Vuelven las despedidas de soltero
Documentándome para este artículo me he encontrado con que en 2007 ya hablaba de las «delirantes despedidas de soltero en la ciudad». Dos décadas después Cáceres sigue convertida durante los fines de semana en una especie de parque temático para el solaz de quienes están a punto de abandonar su estado civil. Y casi veinte años después me sigo haciendo las mismas preguntas con alto nivel de extrañamiento.
El pasado fin de semana ha estado marcado por una ola de calor inusitada y desconocida en estas fechas del año. Lo del mayo y el sayo me parece que se ha quedado anticuado gracias al calentamiento global. La ciudad de Cáceres era un hervidero de gentes en pleno éxtasis por el relajo de las medidas sanitarias y la excitación de un verano prometedor . Las guerras en Europa nos quedan lejos y la insistencia de los medios de comunicación provoca un efecto adormecedor de nuestro espíritu crítico. La ciudad se ha llenado de personas emperifolladas, vestidas para las grandes ocasiones con los oropeles recién salidos de los baúles. En medio de ese bullicio los grupos de despedidas de soltero o soltera eran distinguibles como una subespecie digna de estudio antropológico. Es cierto que nunca entenderé por qué las chicas deben llevar diademas con penes de plástico centelleando, o libar de un biberón que no finaliza en una tetina sino en un miembro viril de plástico. ¿A qué se debe ese delirio? ¿Es un ritual de madurez como sucede en las tribus africanas? ¿Por qué llevan las muchachas una banda indicando su parentesco con la novia? ¿Por qué los chicos parecen los hombres-lobo de una película de adolescentes americanos?
Sin duda todo este `sindios' que percibo no es sino fruta de la envidia, el pecado capital español por excelencia. Simplemente pido que estas algarabías se desarrollen con respeto a todos y al entorno en el que tienen lugar. Quizá sea mucho pedir.
La ciudad se llenó de personas acicaladas junto con chicas con diademas delirantes en forma de pene