Una novela cuántica que materializa la incertidumbre

Hay novelas que se esfuerzan en crear en sí mismas un universo propio, cerrado y coherente en el que los personajes se mueven y transcurre la acción. En Penny Arcades su autor también ha creado un universo propio, pero dista mucho de estar sólidamente cimentado. Precisamente en su incertidumbre tiene su máxima (y buscada) característica, lanzando al más inasible vértigo a quien se aventure apenas unas páginas en el libro.

Como «novela cuántica» se define en el colofón esta creación de Jorge Deprá Pérez recién publicada por Prames, y son las leyes de esta mecánica las que dan cuerpo a la narración, que como no podría ser de otro modo está contada en presente en su inmensa totalidad. Como en el mundo subatómico, las fronteras de la realidad se difuminan y la materia y el tiempo dejan de tener la continuidad habitual. Por eso la novela se estructura a través de capítulos breves que aparentemente no guardan relación, salvo por la aparición de algunos personajes, escenas o situaciones que tampoco aseguran la estabilidad de lo que se está contando.

Del siglo XXIV a la Grecia clásica en la que se adivina el perfil de Troya, desde el Nuevo México de Billy el Niño hasta esa época incierta en la que el circo Maunsfenn se instala con toda su troupe de rarezas, Penny Arcades no da ni un minuto de aliento al lector, que como un viajero en el tiempo y el espacio (y no será el único que lo haga en sus páginas) recorrerá millones de mundos sin llegar a tener una certeza, un apoyo, un lugar donde descansar.

Jorge Deprá Pérez ha escrito una novela peligrosa por cuanto despoja de asideros a la realidad, desenmascarando su precaria solidez al tiempo que invita a lo que dice su subtítulo, «volar a pelo sobre un acantilado y no matarse». Pero lo hace de una forma hábil y sorprendente, que convierte lo que podría haber sido una odisea pesadillesca en un alucinante mosaico en donde se reflejan infinitas historias, vidas y existencias ciertas e inciertas.

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