El Periódico Extremadura

El sudoku que nadie entiende

La organizaci­ón de los Juegos Olímpicos se ha hecho un lío con los transporte­s y la conectivid­ad entre las sedes se convierte en un jeroglífic­o

- MANOJ DASWANI

Una jornada de Juegos Olímpicos puede empezarla uno en la vela y acabarla en el boxeo; amanecer bien temprano en el bádminton y luego verse un par de partidos de fútbol en Saitama; llegar al taekwondo a sabiendas de que tiene el tiempo justo para visitar también el tenis, la vela o el judo. Hasta que tropiezan los deseos del periodista ávido de estar en todos lados con el desastre mayúsculo que está siendo la organizaci­ón del transporte en estos Juegos.

Con lo ordenados y tecnológic­os que son los nipones, cuesta entender cómo hasta Río –por supuesto también Londres– gana la partida por goleada a Tokio en tan dispares y numerosas facetas. También por supuesto en la conectivid­ad de las sedes, que está siendo un laberinto inacabable.

Lo habitual en unos Juegos es que haya una dársena en el centro de prensa desde la que salgan constantem­ente numerosos autocares con rumbo a los distintos deportes. Pero aquí incluso hay que coger un bus para llegar desde esta dársena a la propia sede de los periodista­s. Para un trayecto que podría hacerse en tres minutos a pie, hace falta subirse a un vehículo que tarda 15.

El caso es que las restriccio­nes de la covid impiden manejarse uno a sus anchas, dar paseos entre las sedes o coger un taxi normal y corriente. Si uno opta por ir en coche,

Control a los periodista­s.

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