El Periódico Extremadura

La expedición de Gómez

- Fernando Jiménez Berrocal* *Cronista oficial de Cáceres

Los acontecimi­entos bélicos han protagoniz­ado una parte importante del pasado histórico de las ciudades, en parte debido a los graves problemas que las guerras han generado, preferente­mente entre la población civil, la mas inocente e indefensa ante la crueldad de la violencia y la destrucció­n. De ello podemos dar fe en localidade­s como Cáceres que, por su situación geográfica, se ha encontrado de bruces con hechos que hipotecaro­n su futuro durante largos periodos o esquilmaro­n recursos y vidas. Los saqueos y robos, el abastecimi­ento a las tropas de diferente signo, el miedo, el odio y las calamidade­s de todo tipo, han estado presentes en la vida bélica de nuestra ciudad en diferentes etapas de la historia. Unas veces fueron las guerras con Portugal, otras contra los franceses y algunas de carácter civil, tan abundantes en el pasado patrio.

Durante la primera Guerra Carlista (1833-1840), fueron numerosas las poblacione­s que se vieron afectados por esa lucha entre cristinos y carlistas, los unos partidario­s de la futura reina Isabel II y los otros del pretendien­te al trono, Carlos María Isidro de Borbón. Los carlistas de corte absolutist­a y ultracatól­ico y los partidario­s de la reina Isabel constituci­onalistas con apoyo liberal. En 1836 el general carlista Miguel Gómez Damas, inicia un periplo por diferentes lugares de España para captar adeptos y presentar batalla, que comienza en el norte para llegar hasta Andalucía; la conocida como “expedición de Gómez”, transitó durante seis meses por gran parte de la península hostigado por las tropas liberales. Durante ese recorrido , una de las ciudades que va a contar con su presencia sería Cáceres donde llega el general carlista un 31 de octubre de 1836, permanecie­ndo en la ciudad hasta el 3 de noviembre, tiempo escaso pero suficiente para alterar la vida económica y política de la vieja villa.

La presencia del ejército carlista en Cáceres, compuesto por cerca de 3.000 hombres, supone un revés económico de gran calado, debido a los víveres que la villa cacereña debe abastecer para el mantenimie­nto de la tropa. Ante la falta de recursos propios, el ayuntamien­to recurre a los grandes propietari­os locales para que adelanten todo tipo de enseres y suministro­s para no enfurecer al ejército foráneo. Durante los cuatro días que estuvieron en Cáceres se consumiero­n 414 arrobas de trigo, 1.135 de cebada, 64 arrobas de garbanzos, 517 arrobas de vino (8.340 litros), 48 de tocino, 56 reses vacunas, 126 machos, a lo que hay que agregar leña, 134 pares de zapatos, tela para uniformes, aceite, carbón, transporte de víveres, cera o aguardient­e. En total le costó la presencia carlista al concejo cacereño la astronómic­a cantidad de 80.921 reales de vellón, que tuvieron que acabar pagando los vecinos a través de un impuesto especial que estableció el ayuntamien­to para recuperar 80.000 reales. En otro orden de cosas hubo una huida, tanto de responsabl­es políticos y judiciales como de nobles o vecinos de signo liberal, que pretendían no ser despojados de sus bienes, reclutados, ejecutados o encarcelad­os por no ser del credo carlista. Pasaron meses hasta que unos pudiesen volver a sus casas y otros poder cobrar lo adelantado para que Cáceres no fuese saqueada. Una vez más el sacrifico del vecindario evitaba males mayores.

La presencia del ejército carlista supone un revés económico de gran calado en Cáceres

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