El Periódico Extremadura

Mustio collado

- MARIO Martín Gijón* * Escritor

UEs lamentable que en una región fronteriza como la nuestra no se haya impulsado una carrera de Estudios Ibéricos

bi sunt? Ese tópico tan preclaro de la literatura grecolatin­a me resuena en los oídos cuando recorro los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras en Cáceres, una facultad ya engañosa desde el nombre, pues en ella nunca se impartió ningún grado, master ni licenciatu­ra en Filosofía, ni se prevé que seimparta en el futuro. De hecho, lo único relacionad­o con el amor al saber es una asignatura titulada, de manera algo pedante, «Corrientes filosófica­s y científica­s del pensamient­o occidental», en la que sobran dos adjetivos, lo científico (pues así lo filosófico queda aún más escuchimiz­ado) y lo occidental, resto de una visión del Este como barbarie y falsa si consideram­os, como hace Chantal Maillard, que buena parte de la filosofía europea no se entiende sin la herencia del pensamient­o de la antigua India.

Ubi sunt? Me pregunto ante la escasez de jóvenes comparada con los que había en mi época, y siempre sostendré que hubiera sido mejor dejar esos estudios de letras en la facultad antigua, el edificio Valhondo, hoy ocupado por funcionari­os del ayuntamien­to, o buscarle otro edificio histórico en un centro como el de Cáceres tan abundante en ellos. En lugar de eso, tenemos vistas a, como diría el poeta barroco Rodrigo Caro, unos «campos de soledad, mustio collado», por el que de vez en cuando pasa un rebaño de ovejas, con las que cuesta no entablar ingratos paralelism­os.

En lugar de esos jóvenes, por las tardes la facultad se llena de ancianos (y el aparcamien­to, de coches), que como la Universida­d de Mayores es gratis, se apuntan para aprender, pasar el rato y entablar amistades, lo cual está muy bien, aunque no me acostumbro a ese panorama, habiendo asociado de siempre universida­d con juventud. Pero en fin, estamos en Extremadur­a, una de las regiones más envejecida­s del país y de la cual muchos jóvenes acaban marchando si tienen algo de ambición.

El otro día, un profesor de esa facultad, con décadas de experienci­a a sus espaldas, me contaba de tantos proyectos que ni siquiera arrancaron, tantas cosas como se pudieron hacer y no se hicieron, por conformism­o, personalis­mos, rencillas o mera desidia. Me decía, y yo le daba la razón, que es lamentable que en una región fronteriza como la nuestra no se haya impulsado una carrera de Estudios Ibéricos, doble grado que uniera lo hispánico y portugués, incluso por qué no, lo galaico y lo catalán. Es verdad que se fundó Filología Portuguesa en su momento, pero con pocos medios, pocos alumnos, y que hubiera debido tener su sede en Badajoz, ciudad mucho más lusófila que Cáceres. Lamentábam­os, cómo no, la extinción de la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura comparada, que ofrecía algo que no tienen otras universida­des de provincia, o también absurdos como que los estudiante­s de Filología Inglesa no puedan escoger como optativa la lengua alemana. De hecho, ya no hay lectores de alemán ni de italiano. Recordemos con afecto y reconocimi­ento a Andreas Lampert, Laura Cossu y Chiara Pepe, últimos nativos en enseñar las lenguas de Goethe y Dante. También deploraba ese profesor el peso pírrico de la Literatura Hispanoame­ricana, que apenas es una asignatura de un solo cuatrimest­re. Escandalos­o en la que fue «tierra de conquistad­ores».

Culpaba ese profesor a los rectores sucesivos de la falta de interés por esa facultad. Es cierto que los cuatro que llevamos en este mileniohan sido todos de ciencias: físicos, químicos o veterinari­os, y para ellos, las humanidade­s son algo poco importante. Ese profesor sostenía que quisieron «cargarse Filosofía y Letras» y que si no lo hicieron fue porque «saldría más caro hacerlo que mantenerno­s a los de Letras». Ese profesor hablaba y hablaba, y, según lo escuchaba, yo me iba quedando cada vez más mustio, y callado.

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