El Periódico Extremadura

«Mi simpatía siempre ha estado con las vírgenes insensatas»

- NATALIA ARAGUÀS epextremad­ura@elperiodic­o.com Escritora. Publica `Chica, 1983'

La escritora, hija de la actriz Liv Ullmann y del director Ingmar Bergman, presenta Chica, 1983 (Gatopardo Ediciones), una novela con tienes autobiográ­ficos que retrata el despertar sexual y la vulnerabil­idad de una adolescent­e.

Una adolescent­e de 16 años viaja a París y se acuesta con A., un fotógrafo de 44 años que promete sacarla en Vogue. Los encuentros, que empiezan con gran deseo por parte de la joven, no tardan en sobrecoger­le y dan paso a la vergüenza e incluso los vómitos y el malestar al contemplar dormido a su amante bajo la luz del día, que le revela como un hombre mayor. Es el argumento de Chica, 1983 (Gatopardo Ediciones), una novela con tintes autobiográ­ficos de Linn Ullmann, unas de las voces más reputadas de la narrativa noruega. Con este retrato sobre el despertar sexual y la vulnerabil­idad de una adolescent­e, la escritora completa la segunda parte de lo que prevé una trilogía. Hija del director de cine Ingmar Bergman y la actriz Liv Ullmann, la primera entrega, Los Inquietos, se inspiraba en su infancia y los últimos días de su padre, recluido en la isla sueca de Faro.

– Tuvo en mente Chica, 1983 muchos años antes de escribirlo. ¿Por qué le costó tanto?

– Muchos escritores, artistas en general, tienen algunas historias o experienci­as que les persiguen durante toda su vida, no tiene por qué ser la más dramática, terrible o hermosa, pero son la base de lo que escribes. Esa historia sobre la niña del libro, o yo en París cuando tenía 16 años, siempre ha estado conmigo. Traté de escribirla muchas veces y no funcionaba. Pero ahora, cuando miro hacia atrás y pienso en mis otros libros, puedo ver que esta historia de fragilidad, de estar en el espacio entre un sí y un no, entre un niño y un adulto, siempre ha estado ahí, entre el juego y la violencia.

En cierto modo recuerda a El de Vanessa Springora, que planteaba cómo durante una época se naturaliza­ba en Francia que una adolescent­e, en su caso de 13 años, estuviera capacitada para consentir una relación con alguien casi 40 años mayor, el escritor Gabriel Matzneff.

– consentimi­ento, – Leí El Consentimi­ento cuando estaba casi acabando con mi libro. Pero hay diferencia­s sustancial­es entre la memoria de Springora y mi novela. Su libro, una autobiogra­fía, describe cómo un autor muy conocido en Francia abusó de muchos niños y todo el mundo lo sabía, no fue un escándalo cuando sucedió. Ella era una de esos niños y tenía 13 años, creo que hay una gran diferencia, el abuso es muy claro. En Chica, 1983 no me interesa tanto la identidad de A., el fotógrafo, como la chica. ¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué la niña que no era del todo una niña, pero tampoco una adulta, fue con él y qué sintió?

Es una edad fronteriza.

– Los 16 años son muy importante­s, es la frontera entre niño y adulto. Muchas cosas suceden en el alma, el cerebro y el cuerpo. Al principio de la novela ella piensa que va a comerse el mundo, que es la mujer más sofisticad­a y por fin ha sido vista, descubiert­a en París. No tiene ni idea de que ese hombre se interesarí­a en ella de esa manera porque piensa que él es un adulto y ella todavía una niña. Y luego se pierde en París y termina en el apartament­o de A. porque ha olvidado la dirección de su hotel y tiene un papel con la dirección del fotógrafo. Va a su casa y se siente abrumada por el deseo, por esos enormes sentimient­os que no tardan en transforma­rse en miedo. Quería escribir de eso. Springora más bien retrata una sociedad y una cultura donde la pedofilia estaba más o menos permitida.

Pero en Chica, 1983 el maquillado­r que la prepara antes de una sesión de fotos advierte a la protagonis­ta: «Sueñan con una pederastia general». Su objetivo es maquillarl­a para que aparente tener 14 años. ¿Hasta qué punto el apetito de chicas tan jóvenes es una pulsión en hombres maduros?

– – Bueno, no sé si he escrito un libro sobre pedofilia. En Noruega y en Francia a los 16 años te consideran adulto. Los cuerpos de niñas y mujeres jóvenes siempre han sido parte de transaccio­nes, ha sucedido en diferentes épocas y lamentable­mente no desaparece, pero esta es más una historia sobre el deseo de la niña y cuanto participa en esa fantasía porque quiere ser vista. Eso puede haber cambiado en la actualidad, pero ella anhelaba la mirada de esos hombres.

¿Qué le diría a esa chica?

– Me interesa mucho más lo que los jóvenes puedan enseñarme a mí. Escribí este libro cuando mi hija tenía 16 años. Ahora tiene 19, pronto dejará su hogar para ir a estudiar a Copenhague. Muchas mujeres, al menos de mi edad, han tenido experienci­as similares a la de Chica, 1983, luego sienten vergüenza de contarlas porque no es una historia clara, del tipo: «Yo era una buena chica, virgen, y llegó el monstruo».

También da a entender que la madre de la protagonis­ta le dijo que no fuera a París, pero quizá pudo haber hecho más.

– – No. No estoy interesada en culpar. Quería retratar una relación madre e hija llena de amor y malentendi­dos en que cada una lo hace lo mejor que puede.

– Sus padres son el director Ingmar Bergman y la actriz Liv Ullmann. ¿Abruma?

– Ser hija qué es, ¿un certificad­o? Llevo 20 años siendo escritora, antes fui periodista. Admiro inmensamen­te el trabajo de mis padres, eran grandes artistas. Mi hijo también es cineasta y justo ahora empieza su primera película, ha hecho muchos cortos. Mi hija apunta maneras de escritora, como yo y mi marido. Pero he escrito suficiente­s libros como para que no se me compare en relación a mis progenitor­es, sino por mis méritos literarios.

«No sé si he escrito un libro sobre pedofilia. En Francia y en Noruega a los 16 años te ven ya como un adulto»

– Chica, 1983

En habla de la parábola de las Diez Vírgenes: cinco eran prudentes y les fue todo bien, las otras cinco insensatas y sobre ellas se cernió la desgracia. ¿Tradiciona­lmente reconforta­ba que a las vírgenes insensatas les fuera mal?

– Siempre me ha fascinado esa parábola de la Biblia. Mi simpatía está con las vírgenes insensatas, no con las previsoras, porque la vida me ha enseñado que es imposible estar siempre preparado para sus golpes, para el fin de nuestros días y de nuestro mundo. Tuvimos una pandemia de covid que nos lo enseñó y ahora tenemos otra pandemia de ansiedad, depresión y tristeza. La gente se aflige porque nadie puede prever cuanto vaya a sucedernos.

«He escrito suficiente­s libros como para que no se me compare en relación con mis padres, sino por mis méritos»

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