Carnicerías Bernal, familia, ideas y trabajo
Que crearon Marcial e Ignacia de la nada es una seña de identidad local
El apellido Bernal va unido indisolublemente a la carne y, en sus orígenes, a un barrio, el Rosal de Ayala, que recientemente ha homenajeado a Marcial Bernal e Ignacia Mateos. Ellos fueron los artífices de una empresa que nació «con mucho esfuerzo y sacrificio», en palabras de su hijo José Antonio Bernal, que además fue el pregonero de las fiestas del barrio. Junto a sus hermanos, ha mantenido vivo, ampliado y modernizado, un negocio que cuenta con cuatro carnicerías y una sala de despiece propia.
José Antonio Bernal se emociona cuando recuerda los primeros momentos de lo que hoy es Carnicería Bernal. Originarios de Sorihuela y Nava de Béjar, en Salamanca, su abuelo paterno se dedicaba «a la venta ambulante de carne». Era el año 1969/1970 y se movía en moto.
Los comienzos de Marcial e Ignacia también fueron en la venta ambulante, pero ya en un pueblo cacereño, Villanueva de la Sierra, donde montaron «un mostrador» en el que vendían la carne «a los jornaleros».
Bernal destaca que su madre siempre ha sido «superemprendedora y no quería quedarse en un pueblo». Por eso, entre varias opciones, ya casados y con dos hijos de 5 y 6 años, decidieron trasladarse a Plasencia.
Corría el año 1976 y fue el 15 de diciembre cuando abrieron su primera carnicería en el Rincón de Cabezuela, en el Rosal de Ayala. Bernal recuerda que tenía dos plantas y, en la superior, pusieron dos camas y una cocina. Pasaban el día allí y solo por la noche iban a dormir a su casa, en la calle Cristóbal Colón, en Miralvalle.
El abuelo paterno los promotores, Marcial e Ignacia, comenzaron con venta ambulante
Matrimonio unido
De aquellos tiempos, Bernal recuerda cómo su madre «aplastaba los filetes con una piedra para romperles la fibra y que salieran más tiernos» y cómo su padre «se iba a dormir a la puerta de los mataderos para cargar y venirse con la mercancía» y así comenzar a vender desde primera hora.
El matrimonio se había casado con 20 y 24 años y Bernal tiene claro que su madre «tenía la idea y la ejecutaba mi padre, siempre ha estado muy unido».
Aunque «la ilusión de mi vida siempre fue ser carnicero», Bernal estudió Administrativo, pero no dudó en quedarse en Plasencia para seguir con el negocio.
Así, en 1989, alquilaron un local en Santa Elena y abrieron otra carnicería, lo que supuso «un antes y un después». Su madre y él se pusieron al frente de la nueva tienda y su padre y su hermana se quedaron en la primera. Más tarde, se incorporaría el marido de esta a Santa Elena. Bernal quería «crear una marca y que la venta de carne se asociara al apellido».
Así se fue ampliando el negocio, hasta que en 1996, abrieron una carnicería más en la avenida de Extremadura, con otro hermano al mando. Bernal destaca además a sus trabajadores, que junto a la familia forman un equipo de 12 personas. «Yo puedo tener muchas ideas, pero sin un equipo ejecutor, de nada te vale».
En el 2004 y el 2010, llegaron una carnicería con charcutería en Sor Valentina Mirón, en la que entró su mujer y una sala de despiece junto al primer local del Rosal de Ayala.
Después, crearon Telecarne, para acercar el producto a los clientes, algo que les permitió afrontar con solvencia la pandemia y ganar más clientela. A todos les están «muy agradecidos».
Ahora, han comprado el local de la avenida de la Vera para ampliarlo y quieren sacar una App. Todo para mostrar que Carnicería Bernal es «una marca viva», que conserva la filosofía del «esfuerzo, el sacrificio y la austeridad» y con José buscando siempre reinventarse, «a ver qué hago diferente para mejorar».
Entre familia y trabajadores, son un equipo de doce personas repartidos en cuatro tiendas