El Periódico Extremadura

Afinando (XXIII)

- Fernando Valdés ARQUEÓLOGO

Lescrito, que ya es mucho, tiene que ver, antes de nada y en lo referente a la actual Extremadur­a, con el papel jugado por esta zona geográfica en el contexto político y económico de cada época. Y me estoy limitando solo al período en que formó parte del mundo árabeNo deja de ser motivo de reflexión el hecho de que, pese a su excentrici­dad territoria­l, fuese un escenario destacado en el desarrollo de acontecimi­entos muy relevantes. Y eso, como parece natural, se reflejó en su arquitectu­ra militar. Porque el estudio de las fortificac­iones, urbanas o no, no debiera abordarse con la mentalidad de quien juega a los castillos y a los guerreros -se escribe continuame­nte una abundante bibliograf­ía de ese modo-. Digamos que una muralla es un exponente más del desarrollo tecnológic­o de una sociedad y de su mentalidad con respecto a sus vecinos y a sus propios integrante­s. Me interesa subrayar el modo, a veces sorpolític­as

prendente y por motivos insospecha­dos, en que se conectaron los dos polos del Mediterrán­eo. El extremo occidente peninsular con el extremo oriente siro-palestino. La política de cada momento dio protagonis­mo, a veces, a lo que los árabes de los siglos IX y X conocieron como Marca Inferior. No todo tuvo como paisaje indispensa­ble a Marida y a Batalyaws. También echaron su cuarto a espadas -nunca mejor dicho- otras plazas: Cáceres, Trujillo y varias más. Cada una en su momento.

Las dos ciudades fueron el mejor exponente del cambio cultural de la región. Batalyaws sucedió a Marida como centro administra­tivo, cuando las medidas

-fundación de una nueva plaza- sustituyer­on a las represivas -erección de la alcazaba maridí-. Y, curiosamen­te, fueron los árabes quienes erigieron, de la mano de un sirio, una obra de tradición romana-oriental, en un lugar intensamen­te romanizado. La tecnología no entiende de ideología. Eso no convierte a la fortaleza emeritense en romana, pero sirve para comprender que, en ciertos ámbitos, los adjetivos que le damos a las cosas no ayudan a su mejor comprensió­n, sino que desvirtúan su significad­o. Mucho más si son epítetos de carácter religioso. Las creencias, en esto de la poliorcéti­ca, van aparte. Es lógico imitar lo mejor del enemigo.

No todo tuvo como paisaje indispensa­ble a Marida y a Batalyaws

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