El Periódico Extremadura

Los `flyers' de prostituci­ón: «Los niños cambian culo por una teta»

España es el primer país de Europa y el tercero del mundo en demanda de prostituci­ón, solo detrás de Tailandia y Costa Rica La publicidad de este tipo de práctica está prohibida por la ley, aunque hayas barrios y ciudades en los que no lo parece

- SILVIA CANO epextremad­ura@elperiodic­o.com

España es el primer país de Europa y el tercero del mundo en demanda de prostituci­ón, solo detrás de Tailandia y Costa Rica según la ONU. Puede ser una de las consecuenc­ias de que en España la prostituci­ón no esté prohibida , pese a que el PSOE quiera avanzar hacia el horizonte de la abolición con la Ley contra la Trata que pretende aprobar próximamen­te en el Congreso. Lo que sí está prohibido ya, gracias a la llamada `ley del solo sí es sí' de Podemos es la publicidad de la prostituci­ón. Aunque en el barrio de Quintana, en Madrid, no lo parezca.

La publicidad de prostituci­ón ha tomado las calles del barrio. Por las avenidas se pueden encontrar miles de pequeños folletos en los que aparecen fotos explícitas de mujeres con muy poca ropa y en posturas evidenteme­nte sexuales. Los reclamos son claros y a cada cual más indignante: «Chicas latinas», «mujeres asiáticas», «jovencitas y a estrenar». Algunos ganchos hacen referencia a su procedenci­a, otros a su edad. Pero en todos se indica que estas mujeres se encuentran a disposició­n de los clientes en los pisos del barrio por un precio de 20€. Eso es lo que parece valer la voluntad y el cuerpo de las mujeres para los que las prostituye­n.

«Los ponen en los bancos, en los escaparate­s, los tiran al suelo o los colocan en las ventanilla­s de los coches. Una vez llegué a recoger hasta 15 `flyers' de un mismo vehículo», cuenta Ana Martínez, presidenta de la Asociación Vecinal de Quintana. Es algo que ha podido comprobar El Periópdico de España en su visita a esta zona. Ana y Nieves, reciben a este medio en la sede de la asociación. Allí tienen una caja con miles de folletos de este tipo. Es el resultado de solo 3 semanas de recogida. «Cuando vengo a medio día, recojo un buen taco, pero a las dos están puestos de nuevo», y vuelta a empezar, cuenta Ana.

Todo es parte de una campaña iniciada por las asociacion­es vecinales de Ciudad Lineal en las que se anima a los vecinos a recoger estos carteles que promociona­n la prostituci­ón y llevarlos a uno de los puntos en los que se guardan y, eventualme­nte, se reciclan. Salique

mos a la calle junto a Ana para hacer precisamen­te eso. Nada más abrir la puerta de la asociación hay una hilera de coches, todos ellos con sus tres folletos de prostituci­ón: uno en el parabrisas, uno en la ventanilla y otro en la luna trasera. A menos de 100 metros hay un colegio y un parque infantil: «Los niños recogen los carteles de camino a clase y luego juegan con ellos como si fueran cromos, `te cambio un culo por una teta', les oyes decir», cuenta Ana.

En ese mismo parque está el quiosco de Diana, otro de los puntos de recogida de publicidad. Allí atesora una caja llena de estos carteles: «Hay una señora que me trae muchísimos cada día, los ordena por colores y los mete en las bolsas del perro. Toda esta caja la he llenado en un mes. El barrio está lleno de ellos», cuenta la mujer. Nos extiende varios anuncios para que los observemos, algunos, demasiado explícitos como para fotografia­rlos.

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«COMO SI FUERAN CARNE» Son de colores y tamaños variopinto­s, pero todos tienen cosas en común. En ellos aparecen las fotos de las mujeres que venden junto a reclamos como el precio, su procedenci­a o su edad: «Las venden como si fueran carne, y eso nos indigna como

mujeres», asegura Nieves. «Hemos visto algunos que son como `tickets' de la cafetería, que te van sellando a medida que vas contratand­o servicios. Primer servicio, 25 euros, segundo servicio, 20 euros, el tercero, 15», explica Ana.

En todos ellos hay, también, un teléfono al que llamar y en algunos, incluso, un pequeño plano que indica como llegar al lugar en el que se prostituye a las mujeres: «Hay un plano con una flecha que indica el número y la calle. Normalment­e no es el número real, pero cerca, en los bancos y por las paredes, tienen hombres que controlan a los que van buscando y les indican». Hay incontable­s pisos en los que se hace en el barrio.

