Morga: «Antonio Montero deja una huella profunda en la archidiócesis»
La catedral acogió el funeral del primer arzobispo de Mérida-Badajoz, enterrado después en Mérida Asistieron siete obispos y arzobispos, sacerdotes de la diócesis y la corporación de su pueblo natal
Han sido tres días de pésames, de alabanzas a su trayectoria y de reconocimientos al que fuese el primer arzobispo de Mérida-Badajoz, Antonio Montero, cuyos restos reposan desde ayer por la tarde en la concatedral de Santa María la Mayor de Mérida. Allí fueron trasladados tras el funeral que tuvo lugar por la mañana en la Catedral de Badajoz, donde el actual arzobispo, Celso Morga, destacó en su homilía que Antonio Montero «ha dejado una huella profunda en esta Iglesia, en esta archidiócesis». De sus innumerables logros, Morga mencionó la creación de la archidiócesis con la nueva provincia eclesiástica de Extremadura y la convocatoria del Sínodo Pacense en 1992 «cuyos frutos estamos viendo». Citó también algunas de sus obras sociales como el Proyecto Vida, para dependientes de las drogas, y los centros de acogida para personas sin hogar en Badajoz (Centro Hermano) y en Mérida (Padre Cristóbal».
Recordó que entre otros reconocimientos recibió la Medalla de Oro de Extremadura y fue miembro de la Real Academia de Extremadura. Méritos y personalidad que caracterizaron a un «hombre sencillo, alegre, abierto al diálogo y gran comunicador», dijo Celso Morga de Antonio Montero. «Gracias por tu vida, por tu ejemplo, por tu herencia», concluyó.
El arzobispo de Mérida-Badajoz presidió la eucaristía de exequias, acompañado del extremeño José María Gil Tamayo, obispo de Ávila; Braulio Rodríguez, arzobispo emérito de Toledo; Amadeo Rodríguez, obispo emérito de Jaén; Jesús Pulido, obispo de Coria-Cáceres; Juan José Asenjo, arzobispo emérito de Sevilla y Rafael Zornoza Boy, obispo de Cádiz y Ceuta, así como una treintena de sacerdotes de la diócesis. Junto al féretro estaban sus hermanas Cloti y Josefina, y sus sobrinos y, entre las autoridades presentes se encontraba la presidenta de la Asamblea, la delegada del Gobierno en Extremadura, el alcalde de Badajoz y otros miembros de la corporación, la vicepresidenta primera
de la Junta de Extremadura, el vicepresidente de la diputación, el presidente de la Audiencia Provincial, el general
jefe de la Brigada Extremadura XI, el jefe superior de la Policía Nacional, así como el alcalde y parte de la corporación de Chu
rriana de la Vega (Granada), donde Antonio Montero nació el 28 de agosto de 1928.
De las palabras de despedida se encargó Amadeo Rodríguez quien, visiblemente emocionado, destacó de Antonio Montero su «corazón grande y una inteligencia preclara», que demostró en su palabra «densa, sentida, evangelizadora y muy bella», tanto que creó un estilo literario propio, el «monteriano». El funeral terminó con la lectura del pésame remitido por la Nunciatura, por parte del vicario general, Francisco Maya, al que siguió un sentido aplauso de los presentes.
Antes del funeral, en declaraciones a este diario, la vicepresidenta primera de la Junta, Pilar Blanco-Morales, que conoció a Antonio Montero personalmente, dijo que «siempre admiré su apostolado, su ejemplo de vida y sobre todo su compromiso
con Extremadura, muy destacable en unos tiempos en los que el apoyo de la Junta a la Iglesia y de la Iglesia a la Junta fue memorable y fue Medalla de Extremadura». El expresidente de la Junta, José Antonio Monago, mencionó que «era un profundo prescriptor y amante de nuestra tierra, ahí quedó una parte de la obra que todos podemos gozar, la archidiócesis de Mérida-Badajoz, que fue también una obra de integración de voluntades y de construir Extremadura». Por su parte, el alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera, destacó de Antonio Montero «el consenso, el cariño y la pena que ha dejado su pérdida en toda la diócesis, era una persona capaz de aglutinar todas las sensibilidades de la Iglesia alrededor de su figura y fue el arzobispo que transformó la archidiócesis, convirtiéndola en lo que hoy en día es».