Piden retrasar el horario de entrada de los adolescentes al instituto
Los expertos coinciden en que la estructura actual impacta negativamente en la salud de los jóvenes Critican las seis horas de clase casi seguidas y comer, en el mejor de los casos, a las 15.00
La idea de que los horarios escolares actuales de los adolescentes no favorecen su salud es generalizada; cuando menos entre familias y pediatras. Lo dice la ciencia. Hacer entrar a los chicos de 13, 14 o 15 años al instituto a las ocho de la mañana (o incluso antes), impartir seis horas de clase prácticamente seguidas y no llegar a comer a casa, en el mejor de los casos, hasta las tres de la tarde (a veces más, en función de la distancia), es, desde un punto de vista estrictamente médico, absolutamente desaconsejable y obliga a un replanteamiento.
Lidón Gasull, directora de Asociaciones de Familias de Alumnos de Cataluña (aFFac), entidad detrás del informe La jornada escolar a debate: más allá del binomio continua-partida, tiene muy identificadas las cinco medidas que se podrían aplicar sin necesidad de causar grandes cismas, y tendrían un impacto directo en la calidad de vida de nuestros adolescentes. La primera --también apuntada por los médicos-- es retrasar la entrada al instituto de los alumnos de la ESO a las nueve de la mañana. La segunda es que la hora del recreo pase a ser considerada hora lectiva --como sucede en Primaria-para quitarles algo de carga lectiva. La tercera --y clave-- es introducir la fiambrera como opción a implementar en la secundaria: una sala con neveras y microondas. La cuarta es adelantar también las extraescolares y, la última, «tener en cuenta en toda esta reorganización que el ocio y la socialización es muy importante para los jóvenes».
«Hay que ir mucho más allá, pero estas son las medidas que podrían tomarse ya», añade Gasull, quien tiene clara la necesidad de un cambio profundo que pase, entre otras cosas, por poner los comedores escolares también a disposición de los alumnos de secundaria. Más allá de lo absurdo del horario --es obvio que comer a las cuatro de la tarde no es saludable--, destaca que muchas veces esos adolescentes acaban comiendo en casa solos. «A nadie se le ocurre dejar a un niño de seis años comiendo solo, en cambio
a un adolescente de 12, sí, por esa falsa autonomía -apunta Gasull-. Sin embargo, el adolescente necesita un acompañamiento, una observación que nos permite detectar muchísimas cosas».
El / pediatra Gonzalo Pin, especialista en el sueño, coincide con ella en la necesidad de que los institutos empiecen más tarde: a las nueve de la mañana. «El reloj biológico durante la adolescencia se va retrasando; aproximadamente dos horas en las niñas y tres horas en los niños», detalla el doctor. Por ese mismo motivo, recomienda a los docentes que no pongan exámenes a los chavales los lunes a primera hora, que lo hagan mejor los miércoles a mitad de mañana, y pide a profesores y padres que entiendan que «los adolescentes van a dormirse más tarde».
Para facilitar conciliar el sueño, Pin recomienda también, reto de dificultad extrema, «evitar el uso de pantallas a última hora de la tarde, una hora y media antes de irse a la cama». «Si vigila
LAS PANTALLAS A ÚLTIMA HORA
mos eso, vamos a mejorar su salud mental y su capacidad de aprendizaje», señala. «Según la National Sleep Foundation -referencia mundial en estudios de sueño-, el tiempo de sueño recomendado para niños entre 6 y 13 años es de 9 a 11 horas, y para adolescentes de 14 a 17 años, de 8 a 10 horas», prosigue el doctor, quien añade que, según un estudio realizado en la Comunidad Valenciana, el 52,8% de los adolescentes van a clase habiendo dormido menos de 8 horas.
Pin insiste en que en la adolescencia se produce, por un lado, un retraso fisiológico del reloj biológico que impulsa a iniciar el sueño más tarde y a despertarse más tarde. Y por el otro, una mayor sensibilidad a la luz a última hora del día y menor por la mañana, lo que dificulta su capacidad de mantener la atención a primera hora de la mañana. «Todo ello ha llevado a recomendar retrasar media hora el inicio de las clases. En los lugares donde se ha llevado a cabo, más del 80% del tiempo extra lo han dedicado a dormir más, lo que ha mejorado el rendimiento escolar y ha disminuido los problemas de conducta dentro del aula», continúa Pin, quien pone más evidencias sobre la mesa. «El déficit crónico de sueño del adolescente, que es una época de la vida con grandes cambios hormonales, se relaciona con incremento del riesgo de depresión y autolisis, menor capacidad de aprendizaje, peor regulación emocional, aislamiento social o menor actividad física. De tal manera que este jet lag escolar condiciona la tasa de fracaso escolar y el estado de salud mental, convirtiéndose en un problema de salud pública».
En cuanto a la jornada continuada, el pediatra apunta que no solo se relaciona con un menor tiempo de sueño, sino también con un mayor uso de pantallas y tecnología. Acerca de los comedores escolares en los institutos como propone la aFFac, Pin coincide en que estos tienen un papel fundamental tanto para la equidad nutricional de los adolescentes como para adecuar y equilibrar los horarios escolares y nutricionales. «Sin duda es un elemento básico para la educación en nutrición saludable», zanja.