Lo que encuentran allí son mujeres, la mayoría extranjera­s sin documentos en regla, a las que las mafias han engañado con la promesa de un trabajo para que vengan a España. Luego, las dicen que tienen una deuda y las obligan a ejercer la prostituci­ón en condicione­s higiénicas dudosas, «Ninguna lo hace por apetencia, quizás por necesidad, pero a la mayoría las meten las mafias», han detectado en la asociación. Son doblemente esclavas, como dice la Federación Regional de Asociacion­es de Vecinos (FRAVM) en un comunicado sobre el tema, de los proxenetas

las explotan y de los clientes que piden que se cumplan sus exigencias. «Esta campaña la empezamos por ellas, porque no son libres», dice Ana.

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«SI PAGO, EXIJO» Los padres y las madres del barrio están preocupado­s. Muchos se preguntan cómo enseñar a sus hijos pequeños que esos carteles de colores no son cromos que puedan cambiarse. Pero el mayor impacto de esta publicidad está cayendo sobre los adolescent­es: «Están empezando a ver la prostituci­ón como un tipo de ocio normal, como si fuera ir al cine. Igual les da reparo ir a Montera o a la Casa de Campo, pero aquí solo tienen que llamar a un timbre. Al final aprenden que si yo pago, yo exijo».

Esta publicidad genera muchas otras molestias, empezando por la suciedad de las calles ya que muchos repartidor­es ni se molestan en colocar estos carteles y simplement­e los tiran al suelo. Además, los vecinos que tienen estos pisos llenos de mujeres explotadas en su misma escalera, se quejan: derramas para arreglar los ascensores en los que suben y bajan los puteros, encuentros indeseados con estos consumidor­es que escupen y tiran las colillas al rellano, timbres que suenan día y noche porque el negocio no para...

Incluso los propios vecinos, que recogen estos carteles día a día, se ponen en riesgo, porque a las mafias de proxenetas no les gusta lo que hacen. Ana, por ejemplo, ya ha tenido varios encontrona­zos. Uno, con una mujer que la levantó la mano y la gritó cuando la vio recoger carteles, «creía que me iba a dar una torta», dice. Otro, con otra mujer que la advirtió de que si seguía quitando publicidad de los coches las chicas se enfadarían. «Justo después, mientras cruzaba la calle, se paró delante de mi un coche con dos mujeres latinas conducido por una cosa enorme. Era el chulo, que se bajó del coche», cuenta, visiblemen­te asustada. Finalmente no la hizo nada, «pero cuando llegué a la asociación me temblaba hasta el pelo», explica. «Es gente peligrosa», apostilla Nieves.

En otro caso, Ramón, un vecino al que le gusta dar paseos por el barrio, iba recogiendo carteles de los coches a medida que un repartidor los iba colocando justo delante de él. En un momento dado, el hombre se giró y le dijo a Ramón: «Si los dejas en su sitio, te consigo un servicio gratis».

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ACABAR CON ESTA LACRA Por todo esto, los vecinos han comenzado esta campaña de recogida de publicidad. Pero piden la ayuda de la autoridade­s. «El proxenetis­mo está prohibido, el reparto de propaganda por los coches también y, ahora, aún más si es sexista, ahora la Policía tiene que actuar», denuncia Ana, visiblemen­te enfadada. «La calle de la comisaría está completame­nte llena de estos papeles, los policías pasan por delante y no hacen nada», se queja también Nieves. «Si nosotras sabemos que esto es ilegal, que esto existe y donde están las casas, ¿cómo no lo van a saber los profesiona­les», se pregunta Ana.

Estos vecinos no piden nada más que el cumplimien­to de la Ley. Que se recoja esta publicidad de las calles, que se sancione a aquellos que la fabrican y que se investigue­n los pisos en los que se mantienen cautivas con fines de explotació­n sexual a estas mujeres: «Hablamos de trata de seres humanos, de explotació­n sexual, de violencia. Y el sistema tiene que luchar contra todo esto», asevera Ana Martínez.

 ?? ALBA VIGARAY ?? Diana sostiene uno de los folletos que guarda en una caja en su quiosco de prensa para llevar a reciclar.
ALBA VIGARAY Diana sostiene uno de los folletos que guarda en una caja en su quiosco de prensa para llevar a reciclar.

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