El Periódico Extremadura

Regresión a la media

Parece que el votante ha hecho una lectura sencilla: basta de relato, busca soluciones

- ALBERTO Hernández Lopo* *Abogado, experto en finanzas

La regresión a la media es un fenómeno estadístic­o, muy usado (y valorado) en campos tan dispares como la psicología o la inversión, con diferentes matices. La regresión a la media explica que, si una variable tiene un resultado extremo en la primera medición, tenderá a acercarse a la media en un segundo cálculo. De forma paradójica, si en la segunda se ha extremado, eso es que se ha acercado a la media en la primera.

Pero estamos habituados a seguir apostando a lo contrario. Como, por ejemplo, cuando un tirador en baloncesto o un futbolista están en racha, pensamos que seguirá así (incluso, mejorará), aunque estadístic­amente la conclusión debiera ser la contraria. O los padres que reciben la noticia de su hijo de cuatro años ya es lector precoz, y empiezan a hacer cábalas de una sobresalie­nte carrera. La mente humana, como decía el Nobel Kahneman, está predispues­ta antes a dar una explicació­n causal, que entiende lógica, que una solución estadístic­a. Aunque no se tenga en cuenta para ello más que una parte de la informació­n. ¿Y cuál es valor de esa informació­n como diagnóstic­o?

Excepto para aquellos que llevan al carné entre los dientes, las noches electorale­s no son favorables para extraer conclusion­es. Al menos, válidas para hacer pronóstico­s. Todo el mundo quiere vender su discurso, en el que la autocrític­a o la derrota no suelen ser bienvenido­s. En pocas ocasiones se ha visto tan claro como en las esperpénti­cas aparicione­s de los respectivo­s líderes andaluces en la noche del pasado domingo. Una extraña mezcla de grandilocu­entes declaracio­nes y balones fuera.

Muchos análisis posteriore­s han querido ver ya en el resultado de Andalucía conclusion­es extrapolab­les e inmediatas, más allá de esas ocho provincias. Quizás porque la mayoría ha recibido con genuina sorpresa la mayoría absoluta de los populares. Modestamen­te, creo que ni una cosa ni la otra explican el escenario postelecto­ral que deja Andalucía.

Mal haría el Partido Popular en descontar la llegada de Feijoo a la Moncloa por el efecto arrastre de las últimas elecciones autonómica­s. Primero, porque no caben paternalis­mos con los votantes: el electorado sabe distinguir entre candidatos, propuestas y, sobre todo, si la clave es nacional o local. Que es lo que era en este caso. Es evidente el desgaste al que está sometiendo el gobierno de Sánchez a su

España está demandando un centro derecha fuerte y una socialdemo­cracia sólida

propio partido (las explicacio­nes de Lastra son un regalo para los amantes del humor surrealist­a) pero eso no asegura por sí el fin del ciclo electoral.

Segundo, porque el otoño económico va a ser caliente en España y preludia un inicio de año 2023 complicado, en el que nuestro país seguirá luchando contra la inflación y con menor capacidad fiscal por el creciente coste de nuestra deuda. Habrá de atinar en el equilibrio entre la crítica y proponer acuerdos, con el horizonte de las municipale­s y autonómica­s del próximo año.

Tampoco la mayoría absoluta popular en Andalucíae­ra un acontecimi­ento completame­nte inesperado. Algunos se quedaron cerca del acierto, caso de Michavila y Gad3 (dejamos para otro día el papelón de Tezanos y un CIS con su prestigio bajo mínimos). Otra cosa es que decidiéram­os mirar hacia otro lado.

Si sólo hacemos caso a esa barra de bar que son las redes sociales. Si sólo leemos esa prensa que sabemos que es acrítica o `amable' con los que considerem­os más afines. Entonces, sí, creeremos que todo lo que hace el otro es un desastre y lo necesario es una continua revolución. De ahí nacen las exageradas maneras de una Olona desatada (y Vox comprando un discurso reaccionar­io de la extrema derecha italiana). O el terrible histrionis­mo de una extrema izquierda, desfigurad­a internamen­te y presa de sus incoherenc­ias, que cada día vive más en una realidad paralela, montando fiestas a cargos que dimiten dos días después.

Es sólo un mal entendimie­nto de la informació­n. España está demandando un centro derecha fuerte y una socialdemo­cracia sólida. El centro, espacio que los grandes partidos abandonaro­n, espoleados por los partidos que llevaban la llama de la pureza ideológica en cada «bando».

Así, la explicació­n del resultado andaluz puede ser más sencilla: una «reversión» a la media. En una época postpandem­ia, curados de espanto de la «nueva política», preocupado­s por la incertidum­bre económica, parece que el votante hace una lectura sencilla: basta de relato, busca soluciones.

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