El Periódico Extremadura

Se suicida un conde

- DANIEL Salgado* *Funcionari­o

Desde hace una semana, en España existe el suicida que antes de suicidarse mata a su mujer. Nada que ver con el asesino que mata a su mujer y después se suicida, un clásico. La diferencia es del periodismo, que el lunes dio la noticia de un aristócrat­a que, antes de suicidarse, había asesinado a su mujer. Compréndas­e la exclusiva: lo normal es la noticia de uno que asesina a su mujer y después se suicida.

Las personas que se suicidan cada año en España son tan anónimas (léase indiferent­es) que son solo un apunte estadístic­o: ¿3.000, 4.000? Si no se conoce o no importa el motivo del suicidio, que suele despachars­e como trastorno (y el trastorno por antonomasi­a es mental), qué importarán sus nombres. Sin embargo, y a pesar de que el periodismo se tiene prohibido dar noticias de suicidios (Paul Aubry mediante), desde el lunes se conoce no solo el motivo de este suicida, que es haber asesinado a su mujer y a una amiga de su mujer, sino también su nombre e incluso su estatus: Fernando González de Castejón y Jordán de Urríes, conde de Altares y marqués de Perijáa. Si se tratara de un linchamien­to, se entendería: ni suicida que pasa al anonimato de los que se suicidan después de matar, siendo conde y marqués, ni asesino que pasaal anonimato de los que asesinan y después se suicidan, por lo mismo.

En este caso, el periodismo no ha tenido dudas deontológi­cas ni necesidad de recurrir a La contagion du meurtre, el libro de Aubry donde se advierte que dar noticias de suicidios puede generar suicidios. No solo dio la noticia (imposible repetir todos los titulares de ese día, pero basta y sobra con uno: «Un conde se suicida después de asesinar a su esposa… en un piso de la calle Serrano») sino que la ha prolongado, ya que cada día aparecían detalles nuevos sobre el suicida, como que no tenía permiso de armas (es lo primero que se investiga cuando alguien mata a su mujer, si tenía permiso) o que era aristócrat­a gracias a su tío, un homosexual que le dejó sin dinero y sin obras de arte (un ejemplo de superación y la prueba de que se es aristócrat­a pese a todo). Esos detalles, en fin, que no suelen surgiren los demás casos, en los que no se aporta ninguna informació­n: si obrero, si inmigrante, si alcohólico, si arruinado, si celoso… Solo un breve en la página de Sucesos: «Asesina a su mujer y se suicida».

Es la diferencia entre ser un suicida que primero asesina o ser un asesino que después se suicida, según el periodismo de la semana pasada, que no es todo el periodismo, claro. Pero como para no comprender el rencor de clase.

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