El Periódico Extremadura

«Gritaba que iba a matarme»

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La vida de Jean Camy cambió violentame­nte el 14 de noviembre de 2013, cuando se cruzó en su camino Jérémy Rimbaud. Camy, un campesino de 42 años, acudió esa tarde a vaciar su remolque de maíz a un silo de Nouilhan. Rimbaud, que llevaba varios días sin comer y sin dormir, y sufría un delirio engendrado en su traumático pasado como soldado, acababa de asesinar a Léopold Pédèbidau, un anciano de 90 años, y quería seguir matando. Camy, que un instante antes solo tenía en la cabeza que la jornada laboral se acercaba a su fin tras descargar en el depósito de grano, se vio inmerso en una lucha a muerte con un joven a quien no había visto nunca.

vi de dónde salió», comienza a relatar su pelea para EL PERIÓDICO, junto al tractor que conducía ese día. «Pero subió a la cabina y me puso una barra de hierro -la misma con la que había atacado hora antes a Pédèbidau- a escasos centímetro­s de la cara. Yo cogí la barra con la mano para detenerlo y él me tiró del tractor», prosigue. Lo que sucedió a continuaci­ón sigue inquietand­o al campesino. «Pude sacarle la barra y golpearlo con mucha fuerza en el costado. Pero Rimbaud no se movió ni un milímetro». El joven que tenía enfrente no era ni muy alto ni muy corpulento pero no acusó la violencia del porrazo. «Me di cuenta de que estaba completame­nte loco. Repetía una y otra vez: te voy a matar, te voy a matar...».

La pelea continuó y la barra volvió a manos de Rimbaud, que acabó golpeando sin piedad la espalda de Camy. También fue más o menos entonces cuando el campesino cuenta que el veterano de guerra decidió marcharse a buscar otra arma. Ese espacio de tiempo bastó para que algunos vecinos acudieran a asistir a Camy y a alertar a los bomberos, que en Francia suman a su tarea algunas competenci­as en seguridad ciudadana. Los funcionari­os arrestaron a Rimbaud cuando regresó al silo, con una escopeta y cinco cartuchos encontrado­s en otra casa.

Al día siguiente, una periodista de la televisión contó a Camy que Rimbaud, antes de atacarlo a él, ha«No bía matado a Pédèbidau. También supo por la prensa que Rimbaud, encerrado en su aterradora fantasía, se había comido un trozo de la lengua del anciano y una parte de su corazón después de cocinarlos.

Camy fue tratado de la lesión por varios médicos. «Todos coinciden en que aquel golpe pudo haberme dejado paralítico o incluso pudo matarme». Un tribunal lo declaró no apto para seguir con la faena de mécanico de bicicletas que simultanea­ba con el campo y tiene reconocida una invalidez del 40%.

La justicia declaró a Rimbaud no responsabl­e penalmente de sus actos debido a su trastorno mental, pero se comprometi­ó a vigilarlo de cerca y a informar a Camy de cualquier traslado de centro que sufriera Rimbaud. Sin embargo, nadie le avisó de que fue derivado al hospital psiquiátri­co de Toulouse, donde prevalece un régimen mucho más abierto que su destino anterior, Ahora el campesino mira a derecha a izquierda para asegurarse de que no hay nadie.

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Jean Camy sostiene la barra.

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