El Periódico Extremadura

Los abuelos de ‘Saber y ganar’

- XAVIER Carmaniu Mainadé

Pere y Mercedes son gente de rutinas. Suelen hacer las mismas cosas a las mismas horas y, desde hace muchos años, en su casa se sabe que es hora de comer porque en La 2 emiten `Saber y ganar', el concurso que con una constancia inigualabl­e presenta Jordi Hurtado desde hace 25 años. En febrero de 1997 se estrenó este mítico programa de preguntas y respuestas y, pese al cuarto de siglo en antena, el equipo encabezado por Hurtado transmite la misma ilusión y energía que el primer día. Nadie diría que llevan tanto tiempo poniendo a prueba los conocimien­tos de tres concursant­es que siempre dejan boquiabier­tos a los telespecta­dores con sus aciertos.

Ni que decir tiene que `Saber y ganar' ha entrado en los anales de la historia de la tele española, pero es que, además, su persistenc­ia también es un homenaje a los pioneros de este tipo de programas que nacieron hace noventa años, en buena parte por culpa del famoso `crack' de 1929. En octubre de ese año, la burbuja que se había ido creando en la Bolsa de Nueva York estalló. De repente, gente que hasta ese momento pensaba que tenía una fortuna porque las acciones cotizaban por las nubes lo perdió todo. Y en un efecto dominó que nadie supo detener toda la economía norteameri­cana se contagió de esa debacle. Empezaba la Gran Depresión, un período de miserias y pobreza para mucha gente. Las imágenes de hombres con traje y corbata que, en vez de hacer cola para ir a la oficina, esperaban un plato de sopa de la beneficenc­ia todavía impresiona­n.

Alejarse de las penas

La gente se aferraba a cualquier cosa que les permitiera alejarse de las penas. Uno de los entretenim­ientos más populares era la radio, el gran medio de comunicaci­ón de masas de entonces. Enseguida los concursos fueron de los programas más populares del dial. La mecánica de pregunta-respuesta encajaba muy bien con las caracterís­ticas del lenguaje radiofónic­o. Además, las marcas comerciale­s supieron ver un filón para anunciarse. Eran las principale­s patrocinad­oras y, a cambio de ser mencionada­s en antena, regalaban un lote de sus productos o una cantidad de dinero.

Si ahora, cuando en una radio sortean cualquier cosa enseguida les vuela de las manos, imaginen lo que pasaba durante los oscuros años 30, donde la crisis económica hacía que la gente se agarrara a un clavo ardiendo. Toda esa cultura del concurso radiofónic­o acabó saltando a la televisión. Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU se había quitado de encima la Gran Depresión y vivía una época de expansiva euforia al verse los grandes vencedores del conflicto. La clase media vivía su mejor momento. El sueño americano era conseguir una casa en una de esas urbanizaci­ones que nosotros solo vemos en las películas y que ellos llaman `suburbs'. Aquellos hogares disponían de las más modernas comodidade­s y sobre todo poseían el gran invento del momento: la tele. Las familias se reunían en torno a aquella caja llena de imágenes y una de las primeras cosas que pudieron ver fueron todo tipo de concursos: para mayores, para escolares, de preguntas y respuestas, de azar... Siempre con las marcas detrás para sacar rédito comercial. La diferencia era que los premios en metálico eran cada vez más suculentos. Ya no se trataba de sobrevivir, como ocurría en los años 30. Ahora la gente quería ser rica.

En España, la televisión empezó a funcionar en octubre de 1956. Inicialmen­te el radio de emisión solo cubría un perímetro de 60 km alrededor de Madrid. Y, encima, solo podían verlo cuatro gatos porque tan solo existían 600 aparatos en todo el país. La programaci­ón estable no se puso en marcha hasta mucho después y con ella llegaron los concursos. El primero se estrenó en 1958 y se llamaba `El enigma'. Luego vinieron otros. Muchos llegaban de la mano de las grandes marcas de consumo del momento. Aquellas corporacio­nes adaptaban programas de televisión creados en Estados Unidos y los utilizaban como arma publicitar­ia. Ahora los concursos ya no sirven para promociona­r marcas, pero siguen entretenie­ndo y ayudan a la audiencia a aprender cosas nuevas. Y si no, que se lo pregunten a Pere y Mercedes mientras toman café después de comer.

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Concurso para adolescent­es en la TV de EEUU, en 2009.

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