La valla de Melilla atrae más migrantes y causa más muertos
Las imágenes de la actuación de la policía marroquí en la frontera cuestionan la versión española Cuatro días después de la tragedia no parece que se vaya a constituir una comisión investigadora
Arrastrados por el suelo para colocarlos en una explanada; golpeados con porras algunos que tratan de levantarse; previamente, disparos de botes de humo contra una multitud confusa y en plena avalancha… Las imágenes apócrifas de la tragedia que vivió la valla fronteriza de Melilla por el lado marroquí recogen el momento más terrible de la gestión marroquí de la inmigración ilegal subsahariana desde que ese país y España retomaron sus relaciones.
Pasados cuatro días de la tragedia, no se ha constituido, y no hay visos de que vaya a hacerse, comisión gubernamental alguna de investigación, como pide la Unión Africana. Solo está el testimonio gráfico, que ha estremecido en toda Europa, y que levanta todo tipo de dudas sobre la posibilidad de un trágico endurecimiento de la acción policial marroquí para detener a las oleadas humanas que se estrellan contra la valla de Melilla.
Pero desde la ciudad autónoma española no se ha remitido a la Moncloa ni a Interior ningún informe hablando de mano dura policial marroquí, aseveran a este diario fuentes gubernamentales melillenses. Hasta el momento, la versión de los hechos que conoce el Gobierno de España es la de que, durante una oleada de unas 2.000 personas hacia la valla fronteriza, cerca de 500 de esas personas se apelotonaron intentando pasar a territorio español por una puerta del centro fronterizo del Barrio Chino, que había conseguido abrir uno de los migrantes, con una avalancha que mató a una veintena de ellos (21 según Marruecos; 37 según las oenegés) por asfixia o aplastamiento cuando las filas de atrás empujaban a las de delante, y también cuando un grupo que escalaba hacia el tejado del centro de control se precipitó sobre los que estaban debajo.
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QUE NO HABLE MONTERO En el relato gubernamental de los hechos –flanqueado por unas muy polémicas declaraciones del presidente Pedro Sánchez– por encima del luto subrayan estos días dos aspectos: la participación de mafias en las oleadas y la violencia de los inne migrantes, que lanzaron una lluvia de piedras y palos sobre los gendarmes y, ya a este lado de la valla, sobre los guardias civiles.
La ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, aseguró ayer tras el Consejo de Ministros –preguntada por imágenes de la valla que «nos conmueven a todos», dijo– que «el Gobierno lamenta la pérdida de vidas humanas profundamente, y traslada su pesar a todas las víctimas, también a los miembros de las fuerzas de seguridad», en referencia a los más de 40 agentes que resultaron heridos.
Asumió la ministra portavoz toda la incómoda misión de contestar, haciendo a la de Igualdad y figura destacada de Podemos, IreMontero, que estaba también presente, repetidos gestos para que no interviniera. Para Rodríguez, «conviene marcar bien el problema: existen mafias que trafican con seres humanos (...) Para evitar estas tragedias, este sufrimiento, lo que hay que hacer es combatir a las mafias».
«Lamentamos las muertes, pero un Estado no puede permitir que mafias violenten fronteras. Lo que no podemos asumir es ataques violentos. Europa tiene que tomar conciencia del fenómeno migratorio, que va a ir a más», dijo una hora antes el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tras un homenaje a víctimas del terrorismo en el Congreso. En Moncloa, Isabel Rodríguez también lanzó un mensaje firme: «Trabajamos y velamos por la integridad –en alusión a la territorial– de nuestro país. Reconocemos el trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad y también de las fuerzas de seguridad marroquís».
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MÁS GENTE, MÁS PELIGRO Desde el 6 de febrero de 2014, cuando, en la frontera ceutí del Tarajal, en el lado español, murieron ahogados 15 inmigrantes tras una polémica actuación de la Guardia Civil, no se había conocido un hecho más luctuoso en las muy calientes fronteras de España en África.
Las fuentes policiales españolas consultadas no aprecian un cambio en el comportamiento de los gendarmes marroquís ante los subsaharianos. «No hay material de intervención nuevo, ni emplean más dureza de la habitual; sí hay más agentes, pero es que también hay muchos más inmigrantes», explica un veterano guardia civil de Melilla.
Y, sin embargo, el panorama está cambiando con respecto a anteriores asaltos a la valla. El pasado 2 de marzo se produjo otra oleada multitudinaria contra los barrotes de Melilla. Un primer recuento policial cifraba en 2.500 los participantes; otro más mesurado y posterior daba 1.000. Cerca de 500 consiguieron entrar en territorio español. Y ese, el mayor intento de asalto que se recodaba en la ciudad en cinco años, fue el comienzo de un cambio de tendencia, refieren las citadas fuentes. Hasta entonces, en Melilla se conocían asaltos de entre 300 y 400
personas, 500 como máximo. A partir de ese caso, bajan de los montes cercanos a Nador hileras muy numerosas, que superan el millar de personas intentando pisar suelo europeo.
A esas hileras multitudinarias, Marruecos ha respondido con un dispositivo de intercepción mayor en efectivos, y ahora ya a menudo dotado de material antidisturbios. Ese material tuvo su papel en la avalancha del viernes. Los botes de humo también pudieron contribuir a acorralar a los migrantes contra un rincón en L de la valla, junto al edificio de control fronterizo del paso del Barrio Chino de Melilla. En los vídeos que han trascendido, los antidisturbios marroquís disparan varios botes contra un montón de personas que trata de escalar, unos sobre otros, hacia el tejado, hasta que todo ese grupo cae sobre los que están debajo.
Los asaltos a la valla son ahora menos numerosos, pero con muchos más hombres. La otra diferencia con respecto a casos anteriores es la violencia. Mostrando cascos rajados, diversos sindicatos policiales han denunciado los efectos de la lluvia de piedras que cayó encima de los guardias y policías en el lado español de la frontera. También, y mucho más intensa, cayó sobre los agentes marroquís. En otras ocasiones, los migrantes acuden con ganchos metálicos en las manos, con los que intentar escalar la verja. Esos ganchos se convierten en armas ante las cargas policiales.
Para un mando policial ceutí también consultado, la tragedia del viernes en Melilla podía haberse evitado, y culpa a Marruecos: «No se puede dejar que se embalse tanta gente cerca de la frontera. Una vez que echan a correr contra la valla, lo raro es que no se produzcan más desgracias». Hay no obstante una norma generalizada de congruencia, proporcionalidad y oportunidad en la acción de un escuadrón antidisturbios ante una multitud. «Si está la gente apelotonada, claro que no hay que arrinconarla más, pero habría que estar allí en ese momento para entenderlo», opina esta fuente. Sobre la ausencia de personal sanitario de emergencias en el dispositivo no opina; solo lo certifica.
El pasado viernes, un guardia civil impactado por las imágenes que había visto del lado marroquí de la valla de Melilla comentó a este diario: «No se puede parar a 2.000 personas a pie de valla. Eso es una locura». Y parece que los gendarmes marroquís tratan de disolver las oleadas de migrantes kilómetros atrás, en el monte Gurugú, donde se refugian en campamentos cada vez más multitudinarios. Así lo acredita otro vídeo apócrifo de un policía marroquí de una batalla campal al amanecer entre gendarmes marroquís y migrantes subsaharianos.