El Periódico Extremadura

Un pacto para una traición

Es una obligación de la democracia cerrar las heridas abiertas por etapas no democrátic­as

- ALBERTO Hernández Lopo *Abogado, experto en finanzas

Hay quien defiende que criticar o atacar de forma sistemátic­a invalida a quien lo hace. Que no todo puede ser negativo en una acción de gobierno y, aunque sea solo por la desnuda ley de la estadístic­a, debe haber aciertos. Razón no les falta: nada más cansado que escuchar al que sabemos qué va a decir o a contar y, sobre todo, cuáles son las razones detrás de cada argumento o defensa. Claro que vale perfectame­nte igual al contrario, para aquellos a los que todo les parece correcto si quien lo hace pisa con su mismo pie.

Está claro que el pensamient­o critico se bate en retirada, acosado por los discursos y las adhesiones inquebrant­ables. Por la fidelidad mal entendida. No debiera. Es el triunfo del cortoplaci­smo, de contemplar la vida en ciclos electorale­s como los aficionado­s al fútbol lo hacen por temporadas. La continuida­d, por encima de las siglas que ostenten el poder, es una garantía de los ciudadanos. Las institucio­nes y los consensos funcionan como una delegación de la soberanía popular para evitar, precisamen­te, un uso partidista o meramente coyuntural de lo público.

No significa que los consensos estén escritos en piedra. El tiempo puede hacer, incluso justificar, que se modifiquen, enmienden o desaparezc­an. La sociedad cambia, evoluciona. La sensibilid­ad social debe reflejarse en la política, como ya lo hace en las constantes reformas legislativ­as. Tan reaccionar­io es el conservadu­rismo como el ánimo de revolución continua.

Nunca compartí la animadvers­ión de cierta derecha a la ley de la memoria histórica. Es una obligación de la democracia cerrar las heridas abiertas por etapas no democrátic­as, como fue la dictadura franquista en España. Si bien la ruptura legal y política, no exenta de sombras, fue casi modélica, era necesario establecer mecanismos de reparación de aquellos que sufrieron durante la dictadura.

Por eso es más difícil aún de comprender el pacto del PSOE de Pedro Sánchez con Bildu que amplía el horizonte de la norma de 1976 a 1983. Es decir, «invade» años de plena democracia en España, bajo el mandato de la misma Constituci­ón que sigue vigente en la cúspide de nuestro ordenamien­to. Se pone la lupa en unos años en la que los españoles, en una amplísima mayoría, demostraro­n su compromiso democrátic­o: En los que el mayor terror se infundía precisamen­te por aquellos que ahora se consideran torturados. Para eso ya tenemos nuestras normas dentro del estado de derecho, sin necesidad de usar una herramient­a

La sociedad cambia, evoluciona. La sensibilid­ad social debe reflejarse en la política, como ya lo hace en las constantes reformas legislativ­a

pensada para otros fines.

Este pacto compra una peligrosa tesis: los primeros años de nuestra democracia son, en realidad, «post-franquismo» disfrazado. Corrobora así la senda de su socio de gobierno, Podemos, que, dentro de su voluntad republican­a, siempre ha querido revisar esos años como el origen de nuestros problemas actuales. Por mucho que estemos en desacuerdo, están en su derecho de querer cuestionar el llamado régimen del 78. Distinto es el abuso de las capacidade­s del poder para imponer agenda, teniendo en cuenta que su «cuota» de representa­ción no sólo no es mayoritari­a, sino que francament­e retrocede visto los resultados de las últimos cuatro o cinco plebiscito­s autonómico­s.

Vista la (desafinada) sintonía que muestra el gabinete de Sánchez con sus colegas de Podemos (el esperpento de la rueda de prensa de Montero puede llegar hasta a provocar vergüenza) solo cabe entender que esta concesión se realiza en un intento de reforzar lazos con el resto de socios parlamenta­rios. Es decir, un interés particular.

Muchos dirán que ocupa igualmente el primer año de gobierno socialista, tras la victoria de Felipe en el 82. Pero es puramente cosmética, practicada precisamen­te para dar a entender que el «paraestado» fue desmontado por el PSOE. Algo que la historia desmiente y que, como mentira, tiene escaso recorrido.

Un precio muy caro para tan poco botín, aferrarse al cargo. Esta ampliación puede interpreta­rse como una traición. Traición a su propio partido. El socialismo español fue clave para desmontar a la banda terrorista ETA. Muchos de sus mandos sufrieron atentados y fueron víctimas mortales en esos años que ahora pretenden incorporar­se como un período predemocrá­tico. Lo hicieron para defender y luchar por las libertades de todos los españoles, no sólo los que votaban al PSOE.

No, no todo puede estar siempre bien.

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