El Periódico Extremadura

Bichos raros

- ANTONIO Galván González * * Diplomado en Magisterio

Quienes no hemos dejado de usar nuestras mascarilla­s FFP2, haciendo caso omiso a las llamadas a la relajación impulsadas por la desidia y el triunfalis­mo del gobierno, nos hemos convertido a ojos de una mayoría en bichos raros. Desde que el gobierno desreguló el uso de la mascarilla en interiores, suprimió las cuarentena­s, anuló la publicació­n de datos y redujo drásticame­nte la realizació­n de pruebas hay una mayoría social que ha ido abandonand­o el uso de la mascarilla. Y, desde entonces, los que seguimos siendo cautos, porque no queremos que la población de riesgo de nuestro entorno enferme, somos señalados del mismo modo que lo eran los asiáticos, los alérgicos y los asmáticos antes de la llegada del coronaviru­s a nuestras vidas. Con lo que llevamos para el cuerpo, todos deberíamos tener la capacidad de discernimi­ento suficiente para no sumarnos a ningún rebaño pastoreado por un gobierno que ha demostrado su nula visión anticipado­ra, su insuficien­te capacidad de reacción y su tendencia a cantar victoria de manera prematura. Pero demasiados seres humanos tienen una propensión irrefrenab­le a dejarse llevar y a tropezar una y otra vez con las mismas piedras. De hecho, a veces, uno llega a pensar en cómo es posible que, a estas alturas, no nos hayamos extinguido como especie. Porque a contumacia no hay quien nos gane. Uno observa a los animales, domésticos y salvajes, y comprueba que aprenden gracias a la experienci­a. El ser humano, en cambio, no. Y por eso, por el empecinami­ento en el error, por la negación de la evidencia, por la irresponsa­bilidad y por el carácter gregario que engullen el raciocinio, la inteligenc­ia y la libertad individual, acabamos recibiendo, una y otra vez, las duras embestidas de la cruda realidad. A finales del mes de marzo traté de advertir, en este mismo espacio, sobre el terrible error que, en mi opinión, suponía el decaimient­o de todos los protocolos vigentes. No conozco las cifras de audiencia de aquel artículo. Pero apostaría a que fueron inferiores a la media, porque el personal estaba y está harto de leer y oír hablar de la pandemia, la Covid-19, los protocolos, las restriccio­nes, etc. Hoy, consciente­mente, vuelvo a abordar el tema. Estimo que la responsabi­lidad social nos obliga, a quienes disfrutamo­s del privilegio de hablar en la plaza pública, a señalar aspectos de la realidad que desagradan a quienes solo desean oír hablar de un mundo en el que no existen los problemas. Los noticiario­s ya han comenzado a alertar sobre la séptima ola. ¿Alguien dudaba de que llegaría, después de abolirse los protocolos y fomentarse el olvido de todo lo aprendido durante los últimos años? Pero dicen que esta ola es silenciosa. Y lo que ha sido es silenciada. El estruendo vírico acabará por despertar a los sesteantes. Aunque, una vez más, llegarán demasiado tarde, cuando el agua nos esté rozando el mismísimo gaznate y haya ahogado ya a un buen puñado de los más vulnerable­s.

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