El Periódico Extremadura

Ucrania apremia a iniciar la costosa reconstruc­ción antes del invierno

Kiev estima en unos 600.000 millones de dólares el coste de la destrucció­n de la guerra hasta ahora Se han arrasado 44 millones de metros cuadrados de viviendas y comercios y 25.000 km de carreteras

- IRENE SAVIO

Hasta febrero pasado, Luba tenía un hijo y una casa en Moschun. Se ocupaba por los quehaceres de la vida y por su trabajo como masajista en un cercano centro de salud. También había tenido que sobrelleva­r la reciente muerte de su anciana madre. Ahora, con ropa deportiva y un rostro en el que nunca se asoma una sonrisa, Luba camina cabizbaja entre los restos de lo que fue su hogar, pisando platos rotos y restos de electrodom­ésticos incendiado­s. En el suelo, el amasijo de cenizas, cal y metales hacen difícil imaginarse qué aspecto solía tener este edificio de una planta. Nada ha quedado en pie. Todo está calcinado, destruido.

Moschun era un pequeño pueblo con casas modernista­s, jardines cuidados y una vida relajada. Pero, iniciado el asedio de Rusia a la capital ucraniana, su geografía fue una condena: ubicada a una treintena de kilómetros de Kiev, con bases militares y un aeropuerto cerca, cayó rápido en manos de las tropas rusas y, en unas semanas, se convirtió en uno de los focos de los enfrentami­entos más violentos de la primera fase de la guerra iniciada este año por Moscú en Ucrania. La brutalidad fue tal que, cuando finalmente el Ejército ruso abandonó el lugar, los habitantes locales descubrier­on lo lejos que había ido allí el conflicto bélico.

Sergii Zavadskyi, miembro de la sede ucraniana de la Fundación Rotaria, lo explica en números. «Más de 400 casas de este pueblo, el 70%, sufrieron daños por los bombardeos, de las cuales alrededor de 150 ya no son habitables. Es increíble ver una cosa así en el siglo XXI, y es una gran preocupaci­ón de cara al invierno», dice delante de la casa de Luba.

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AYUDA QUE NO LLEGA Zavadskyi explica que esta mujer es una de los tantos afectados en el pueblo en el que la reconstruc­ción aún parece una quimera. Los vecinos, de momento, apenas cuentan con el sostén de los pocos voluntario­s benevolent­es, ya que la aportación de fondos nacionales e internacio­nales aún no han llegado.

A sus 76 años, Dmitry Vasiliy

Michailovi­ch dice que tampoco es optimista mientras señala los restos de dos automóvile­s antiguos, completame­nte calcinados, que resguardab­a en lo que era su garaje, y una casa de dos plantas que ahora es un montículo de escombros. «Casi no hemos recibido ayuda. Nadie ha contactado con nosotros y seguimos esperando. Me llevó años construir esta casa y ahora no me queda nada», se queja, mientras su mujer recoge del suelo los fragmentos de una vida que

ha dejado de existir.

Alejado el miedo a un regreso de los soldados rusos en esta zona, las autoridade­s ucranianas se lanzaron a anunciar planes de reconstruc­ción. En mayo, el presidente Zelenski incluso puso en marcha una plataforma (llamada United24) que sirve para que cualquier país, institució­n y persona puedan donar fondos a Ucrania para la reconstruc­ción, a la vez que el Gobierno de Kiev ha empezado a estudiar un plan de recuperaci­ón para reconstrui­r la economía y ha hecho la petición de que se le exija a Rusia una compensaci­ón por los destrozos provocados. En paralelo, también se baraja un plan Marshall para Ucrania, como el obtenido por Europa y Japón después de la Segunda Guerra Mundial, pero, de momento, aún no ha sido anunciada una fecha para su puesta en marcha.

El coste estimado del impacto económico causado por la guerra ya es estratosfé­rico para Ucrania. «Las cifras actuales hablan de daños por valor de unos 600.000 millones de dólares, y el monto final podría subir a un billón de dólares, o más. Necesitare­mos mucha ayuda para reconstrui­r los 44 millones de metros cuadrados de viviendas y edificios comerciale­s destrozado­s en todo el país, junto con las cerca de 200 plantas industrial­es, y los 25.000 kilómetros de carreteras que también han sido dañadas», cuenta el economista Sergiy Tsivkach, jefe del centro de inversione­s Ukraine Invest.

«Casi no hemos recibido ayuda. Nadie ha contactado con nosotros», se lamenta un vecino de Moschun

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LA AMENAZA DEL FRÍO El problema más inmediato es el horizonte del invierno. Para entonces es necesario que se encuentre una solución para las centenares de personas que, de lo contrario, se quedarán en la calle en un país en el que la columna de mercurio suele marcar varios grados bajo cero. Como dice Tsivkach: «Que nos ayuden es vital y esto tiene que ocurrir antes del invierno. Solo para las casas y los comercios se estima que necesitare­mos 36.000 millones de dólares», dice, para añadir que posibles inversores o donantes podrían ser el FMI, EEUU y la UE, así como oenegés.

No será un camino ni fácil ni rápido. Uno de los motivos es que habrá que vigilar adónde irá el dinero. Y el preámbulo admite planteamie­ntos. Ucrania (44 millones de habitantes en tiempos de paz) se situaba en el puesto número 122 de 188 (cerca de países como Níger o Mali) en el índice de percepción de la corrupción de la organizaci­ón Transparen­cia Internacio­nal en 2019, cuando Zelenski fue elegido presidente tras una ola de indignació­n por esta situación. Sin embargo, desde entonces, las cosas no mejoraron y, en 2021, Ucrania se mantenía en el mismo puesto.

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IRENE SAVIO Luba, desolada entre los restos de lo que fue su casa en Moschun.
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Dmitry Vasiliy Michailovi­ch, ante la casa familiar que tantos años le costó levantar, en Moschun.
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IRENE SAVIO

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