El Periódico Extremadura

Gérard Depardieu El golfo más talentoso

- ACTOR FRANCÉS ALFONSO González Jerez

Algunos comienzan a sospechar que Gérard Depardieu decidió abandonar Francia no únicamente por razones fiscales, sino para evitar las denuncias y querellas por abusos sexuales que desde hace algunos años se ciernen sobre él. Es probable. Depardieu ha sido, siempre, un golfo inescrupul­oso de una vitalidad feroz con un inmenso talento actoral. Quizás es esa combinació­n lo que les resulta irresistib­le a los franceses y no los valores interpreta­tivos de una carrera cinematogr­áfica muy irregular.

Nació en 1947, todavía la posguerra, y su familia no tenía un franco que no fuera estrictame­nte para comer. Su padre, un alcohólico analfabeto. Su madre, una mujer destruida que intentó abortarlo. Abandonó el sistema escolar a los 14 años. Sólo aprendió a leer y escribir fluidament­e más tarde. Tres años después ya estaba en París. Trabajó para un contraband­ista de tabaco. De portero en bares y salas de baile. Robó coches. Según cuenta él mismo en sus memorias, antes, en su Châteaurou­x natal, con apenas 10 años, se prostituía con camioneros. Una lucha diaria a cara de perro por la superviven­cia.

Cuando en París se matricula en una escuela de actores tiene una suerte descomunal: Jean-Laurent Cochet, el gran educador del teatro francés, repara en él. Se le antoja un joven con un potencial excepciona­l y lo convierte en su discípulo. Muchas veces le pagará un bocadillo o una tortilla con una botellita de vino. Para que pueda seguir trabajando y estudiando. Depardieu se entrega desaforada­mente a la actuación. Se traga los papeles sin dejar nada fuera, como hace con las piernas de cordero. Pero sigue cogiéndose borrachera­s épicas. Y lo echan de las pensiones. Y roba a algún que otro admirador homosexual.

Todo comienza a cambiar después del 68, que en ese momento se le antojó al actor en ciernes una huelga estudianti­l más; ahora piensa que fue una intrascend­ente rebelión de pijos. Filma una decena de cortos y largos en un lustro hasta el éxito de una película que se tituló en España Los rompepelot­as (1974), dirigida por Bertrand Blier, salvaje, hermosa, trepidante y al cabo melancólic­a historia de dos compinches libres y rufianesco­s. Depardieu parece en el filme un pedazo de verdad sacado directamen­te de la vida. Es puro esplendor. A partir de ahí ascenderá a los cielos filmando con Godard, Truffaut, Pialat, Resnais. Y en los noventa hace de todo: de

Cyrano a Obélix. Cuando parece una figura ya rutinizada por las grandes produccion­es y los premios y distincion­es del cine y el Estado francés ofrece un recital de inteligenc­ia, expresivid­ad y contención interpreta­ndo a un otoñal Maigret en la película homónima dirigida por Patrice Leconte el año pasado. ¿Está mejor que Jean Gabin? No. Tampoco peor.

Gabin era un actor menos explosivo y carnal pero quizás más emocionant­e y eficaz, y un hombre mucho más decente.

Porque ha empezado a caer una tormenta sobre Depardieu y no tiene visos de amainar. Más bien lo contrario. En diciembre de 2008 una actriz, Charlotte Arnould, presentó cargos de violación contra el actor. Después de un rápido archivo se abrió el caso de nuevo en 2020, aún no hay sentencia. Ahora son trece las mujeres (actrices, técnicas, becarias) que le acusan de agresiones sexuales en una investigac­ión periodísti­ca publicada por Mediapart. Aunque aún no lo han hecho varias de las afectadas, con toda seguridad, acudirán a la justicia.

Depardieu lo ha negado todo. Desde 2013 tiene la nacionalid­ad rusa, concedida directamen­te por Putin, al que ha enjabonado patéticame­nte -todo sea por eludir los impuestosp­or más que afirme ahora que rechaza la invasión de Ucrania. También circula el rumor de que le han concedido la nacionalid­ad en los Emiratos Árabes Unidos. La mayor parte de su tiempo lo pasa navegando por el Mediterrán­eo y es altamente probable que en los próximos años navegue más que nunca y se abstenga de pisar Francia demasiado a menudo. Es difícil que una citación judicial llegue puntualmen­te a un yate.

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YURI KOCHETKOV / EFE El actor francés Gérard Depardieu, en Moscú, en 2014.
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