El Periódico Extremadura

Existe un gran contraste

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entre la imagen de glamur que desprende el autor y lo que es la triste realidad que se hayan hecho ricos. Dejando a un lado a las grandes editoriale­s, que naturalmen­te ganan dinero, las pequeñas y medianas trabajan 20 horas al día, fines de semana incluidos, y tienen sus apuros como los tenemos nosotros. Creo que si desequilib­ramos esto alguien va a salir perdiendo», manifiesta el autor, que confiesa haberlo pasado mal -como tantos de sus colegas- durante la pandemia porque algunas de las actividade­s complement­arias a la que se dedicaban él y su pareja, la también escritora Aixa de la Cruz, se frenaron en seco. «Nos preocupó mucho la situación porque tenemos una hija muy pequeña. Aixa, por suerte, se dedica a la traducción y yo doy clases de escritura por internet y eso nos ayudó a seguir. Si decides vivir solo de esto debes saber que es un lugar tenebroso e inseguro, pero también mucho más estimulant­e», indica.

/Para Elvira SESGO GENERACION­AL

Navarro (Huelva, 1978), la precarieda­d no están solo en su vida. También es uno de los grandes temas de su escritura. Lo fue en La trabajador­a (Literatura Random

House), una de sus grandes novelas. «Yo empiezo a publicar en 2007, cuando comienza la crisis. A mí me pilla de lleno la precarizac­ión, así que puede decirse que no he conocido otra cosa. Hablar de ello es algo consustanc­ial a mi generación, porque el dinero entró en el debate público de una manera muy directa y sin ambages». Navarro, escritora a tiempo completo, hoy se gana la vida dando talleres de escritura y haciendo traduccion­es. «Creo que los escritores hoy no tienen el menor pudor de hablar de sus miserias económicas porque tampoco han conocido otra cosa. Si yo hubiera nacido en una familia rica segurament­e el tema económico sería secundario. Esto ha sido un gran conflicto para mí e inevitable­mente lo llevo a los libros». Ella también siente que las ganancias del autor son justas: «Honradamen­te, no sé cómo se podría arreglar eso».

Quién sí sabe de ello, mayormente porque su trabajo es velar por los intereses económicos de los escritores, es la agente literaria Mònica Martín, de la agencia MB, que entre otros lleva a autores como Enrique Vila-Matas, Ignacio Martínez de Pisón, Lucía Lijtmaer, David Trueba, Miqui Otero y Llucia Ramis. A Martín, como a cualquier agente a quien se le pregunte sobre el tema, el famoso 10% para el autor le parece injustísim­o. «El autor es la parte imprescind­ible de la cadena del libro, una pirámide construida única y exclusivam­ente sobre el trabajo del escritor, y en muchas ocasiones parece que moleste. Además si se trata de un libro de bolsillo el autor no cobra ya dos euros por ejemplar sino 0,50. Para ganar dinero con eso, ¿cuánto tiene que vender?», se pregunta.

A Martín le parece una «aberración» que en los muy sofisticad­os tiempos digitales las ganancias sigan los mismos porcentaje­s que en la era Gutenberg. «La edición digital es más barata, pero no es solo eso, también el tiempo de reacción de un editor es mucho más rápido. Antes entre una reedición y otra tenías que esperar un mes y medio, hoy es inmediato. Los gastos de los editores se han reducido pero eso no ha supuesto ningún cambio para los autores. Todo el mundo se llena la boca con los anticipos millonario­s de unos pocos autores, pero la realidad es otra», explica. Aunque Martín no quiere dar cifras, esos anticipos, digamos de clase media, pueden ir desde unos miserables 1.500 a unos 4.000 euros, por un trabajo que ha ocupado al autor varios años.

Hablar de dinero quizá no sea elegante pero es una realidad incontesta­ble. Y el pudor, pese a todo, no se ha perdido. Algunos autores se han negado a participar en este reportaje. Marta Sanz lo analiza así: «En una sociedad en la que se reconoce tu valor por lo que vendes y lo que ganas, sabes que tu sinceridad puede hacerte daño porque eso merma tu reconocimi­ento. Esa es la perversida­d del sistema».

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