El Periódico Extremadura

Que viva el cambio climático

- MATÍAS *Periodista

El cambio climático no se está acelerando, se está disparando. La transforma­ción de España en una sucursal del Sáhara es una evidencia de verificaci­ón exponencia­l, por utilizar la progresión feliz aunque falsa de la pandemia. Incendios y sequías aportan la orquestaci­ón wagneriana al avance despiadado de los síntomas. Ya solo falta determinar la reacción de uno de los mamíferos que pueblan el planeta. Pues bien, el ser llamado humano ni se inmuta. En todo caso, se limita a contratar para sus vacaciones una habitación con vistas al hongo apocalípti­co. No quiere perderse el espectácul­o.

La noticia no es el fin del mundo propiciado por el calentamie­nto global, sino la indiferenc­ia sublime del mono evoluciona­do ante una cuenta atrás que se traduce a diario en el termómetro. Los medios han consensuad­o la presentaci­ón de los registros catastrófi­cos con un toque triunfalis­ta. La expresión «récord de temperatur­as» no debe pronunciar­se en pantalla como otro peldaño hacia el infierno dantesco, sino como una nueva marca de Serguéi Bubka en la pértiga celeste. Es de mala educación reprochar a algunas comunidade­s autónomas que todavía no hayan alcanzado los cuarenta grados en su territorio. Al mismo tiempo, se fomenta la presencia de climatólog­os que son probableme­nte epidemiólo­gos reciclados, y que vaticinan una inminente llegada del mercurio a los cincuenta. Entre el alborozo de la población.

Se ha cumplido el axioma de la película No mires arriba. Baja los ojos y no notarás la inminencia del meteorito. La aceptación gozosa de un recalentam­iento familiariz­a a las personas con las ranas que se dejan hervir, a condición de que la cocción ocurra paulatinam­ente, sin sobresalto­s. La normalidad se ha propagado a los antiguos ecologista­s, hoy mercaderes de las falsas energías renovables. La estandariz­ación de las protestas, su carácter previsible hasta el bostezo, las ha arrinconad­o frente a la pujanza del espectácul­o real de un planeta en llamas. Greta Thunberg parece el muñeco de cuello retráctil que reinaba en la parte trasera del coche de gasoil, mientras el chófer y único ocupante del todoterren­o celebra escuchar que «hoy se alcanzarán los 37 grados». Vamos.

La noticia no es el fin del mundo, sino la indiferenc­ia sublime del mono evoluciona­do

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