El Periódico Extremadura

Examen de conducir

- Rosalía Perera ABOGADA

«Mucha suerte, lo vas a lograr, solo debes respirar y estar tranquilo «. Se fue caminando, y su espalda y sus pasos decían lo contrario. Los nervios le pisaban los talones. Y la confianza en sí mismo parecía revolotear sobre la cabeza, como moscas incomodas, que no acaban de posarse. El permiso de conducir parece que es lo que valida la mayoría de edad. Votar y conducir. En Estados Unidos ocurre lo mismo con la edad en que se puede beber alcohol. Símbolos, o pistoletaz­os de salida reales, para comenzar a ser adultos.

Lo consiguió. Y se le estampó en la cara la palabra libertad. Como una sonrisa. Que no se le iba, contandolo a su novia, a la familia, a los amigos. Piénselo un poco. La inversión en un poco tiempo, un poco de dinos nero, para conseguir el permiso, es para siempre. Ese cartón plastifica­do es el salvocondu­cto para ver el mundo. Para entrar y salir, para ir y volver, para conocer y quizá quedarse. Para aprender, para compa

rar, para valorar, para echar de menos y para dejar de echar de menos. Para acercarse a quien quieres, para alejarse, dando un volantazo, de quien no te quiere. Para deambular, sesteando caminos, sin prisa, viajándose a uno mismo, pensándose, indagando respuestas. Para encontrar tiempo, y olores, y sabores, y acentos, y paisajes ajenos. Para hacerlos nuestros. Sobre el capó del coche, detenido en un cruce, se desplegaba­n los mapas de carreteras. En casa, antes de comenzar el viaje, se viajaba, subrayando en rojo la ruta soñada. Pierre Loti, Agatha Christie, Steinbeck, Paul Bowles…

llevan lejos. Caminamos con sus libros en el asiento de al lado, como si fueran copilotos. Desiertos, costas blancas, ciudades medievales, montañas escarpadas… son tesoros prometidos en el envés de ese carnet. Paraísos escondidos en un caja de pandora o la Cueva de Ali Baba que se abre no con palabras mágicas, ni frotando ninguna lampara, sino solo con el pequeño papel que lleva su fotografía y su nombre estampado. Y la fecha de hoy. Apto. Una palabra y el mundo se abre para él. Entero, maravillos­o, para recorrerlo, libre, con el corazón lleno, y el viento en la cara.

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