El Periódico Extremadura

Víctor Erice pone Cannes a sus pies con `Cerrar los ojos'

La cita estrena fuera de concurso el esperado cuarto filme del director vizcaíno El realizador de `El Sur' no ha viajado al certamen para presentar la película

- NANDO SALVÀ epextremad­ura@elperiodic­o.com

Víctor Erice ha viajado finalmente al sur, aquel territorio mítico al que no pudo llegar en su día porque su segundo largometra­je, El sur (1983), quedó inconcluso por problemas presupuest­arios; ha incorporad­o a su universo cinematogr­áfico La muerte y la brújula, cuento de Jorge Luis Borges que iba a adaptar para la televisión antes de que la tarea fuera a parar a Carlos Saura, y ha hecho realidad al menos en parte- su versión de El embrujo de Shanghai, proyecto que le fue arrebatado de las manos a finales de los 90 por el productor Andrés Vicente Gómez.

Cerrar los ojos, que es el cuarto largometra­je de su carrera y el primero que dirige en más de tres décadas, y su regreso al Festival de Cannes desde que El sol del membrillo (1992) le proporcion­ó el premio del jurado, es para el director vizcaíno no solo su obra más personal sino algo parecido a un exorcismo, una forma de saldar cuentas con su propia carrera y, quizá, quedar en paz consigo mismo. Dada esa conexión extraordin­ariamente íntima que la película mantiene con su autor, y la claridad con la que la pone de manifiesto, hacen que resulte particular­mente triste la decisión de Erice de no viajar al certamen para presentarl­a. La tomó en base a razones muy concretas y tal vez un día las exponga, pero mientras tanto resulta inevitable suponer que están relacionad­as con la forma que la organizaci­ón ha tenido de estrenar mundialmen­te la película -incomprens­iblemente, no figura entre las aspirantes a la Palma de Oro-; su ausencia le impidió el lunes comprobar de primera mano las extáticas reacciones que causó.

/Es esa dimensión DIFERENCIA CRUCIAL autobiográ­fica y metatextua­l lo que en mayor medida otorga su poder hipnótico y arrebatado­r a una película que, pese a mantener conexiones íntimas con las anteriores de su director, difiere de ellas en un aspecto crucial. Parte de lo que permitió a Erice ser reconocido como uno de los más elocuentes poetas visuales tras el estreno de las que siguen siendo sus dos obras maestras, El espíritu de la colmena (1973) y El sur, es la preci

sión con la que usó el celuloide para explorar su fascinació­n por las cualidades pictóricas de la luz, su talento único para la composició­n de los planos, su capacidad para crear imágenes que emanaran tactilidad y temperatur­a. Cerrar los ojos carece de esas cualidades. La cinta cuenta la historia de un cineasta (Manolo Solo) que tiempo atrás dejó inacabada una película a causa de la inexplicab­le desaparici­ón de su actor protagonis­ta (José Coronado), y que como consecuenc­ia de ello decidió retirarse del cine -como casi hizo Eri

ce- para trasladars­e a Andalucía como, decimos, no pudo hacer Erice-. Dos décadas después, el misterio vuelve a cobrar fuerza cuando un programa de televisión se interesa por el caso, y cuya emisión deriva en una investigac­ión que nada tiene que ver con una intriga detectives­ca sobre lo que pasó, cómo y por qué. Y, mientras reaviva recuerdos sobre su amigo, se va enfrentand­o paulatinam­ente a los suyos propios. Su regreso al pasado, pues, es un proceso de reconcilia­ción, como el que llevó a cabo la niña de El espíritu de la colmena mientras buscaba al monstruo de Frankenste­in o el que emprendió la protagonis­ta El sur en su empeño por hallar al padre. Como en sus películas previas, el laberinto de la memoria es uno de los temas esenciales de Cerrar los ojos.

No solo es su filme más personal, es también una forma de saldar cuentas con su carrera profesiona­l

/El otro, de forma EL PODER DEL CINE más directa y abrumadora que nunca antes en la obra de Erice,

es el poder del cine. Sus 170 minutos incluyen lamentos sobre el proceso de obsolescen­cia del medio; alusiones visuales al celuloide, las salas y los gigantesco­s proyectore­s; referencia­s musicales a clásicos -la versión que Solo canta de My rifle, my pony and me, melodía más icónica de Río Bravo (1959)-, y sucesivos argumentos en defensa de la capacidad que las ficciones proyectada­s sobre una pantalla grande tienen para organizar la realidad y mitigar el caos consustanc­ial a ella; para hacérnoslo entender todo y congelar el tiempo.

Y todo queda demostrado con contundenc­ia en una escena final que para Erice, además, es una bella forma de cerrar el círculo. Si, en El espíritu de la colmena, la niña Ana mantiene sus ojos totalmente abiertos al descubrir al monstruo sentada en la butaca del cine, ahora esa imagen recibe una réplica sublime cuando, devastado frente a la pantalla, Coronado cierra los suyos.

 ?? EUROPA PRESS ?? Helena Miquel, José Coronado, Ana Torrent, Manolo Solo y María León, en el Festival de Cannes, el lunes.
EUROPA PRESS Helena Miquel, José Coronado, Ana Torrent, Manolo Solo y María León, en el Festival de Cannes, el lunes.

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