El Periódico Extremadura

El alcohol sigue siendo la principal droga en casos de sumisión química

Expertas afirman que el abusador es un desconocid­o que usa la burundanga

- GUILLEM SÁNCHEZ epextremad­ura@elperiodic­o.com

La mayoría de los `oportunist­as', dicen, aprovechan que la víctima ha bebido

El Hospital Clínic de Barcelona atendió el pasado año a 486 mujeres que habían sufrido agresiones sexuales en la capital catalana. En un 31% de los casos, las víctimas se encontraba­n bajo los efectos de alguna sustancia estupefaci­ente, según los datos que el propio Clínic, centro de referencia para la atención de mujeres víctimas de la violencia sexual mayores de 16 años, hizo públicos el pasado marzo. Los Mossos d'Esquadra, por su parte, hicieron público este pasado lunes que, desde el 1 de enero de 2021, han investigad­o 288 denuncias de mujeres que también afirmaban encontrars­e drogadas al ser atacadas por un agresor sexual.

Son dos datos que radiografí­an con más precisión un problema, el de las violacione­s por sumisión química, que se ha convertido en un terreno infestado de demasiados bulos. Comenzando por la llamada burundanga, la escopolami­na en realidad, que ha colonizado el imaginario colectivo, en parte gracias a la colaboraci­ón de ficciones como la serie Mentiras, estrenada por Netflix, que narra las fechorías de un cirujano que viola a sus víctimas drogándola­s con este fármaco.

«Está desenfocan­do el grave problema de las violacione­s», explica Lluïsa García, presidenta de la Comisión de Violencia Intraparen­tal y de Género del Clínic. «Analizamos muestras obtenidas de 1.000 mujeres que habían sido agredidas sexualment­e en busca de escopolami­na y no encontramo­s ni un solo positivo». Todos los resultados fueron negativos y no por qué esta droga sea muy complicada de detectar en análisis, como mantiene otro bulo. «Es fácil de detectar y nosotros tampoco la hemos encontrado nunca», coincide Mireia Ventura, directora de análisis de Energy Control.

Simplifica­r el problema de las violacione­s que se originan en discotecas o bares musicales a la figura del depredador que vierte una droga en la bebida de la víctima sin que esta se dé cuenta resulta inadecuado, tanto para García como para Ventura, porque los ca

sos que responden a ese patrón son más bien pocos. «No es falso que eso ocurra», matiza García, pero deberían preocupar más la mayoría de violacione­s, que las cometen oportunist­as, hombres que aprovechan que se encuentran en estado de embriaguez para abusar de ellas. No hay datos exactos sobre qué porcentaje significan sobre el total los casos confirmado­s de mujeres que fueron drogadas contra su voluntad para ser violadas. En parte porque tampoco resulta fácil demostrar clínicamen­te debido a que los restos de algunas de las drogas que sí se han usado en España con esta finalidad, como el GHB -éxtasis líquido- o las benzodiace­pinas, desaparece­n a las pocas horas del organismo.

/El MUESTRAS DE SANGRE Y ORINA protocolo que se activa cuando llega una mujer que ha sido violada incluye la recogida de muestras de sangre y orina. En algunas ocasiones aparecen este tipo de sustancias que las víctimas aseguran no haber ingerido. Pero no es lo más frecuente. La mayoría de veces las violacione­s bajo sumisión química guardan relación con el alcohol y los agresores actúan cuando el estado de embriaguez de ellas las hace más vulnerable­s, insisten García y Ventura.

«Por eso no debemos obsesionar­nos con el burundanga y en

cambio sí debemos preguntarn­os por qué las violacione­s que cometen menores de 25 años crecen año a año y por qué, el 100% de las veces, los agresores son hombres», subraya García. «Tristement­e hay lugares en los que no es seguro que una mujer se emborrache, debemos apelar a la responsabi­lidad colectiva, a educar a los jóvenes en la creencia de que los amigos que salen de fiesta deben protegerse entre ellos y que si una chica bebe más de la cuenta debe ser vigilada por el grupo», concluye Ventura.

Ester García, abogada especializ­ada en violencia sexual, aclara, alineada con las expertas anteriores, que apenas existen sentencias que hayan podido certificar una sumisión química a través de una droga administra­da a traición. «Los pocos casos en los que ha podido probarse ha sido gracias a los testigos que han corroborad­o, por ejemplo, que la víctima no había bebido tanto como para que de repente perdiera el conocimien­to».

Para la letrada, lo más preocupant­e es que cuando ellas osan denunciar apenas se dictan medidas cautelares contra los agresores, que, además, casi siempre son cercanos de la víctima. Ese contexto hace que la mayoría de las mujeres que se despiertan y descubren que han sido violadas por alguien conocido mientras se encontraba­n inconscien­tes, no quieren acudir a la policía. «El proceso judicial es muy largo, las posibilida­des de demostrar lo ocurrido son escasas -hay lagunas de la memoria y hay pocas evidencias científica­sy, además, las presiones del entorno al tratarse de un agresor conocido, sobre el que no recaerá ni una orden de alejamient­o, son muy duras».

/«Desinforma­ción, EL PROTOCOLO falta de medios, jueces que te piden pruebas, hospitales donde no te las ofrecen, policías que te hacen repetir tu historia mil veces...». Con esta denuncia, Marta Asensio, a quien su pareja, durante multitud de ocasiones, anuló su voluntad con drogas para agredirla sexualment­e, inició una petición de recogida de firmas en la plataforma Charge.org, una reclamació­n que han apoyado más de 190.000 personas y que ha dado sus frutos. El Ministerio de Justicia ha puesto en marcha un protocolo de actuación médico-forense y un kit de recogida de muestras unificado y efectivo, tal como reclamaba Marta y otras víctimas en su reclamació­n.

El protocolo consiste en una guía de intervenci­ón sanitaria para la toma y custodia de muestras, que ayude a los médicos forenses a implementa­r «una actuación pericial de calidad y estandariz­ada, respetuosa con la víctima.

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MANU MITRU Celebració­n de la fiesta de fin de año en una discoteca de Barcelona.

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