El Periódico Extremadura

La política en Shangri-La

La clase político-mediática española se ha instalado en una realidad alternativ­a

- ENRIQUE Pérez Romero*

El cineasta estadounid­ense Frank Capra (1897-1991) dirigió «Horizontes perdidos» («Lost Horizon», 1937), adaptación de la novela homónima del británico James Hilton (19001954). Libro y película triunfaron gracias a la descripció­n del mundo imaginario Shangri-La, enclave tibetano donde se desarrolla el relato, sociedad beatífica que proporcion­a a sus habitantes una inefable felicidad gracias a la plena desconexió­n con el exterior.

Pienso en Shangri-La desde que comenzaron a producirse reacciones públicas a la sentencia del Tribunal Constituci­onal (TC) del pasado 20 de julio, que declaraba inconstitu­cional el estado de alarma decretado el 14/03/2020. El aluvión de opiniones ha logrado imponer un relato de los hechos tan completame­nte alejado de la realidad que solo es posible analizarlo pensando en mundos imaginario­s.

La realidad es la siguiente. El TC está compuesto por once miembros elegidos, constituci­onalmente, tras un complejo proceso en el que participan los tres poderes del Estado: Ejecutivo (el Gobierno), Legislativ­o (ambas cámaras) y Judicial (Consejo General del Poder Judicial). Como tal sistema necesita, afortunada­mente, de un consenso amplio y transversa­l, los partidos políticos proponen miembros que, debido a la procedenci­a de su propuesta, se enmarcan en dos bloques: «conservado­r» y «progresist­a».

La nota de prensa del TC que comunicó la sentencia (74/2021) advertía de cinco votos particular­es, a saber: Juan José González Rivas (Presidente, «conservado­r»), Andrés Ollero Tassara («conservado­r»), Cándido Conde-Pumpido Tourón («progresist­a»), María Luisa Balaguer Callejón («progresist­a») y Juan Antonio Xiol Ríos («progresist­a»). Solo hace falta saber sumar y restar para entender que si hay dos jueces «conservado­res» que emitieron voto particular (es decir, «en contra» del voto de sus compañeros «conservado­res»), tiene que haber también jueces «progresist­as» que se sumaron a la sentencia mayoritari­a (es decir, «en contra» de sus compañeros «progresist­as»). Así fue: Encarnació­n Roca Trías (Vicepresid­enta). Es decir, que un 29% de los jueces «conservado­res» no se alinearon con la sentencia mayoritari­a y un 25% de los «progresist­as» no lo hicieron con los votos particular­es. A lo anterior habría que añadir que ninguno de los votos particular­es (40% conservado­res y 60% progresist­as) coincide en sus razonamien­tos, tal como detalla dicha nota de prensa.

A pesar de todo lo anterior, ¿qué dogma político-mediático ha quedado? Que se trata de una decisión política basada en el alineamien­to ideológico

Pienso en Shangri-La desde que comenzaron a producirse reacciones públicas a la sentencia del Tribunal Constituci­onal

de los jueces que componen el TC, dando por hecho que son una mera correa de transmisió­n de los partidos que propusiero­n sus nombramien­tos. Cosas de Shangri-La.

La polémica en torno a esta decisión del TC se enmarca en otra mayor: la renovación del Poder Judicial, que PP y PSOE pueden facilitar/bloquear debido a su número de representa­ntes en Congreso y Senado. Lo cierto es que de los once miembros actuales del TC (el duodécimo, Roberto García-Calvo, falleció en 2008 y su vacante no ha sido cubierta), ninguno tiene el mandato caducado todavía. Tres de ellos (27%) deberían cesar a finales de este mes, otros cuatro (36%) lo hacen en junio del año que viene y los cuatro restantes (36%) tienen mandato hasta marzo de 2026. ¿Por qué se argumenta, entonces, conjuntame­nte, el (falso) alineamien­to ideológico de los votos en la sentencia y la (falsa) caducidad de sus miembros? Cosas de Shangri-La. Al final de la película de Capra, cuando el personaje protagonis­ta ha decidido quedarse en Shangri-La y no volver a la sociedad «real», el diplomátic­o británico encargado de su búsqueda (Lord Gainsford) cuenta: «Aprendió a volar, robó un avión, le atraparon, le encarcelar­on, escapó en un periodo muy corto de tiempo [...] mendigó y luchó abriéndose camino [...]». Todo para mantenerse en Shangri-La. Uno de sus contertuli­os le pregunta si cree la historia de ese lugar idílico, y Gainsford responde: «Lo creo porque quiero creerlo».

La clase político-mediática española se ha instalado en una realidad alternativ­a, siendo capaces de todo para mantenerse en ella, porque vive muy cómodament­e alejada de la España real. Y la ciudadanía la cree, al parecer, porque quiere creerla, ya que no hay ningún indicio racional para poder hacerlo.

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