Sobresaltos
Alos periodistas no nos hace ni pizca de gracia cuando algún sabiondo, a cuenta de los escándalos, del ámbito que sean, nos dice aquello de «anda, ahora sí que estaréis entretenidos». O aquello de «ahora sí que tenéis para rellenar». Como si rellenar equivaliese a informar y el trabajo del periodista consistiese en encontrar algo que contar, sin importar el interés del contenido. Uno y otro comentario los habremos podido escuchar repetidamente a lo largo de los cuatro años de mandato que ahora concluyen en el Ayuntamiento de Badajoz, donde solo ha faltado la erupción de un volcán en el Fuerte de San Cristóbal o que estallase una guerra con el país vecino que provocase la subida del coste de las toallas, el café y el bacalao para rematar los conflictos ocurridos en el ámbito municipal.
Los resultados de las elecciones de mayo de 2019 y los posteriores tejemanejes entre las formaciones políticas para llegar a un acuerdo con el que formar gobierno en el ayuntamiento marcaron un precedente que determinaría lo que habría de ocurrir después. Ciudadanos, con solo cuatro concejales, logró convencer a los populares, con nueve, para repartirse la alcaldía: dos años para Francisco Javier Fragoso y otros dos para Ignacio Gragera. Los naranjas supieron negociar y el que reparte reparte se quedó con la mejor parte, que es la última parte del mandato. De aquellos barros vinieron avalanchas de lodos.
Sin duda la peor etapa fue la de la crisis sanitaria, que obligó a ciudadanos e instituciones a reiventarse. El Ayuntamiento de Badajoz estuvo al quite con medidas que tuvo que idear de un día para otro sin saber a qué se enfrentaba, siempre con la duda de si serían suficientes. La oposición no estuvo demasiado comprensiva e incidió en los desaciertos sin ser consciente de las inabarcables dificultades.
Desde el comienzo del mandato se sabía que las relaciones entre los integrantes del triunvirato no serían sencillas. El concejal de Vox, Alejandro Vélez, marcaba territorio y fue el primero en practicar el transfuguismo, cuando dejó el partido que lo había aupado a la experiencia en política municipal, de la que ahora no quiere desprenderse.
La legislatura llegó a su ecuador y Fragoso tuvo que abandonar el sillón para que lo ocupase un recién llegado, Ignacio Gragera, todavía de Ciudadanos. Este trasvase supuso un antes y un después en los sobresaltos que se han vivido en el palacio municipal. Enemigo de los conflictos, Gragera firmó de buena gana el caramelo envenenado que María José Solana le puso sobre la mesa con el acuerdo de equiparación salarial para la Policía Local. El resto de funcionarios se sublevaron y el PP se acongojó. Tanto que no dudó en poner a su concejala a los pies de los caballos con tal de no enfadar a los jefes de servicio. Gragera no tragó y retiró todos los honores a Solana, a la que no quedó otra que marcharse y de la que nunca más se supo, a pesar de haber sido la mano derecha de Fragoso, que también anda buscando cobijo.
El nuevo PP provincial de Manuel Naharro tenía la difícil tarea de buscar un candidato y designó a Antonio Cavacasillas, que aceptó el reto sin aspavientos, temeroso de que el sueño se le escapase como arena entre los dedos. Así ocurrió. Gragera salía por la tangente cuando le preguntaban por su futuro político, El presente del partido naranja empezaba a flaquear. Todo hacía sospechar que se dejaría tentar por el PP, cuyas encuestas enfocaban al flamante alcalde, que en poco tiempo había dado sobradas muestras de saber estar y de saber gestionar. Hasta que el día de la Inmaculada Concepción se produjo la revelación y Gragera se hizo popular, que ya lo era en tan poco tiempo. Se convirtió en el primer alcalde no adscrito de la enciclopedia de alcaldes. Sin pudor. Solo quedaba por ver que el concejal no adscrito formase un partido local con nombre de cerveza o que regresase a la ciudad el redentor del equipo de fútbol con aspiraciones de mandatario. El sobresalto del 28M no será el último.
Desde el comienzo del mandato se sabía que las relaciones entre los integrantes del triunvirato no serían sencillas