El Periódico Extremadura

Empatía como inversión

- Rosa María Garzón Íñigo TÉCNICA EN INFORMACIÓ­N TURÍSTICA

En estos tiempos, cada vez más de locos cuerdos o cuerdos locos (no sé bien) se pasan los días, uno tras otro, sin apenas darnos cuenta, hasta que, por alguna extraña razón, despiertas uno cualquiera de ellos y eres consciente de que lo que está pasando es la vida, lo quieras o no.

Rodeados de más desinforma­ción que informació­n procedente de nuevos gurús que saben perfectame­nte cuál es la solución a tus problemas, sabiendo que esta, única y exclusivam­ente, parte, pasa y termina en ti, se hace cada vez más difícil distinguir LA VERDAD, camuflada con palabrería, filosofía barata e infinitas imágenes editadas con photoshop u otros programas similares, con capacidad para tergiversa­rla y facilitarn­os el acceso rápido a una realidad paralela más apetecible y, sobretodo, efímera, nos impida quedarnos demasiado tiempo con nuestros pensamient­os más íntimos, profundos y necesarios, no vaya a ser que, por causalidad, descubramo­s quiénes somos o en quiénes nos hemos convertido realmente y no nos guste. Por regla general, seres egoístas incapaces de ponernos en el lugar del otro de forma auténtica, sintiendo su dolor o alegría sinceramen­te, capaces de mirar para otro lado con tal de no reconocern­os peores de lo que nos creíamos.

Es más fácil pasar por la vida, la nuestra y la ajena, de puntillas, lo más superficia­lmente posible, sin involucrar­nos en ayudar a almiento

Compartir aficiones con

guien que lo necesita en su proceso de sanación, hasta el final, que descubrir que ser buena persona incluye acompañar en las buenas y en las malas a aquellos que, incluso, puede que antes hubieran estado para nosotros en nuestro propio duelo, que habríamos tenido que hacer completame­nte solos, aún sin quererlo. Pues toda recompensa conlleva un esfuerzo previo y, como dijo M. Gandhi: «El esfuerzo total es una victoria completa», cuando de ser buena persona se trata.

Con la llegada del verano, los días son más largos para todos y las posibles actividade­s se multiplica­n, pareciendo la excusa perfecta para olvidarnos de tantas personas solas, cuya red social, por las circunstan­cias que sean, se ha ido desvanecie­ndo y no tienen a nadie con quien interaccio­nar al menos una vez al día, lo que les lleva a padecer un pesado aislaque

envuelto en silencio que les hunde y que, cada vez, les cuesta más sobrelleva­r.

Compartir ciertos momentos y aficiones con quienes más lo necesitan debería de convertirs­e en la tarea pendiente de todos, al menos, durante las vacaciones. Abuelos, padres, parejas, amigos, vecinos... están deseando que así sea. Porque no hay falta de tiempo, sólo de interés. Por eso, valorar la posibilida­d de compartirn­os con otros en una sana relación simbiótica, puede generarnos muchos beneficios a corto y largo plazo, si lo que hacemos lo vemos como una inversión y no como una pérdida de tiempo o de nosotros mismos.

Además, esta mutua entrega, incluso, puede convertirs­e en un buen ejemplo para nuestros hijos, como ejercicio de solidarida­d y bondad. Tal vez sólo es cuestión de proponérse­lo.

quienes más lo necesitan debería ser la tarea pendiente de todos

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