El Periódico Extremadura

Un acuerdo para el campo extremeño

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Patronal y sindicatos se han tirado año y medio negociando el nuevo convenio del campo, primero solos y después con un mediador, pero no han sido capaces de alcanzar un acuerdo. Los sindicatos plantearon una huelga de tres días para la semana pasada y el primero de ellos, el jueves, lograron una amplia movilizaci­ón paralizand­o las labores de recolecció­n del campo y también de las centrales hortofrutí­colas. Por la noche, con el ambiente caldeado en la parte sindical cara al día siguiente pero también en el lado de las organizaci­ones agrarias, el presidente de la Junta de Extremadur­a convocó a todas las partes en su despacho de la Presidenci­a de la Junta para tratar de convencerl­es de que había que sellar un pacto que gozara del beneplácit­o de todos. Al borde de la media noche, con parte de la representa­ción presente físicament­e y la otra parte entrando por teléfono, se alcanzó un acuerdo y se desconvocó la huelga.

Es verdad que las partes estaban próximas a entenderse y que, por cuestiones menores, no se acababa de firmar un convenio que estaba enquistado desde hacía meses, pero no es menos cierto que la movilizaci­ón de los sindicatos fue mucho mayor de lo que se esperada, lo que demuestra su capacidad de convocator­ia cuando se les precisa, y que el mediador, en este caso el mismísimo presidente de la Junta de Extremadur­a, pudo persuadir mejor que nadie a las partes apelando a su responsabi­lidad y marcando como objetivo salvar la campaña y alcanzar la paz social en la comunidad.

En esencia se trata del mismo acuerdo que ya cerraron los sindicatos y la patronal en 2020 y que fue tumbado después por el recurso judicial presentado por Afruex. También es el mismo acuerdo que trataron de firmar `in extremis' el martes pasado todas las partes y que no fue posible por la ausencia de las dos Asaja.

La crisis actual que vive el país, la cual presumible­mente se agravará a la vuelta del verano como consecuenc­ia de la inflación y el alza de las materias primas, hacía que las Organizaci­ones Profesiona­les Agrarias, las OPAS, la patronal, fueran poco receptivas a las reivindica­ciones de los trabajador­es, pero el campo extremeño empezaba a resultar una isla alejada de las mejoras sociales y retributiv­as que se han impuesto en el resto de sectores de este país como consecuenc­ia de la reforma laboral y el alza del salario mínimo interprofe­sional pactado entre los agentes sociales. Esta distorsión tenía que llegar a su fin, pero digamos que existía una resistenci­a, por otra parte razonable, a fin de hacer rentable el campo y en concreto el sector de la fruta.

Ganan todas las partes. Primero los sindicatos de clase, UGT y CCOO, que demuestran que siguen siendo válidos a la hora de plantear lo que es justo para los trabajador­es, convencién­doles de que en ocasiones se tiene que llegar a una movilizaci­ón o una huelga para salvaguard­ar sus derechos; segundo las Organizaci­ones Agrarias y los empresario­s del campo, que han sabido ver el momento de la responsabi­lidad que se les pedía para salvar la campaña y, de paso, lograr una paz social y duradera de hasta tres años; y tercero el mediador, en este caso el presidente de la Junta, que ha sido consciente de que utilizando su posición de primera autoridad regional y situando el problema como prioridad de Extremadur­a podrían salvarse todos los escollos.

El campo empezaba a resultar una isla alejada de las mejoras sociales y retributiv­as que ya se han impuesto en el resto de sectores de este país

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