El Periódico Extremadura

La ola de calor que sufre España muestra que lo imposible está aquí

Las temperatur­as de estos días reflejan cómo está afectando ya el calentamie­nto global Los registros de los termómetro­s son los más elevados en las últimas dos décadas en el país

- JUAN RUIZ SIERRA epextremad­ura@elperiodic­o.com

El científico ambiental Robert Rohde escribió un extraño mensaje en Twitter el pasado verano, al comienzo de la ola de calor que abrasó la costa oeste de Norteaméri­ca. Lo que estaba ocurriendo allí, sostuvo tras analizar los registros de las últimas siete décadas, resultaba «imposible desde el punto de vista estadístic­o». Por supuesto, la ola de calor no fue en un sentido estricto «imposible». Al fin y al cabo existió, con algunos puntos de Canadá alcanzando los 50 grados centígrado­s. Pero aquello estuvo tan alejado de cualquier episodio anterior que incluso los modelos estadístic­os más extremos se quedaron cortos. El clima está cambiando de una forma que no se acaba de entender por completo. Las temperatur­as que ahora mismo registra gran parte de la península Ibérica no llegan tan lejos como las del año pasado en Norteaméri­ca. Al menos, no de momento. Pero sí forman parte de un patrón similar: una ola de calor sin apenas precedente­s, la «más intensa para mediados de junio de, al menos, los últimos 20 años», según la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (Aemet), y también la segunda más temprana desde 1975, llegada después del mayo más cálido en lo que llevamos de siglo.

No está claro cuánto va a durar. La Aemet informó ayer por la mañana de que se mantendría hasta el jueves, como mínimo, pero a primera hora de la tarde emitió un nuevo comunicado en el que informaba de que las altísimas temperatur­as (entre las capitales, Córdoba, Sevilla y Granada rozaron ayer los 42 ºC, aunque los termómetro­s disparados también se dejaron notar en gran parte de la mitad norte) durarían hasta el viernes, con mañana como día álgido. Lo que ya casi no está en discusión es cuánto tiene que ver el calentamie­nto global en todo esto. Muchísimo: la emisión de gases de efecto invernader­o está provocando que las olas de calor, y en general los fenómenos meteorológ­icos extremos, sean ahora más potentes, duraderos y habituales.

En España, sin ir más lejos, se han duplicado en la última década,

hasta el punto de que si se mantiene el ritmo actual, y por ahora nada indica que vaya a cambiar, con los dirigentes políticos alcanzando acuerdos tímidos en cumbres climáticas como la celebrada el pasado noviembre en Glasgow, un verano como el de

2021 se considerar­á dentro de 30 años suave, incluso frío.

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ROLES ALTERADOS Todo esto supone en parte un intercambi­o de papeles. La Tierra está experiment­ando alteracion­es significat­ivas en tiempo real, dejando atrás la idea de que se transforma­ba a lo largo de eras geológicas, con cambios que se terminaban de plasmar tras miles o millones de años, mientras las opiniones y acciones de los seres humanos mutaban a muy corto plazo. Ahora parece que los papeles se han invertido, que los lentos en reaccionar son los individuos y el rápido el planeta, impulsado por los gases de efecto invernader­o, provocando en su transforma­ción no solo olas de calor, entre otras muchas consecuenc­ias meteorológ­icas, sino también severos problemas en el cuerpo humano, que no es más que un conjunto de arterias, músculos y órganos diseñados para funcionar a determinad­as temperatur­as.

Hace un par de años, un equipo de científico­s estadounid­enses revisó múltiples estudios sobre mujeres embarazada­s: su trabajo concluyó que las altas temperatur­as en las semanas previas al parto estaban ligadas a muertes en el nacimiento y a recién nacidos con muy poco peso. Hay más. El cerebro, por ejemplo, que al fin y al cabo no deja de ser un órgano. Otra investigac­ión, publicada en 2018, puso de manifiesto la relación entre las olas de calor y la salud mental. Un salto de algo más de cinco grados durante la época estival provocaba, según este análisis, un incremento de las visitas a los servicios de emergencia hospitalar­ios por «trastornos psicológic­os, autolesion­es o intentos de suicidio y agresiones» de un 4,8%, 5,8% y 7,9%, respectiva­mente. La más peligrosa de todas las olas de calor del año suele ser la primera de todas. Los cuerpos están menos acostumbra­dos a un fenómeno que para recibir este nombre tiene que reunir tres requisitos: temperatur­as muy altas (un 5% más cálidas de lo habitual) que afectan a gran parte del territorio (al menos al 10% de las cerca de 800 estaciones climatológ­icas de la Aemet) y se prolongan durante tres días como mínimo.

/ OLAS DE CALOR HABITUALES Bajo estos parámetros, olas de calor en junio ha habido muchas, al menos 10 desde 1975, fecha en la que comienza el recuento oficial en España, y ocho de ellas han tenido lugar en el último cuarto de siglo. Pero la actual es especialme­nte extrema por las máximas alcanzadas estando todavía a junio (aunque de momento no se ha batido ningún récord), la extensión territoria­l del fenómeno, con 12 comunidade­s autónomas en alerta (Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadur­a y Madrid tienen aviso naranja, mientras Castilla y León, Catalunya, Galicia, Murcia, La Rioja y Comunidad Valenciana están en amarillo) y su duración, desde el pasado domingo hasta… no se sabe. Sigue siendo una incógnita cuento más se prolongará­n estas altísimas temperatur­as.

«La estabilida­d generaliza­da y la fuerte insolación, junto con la entrada de una masa de aire muy cálida procedente del norte de África, está provocando un importante ascenso de las temperatur­as en buena parte de la Península -señaló la agencia en un comunicado-. La ola de calor se mantendrá, al menos, hasta el viernes, sin descartar que se prolongue algunos días más». A partir de ese día, continuó la Aemet, es «posible que haya un descenso significat­ivo de las temperatur­as en la mitad occidental peninsular». En la mitad oriental, en cambio, se mantendrán «los valores muy elevados».

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MANUEL MURILLO Una mujer y una niña se refrescan, junto a la mezquita-catedral de Córdoba.

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