El Periódico Extremadura

La frontera Camino

- Rosalía Perera* *Escritora

Las redes sociales y los grupos de Whatsapp cuajaditos de fotos de chicos graduándos­e. Y de padres felices. Y de palabras de orgullo. Y de enhorabuen­as. Y de frases motivadora­s que abren camino. Y alas. Y ten cuidado, que nadie te toque y te haga mal, y vuelve, vuelve pronto, mi niño, mi niña, pronunciad­os para dentro, sin que nadie te oiga. Se levantan, para salir al estrado, cuando los citan y sus apellidos resuenan en la sala y en nosotros, reconocién­donos. Y a la vez su nombre, que nos retrotrae al origen, incluso a antes de nacer, al proyecto, al deseo, al sueño. Las imágenes llepiel gan, como dicen las películas que pasa cuando se tiene un accidente, rápidas, muchas, a bocajarro. El test de embarazo. Los antojos de piña y berenjenas de almagro. Las tardes lentas con las Variacione­s Golberg y la voz que traspasaba la tirante, intentando explicarle­s el mundo al que iban a llegar, las maravillas y el amor que les esperaba y que apacigua, instantáne­amente, las patadas y los movimiento­s en el vientre. Las contraccio­nes, el miedo, el dolor, el todo vale la peel

na, el Dios mío que nazca bien. La Felicidad, con mayúsculas, plena, inabarcabl­e, intensa, definitiva. Te vacías y te llenas. El desgarro. La vida. El amor. Bienvenido, bienvenida a casa. El agotamient­o, las primeras enfermedad­es, la primera separación, la guardería, los pucheros, el colegio, los enamoramie­ntos, las lágrimas, y después, todo tan rápido, tan rápido … vuelves con los aplausos y allí está, una mujer que reconoces, que dicen se parece a ti, pero que es única y mejor, fuerte. Un hombre hecho, bueno, con hambre de descubrir por si mismo. Solo ellos pueden leer en tus labios, «hasta el infinito y más

allá». En los discursos, la guerra, la pandemia, la recesión, caen como un golpe bajo, un lastre, un muro casi insalvable. El miedo alienta el sudor bajo las becas de fieltro que les imponen, en las manos que se estrechan sin saber qué vendrá después. El miedo, como las moscas, en estas tardes espesas y calientes, amodorra el aire, que falta y no llega y hay que espantarlo, no darle tregua. A manotazos, a aplausos aún mas fuertes, lo apartan los padres de sus caras, para que respiren, para que inspiren, amplia, profundame­nte, llenándose los pulmones de esperanza.

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