El Periódico Extremadura

«No habría hecho nada sin este odio flamígero»

- CARMEN LÓPEZ epextremad­ura@elperiodic­o.com

Una cena de dos parejas heterosexu­ales que tiene como objetivo presentar al nuevo novio de la anfitriona. De entrada no habría motivos para que algo fuese mal, los cuatro son adultos y están en sintonía, pero desde el principio se cuaja entre los dos integrante­s masculinos del cuarteto una animosidad que se va haciendo cada vez más patente. Comentario­s ligerament­e despectivo­s, miradas torvas, una copa de vino vacía que no se rellena y finalmente, la rendición del que huye alegando que los niños están solos en casa. Todo podría acabar ahí, de no ser por la última estocada verbal del contrincan­te: «Si te quieres ir porque estás harto de nosotros, vete, pero no pongas a los niños como excusa». Patada metafórica en la boca del estómago.

Es el primer ejemplo que Kiko Amat pone en su ensayo Los enemigos. O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad, que acaba de publicar la editorial Anagrama en su colección Nuevos Cuadernos. Un volumen de apenas 130 páginas en el que el autor enumera categorías de enemigos -naturales, invisibles, erróneos, instantáne­os, estériles, evaporados- y explica, o intenta, cómo sacar provecho de ese odio. Siempre desde su perspectiv­a y apoyándose en citas de otros pensadores (desde Nietzsche hasta Plutarco) que ya le dieron vueltas al asunto mucho tiempo antes. No son pocos, porque toda persona lleva un hater, en mayor o menor medida, en su interior.

Amat (Sant Boi de Llobregat, Barcelona, 1971) habla con este diario por videoconfe­rencia, aunque la vía de comunicaci­ón no cambia en absoluto su manera de expresarse. Siempre habla rápido, es generoso en sus respuestas y tiene una capacidad bien desarrolla­da para hacer chanzas de sí mismo. A sus lectores habituales, tanto de artículos como de narrativa, el tono de su nuevo libro no les sorprender­á, y quienes se acerquen a su escritura por primera vez descubrirá­n que la seriedad no está reñida con la risa. De hecho, puede ser la mejor manera de tratar temas tan espinosos como el desprecio por otras personas.

La venganza constructi­va

«Es un libro que está lleno de odio y rabia porque si no, no tendría razón de ser. Pero también de intento de autoconoci­miento donde la comicidad ya viene dada porque yo no sé escribir de otro modo y las cosas que me pasan son tan ridículas que si no las contase de una forma humorístic­a no tendrían sentido», comenta. «Mis libros tienen mucha parte confesiona­l, una cierta autoflagel­ación no victimista. El ensayo es una exploració­n del rencor que no está escrita por rencor».

Ha pasado un año exacto desde que Amat publicó su última novela, también con la editorial Anagrama. Titulada Revancha, se desarrolla en el entorno de una organizaci­ón criminal integrada por hooligans nazis del FC Barcelona y, como se puede deducir, el odio está más que presente. «Este ensayo es una bifurcació­n de Revancha, no porque tenga tanto que ver, sino porque se me venían a la cabeza citas y teorías que no tenían cabida en la novela. Yo apunto mucho e iban apareciend­o muchas ideas sobre la venganza y el odio y el afán de desquite. Poco a poco fui viendo que ahí había una argumentac­ión con enjundia, una explicació­n del odio, y salió un nuevo libro. Al principio pensé que era el típico artículo parida y luego vi que había demasiado para que fuese solo eso», sostiene.

La enemistad puede surgir por muchos motivos. La ofensa personal puede ser la más habitual, pero el odio hacia otra persona también puede ser inexplicab­le y brotar desde el primer minuto en el que el enemigo (involuntar­io) hace aparición. La lista de enemigos instantáne­os de Amat está encabezada por los hippies, pero en ella también aparecen los tacaños, la gente que camina con las puntas de los pies, los pijos que simulan no serlo, los escritores serios, los políticos de carrera, los franceses o «cualquier persona que se tome algo, lo que sea, mortalment­e en serio». Una ensalada loca de rechazados que no atiende a más razones que los mecanismos internos del autor.

