­os turísticos. «Nos compraron muchas sábanas, toallas, cortinas, estores y complement­os del hogar. Al no haber visitantes, esa facturació­n también se ha parado y lo hemos notado», señala. Un turismo que tampoco vendrá en Semana Santa, cuando Retales Manolo, por su ubicación en Moret, suele vender a los visitantes distintos artículos «y muchos, muchos cojines». «A los viajeros de ciudades grandes les llaman la atención las tiendas tradiciona­les. Entran, compran e incluso repiten cuando vuelven».

Lo único bueno que ha tenido esta pandemia es que los cacereños regresan al pequeño comercio local. «Lo estamos notando, quizás porque durante los cierres obligados todos hemos visto cómo sería una ciudad sin tiendas ni escaparate­s iluminados, que es a lo que nos dirigimos. Por eso lo agradecemo­s mucho», matiza Diego Bravo.

Y si no hay procesione­s ni venta de telas, tampoco hay modistas ni costureras con encargos cofrades... Bien lo sabe Sandra García Rodríguez, que lleva más de una década confeccion­ando túnicas de distintas hermandade­s. Es una de esas personas con manos virtuosas para la Semana Santa y mucho gusto estético. De hecho, ejerce como camarera de la Virgen de la Esperanza, una de las

de Cáceres, con su extraordin­ario palio. Desde niña, Sandra vivió el mundo de los botones, hilos, blondas, bordados, pasamanerí­a, encajes y flecos, «porque en mi casa siempre se ha cosido muchísimo». Muy joven comenzó a preparar sus propias indumentar­ias cofrades y pronto le llovieron los encargos.

En un año ha llegado a confeccion­ar hasta 80 túnicas, capas, capelinas y verduguill­os. Además crea con sus propias manos los cordones y cíngulos del Nazareno, los Ramos, las Batallas, el Humillader­o y la Ve

coser 80 túnicas, verduguill­os y capas al año. Desde 2020 no hay encargos

llevan meses sin peticiones de telas, cíngulos o medallas

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Antonio Bazo, con un cinturón de nazareno.
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Antonio, en la librería religiosa Renacer.

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