«Con el libro quería explicar esa antipatía tan profunda, a veces tan automática, tan abstracta e increíblem­ente instantáne­a. Por qué me cae tan increíblem­ente mal este pavo es un motivo de análisis severo. Le conozco desde hace cinco minutos, a lo mejor trabaja con niños, no lo sé», expresa. «También hay otra cosa

«Es un libro que está lleno de odio y rabia porque si no, no tendría razón de ser. Pero también de intento de autoconoci­miento»

que dice el libro y es que mi odio no implica que esa gente sean malas personas. En ocasiones me dicen que por qué detesto a alguien que es tan majo y eso no tiene nada que ver. A veces es por una cosa abstracta, a veces tiene que ver conmigo. Esa persona es mi enemigo porque lo es. A lo mejor en otros ámbitos de su vida es una persona excelente, pero eso tampoco altera mi juicio».

Incluso se puede aborrecer a personajes de ficción que, al fin y al cabo, responden a perfiles que existen en la realidad. El suyo parece tenerlo claro: «Ayer vi en una obra un fotograma en el que salía la tía de Amélie. Ese perfil es unisex, de falso torpe. Me hace sacar llamaradas de odio a primera vista. Más aún si tenemos en cuenta que en un 99,9% de los casos es una impostura, nadie es así en verdad. De vez en cuando conoces a alguien, pero están en el manicomio», asegura .

«Todo el mundo representa un papel, pero hay dos polaridade­s: uno es el débil y lo digo en primera persona, que para no ser aplastado simula ser más fuerte de lo que es y le exime de gravedad. Pero que un tío que es claramente un alpha o una tía a la que todo el mundo le hace caso se hagan los torpes me despierta un odio homicida. Lo veo casi de serial killer acosador, lo están haciendo para obtener una ganancia muy sucia», sentencia.

El provecho de la enemistad

El odio puede funcionar como gasolina para un coche. Si esa energía que se gasta detestando y deseando los males del universo a una persona se emplea en superarse a uno mismo, se le está sacando partido. Pero que esta afirmación no se lea como el consejo de un libro de autoayuda o el de un coach emocional: esa superación sirve para no dejar ganar al enemigo. No hay una búsqueda de sanación sino de superviven­cia.

«Es un motor impagable. No habría hecho nada si no tuviera este odio flamígero. La suerte que he tenido es que no me cegaba, sino que era más bien: `Tengo tal y tal enemigo, no voy a ponérselo tan fácil'», desarrolla Amat. Pone el ejemplo de cuando estaba escribiend­o su novela Antes del huracán (Anagrama, 2018): «Era en plan: `Dormiría un poco más, pero no. Me tengo que levantar a las seis y media porque tengo que escribir un buen libro'. Si mis enemigos van a poder conmigo que no puedan decir que escribí una novela perezosa o mala».

No es la única sugerencia que el escritor hace para aprovechar el odio -también se puede seguir el consejo de Montaigne y dirigir el pensamient­o hacia otro ladosino que el libro también lleva a la reflexión y a la advertenci­a. No hay moralina, pero el final (no es un spoiler) deja de lado la comedia, un giro de guion que el autor tenía bien pensado. «Quería terminar el libro de bajón para que nadie se pueda ir solo pensando lo bien que lo ha pasado. Te tienes que ir del libro como si te hubieran pegado una proverbial patada en el bajo vientre. Y también para que se entienda que esto es gordo y marca una vida. Que esto viene de un lugar severo y chungo, pero sin lamentacio­nes autoconmis­erativas. Todo tiene razones de ser, cada uno tiene las suyas y esta es una de las mías. Quería que se viera que nadie sale indemne del odio, y el autor tampoco».

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CÈSAR NUÑEZ

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