`Oppenheimer' arrasa en unos Oscar sin sorpresas
Siguiendo los pronósticos, el filme de Christopher Nolan se llevó siete estatuillas, entre ellas la de mejor película, dirección y actor, en una velada en la que `La sociedad de la nieve' y `Robot dreams' se fueron de vacío
La historia en pasado y en presente, en cine y en la vida real, se dio la mano este año en los Oscar. Oppenheimer, la obra sobre el padre de la bomba atómica, se coronó como la mejor película en la 96ª edición de los premios de la Academia de Hollywood. Esa ha sido una de las siete estatuillas de una película que llegaba con 13 nominaciones y que ha llevado a su primer Oscar como director en su octava nominación general a Christopher Nolan, a Cillian Murphy como mejor actor y a Robert Downey Jr como actor de reparto. Los premios de fotografía, montaje y banda sonora, completaron su triunfo.
La victoria como mejor película, a la que una extraña presentación por parte de Al Pacino añadió
una sensación de anticlímax («mis ojos ven Oppenheimer», dijo al abrir el sobre), era una que se anticipaba. Representa la consagración definitiva de Nolan, un autor imprescindible hoy, y de su apuesta por un cine entendido de forma clásica, en salas y en celuloide (como también ha defendido apasionadamente el director de fotografía Hoyte an Hoytema).
Tras varios años recientes de los Oscar entregados a películas de corte más independiente, como el año pasado Todo a la vez en todas partes, o antes Coda, Parásitos o Moonlight, esta edición devuelve a los Oscar a su entrega al cine comercial, pero no de superhéroes. Y ha acabado de dirimir el duelo cinematográfico que Oppenheimer libró este año con Barbie. La película que recaudó casi 1.500 millones de dólares en las taquillas de todo el mundo se ha ido del Dolby Theater de Los Ángeles solo con el esperado Oscar de mejor canción por What was I made for? para Billie Eilish y su hermano Finneas, ya los ganadores más jóvenes con dos estatuillas, pero ninguna de las otras siete a las que optaba.
El premio a la mejor película para Oppenheimer era también el culmen de una noche con pocas sorpresas, donde se cumplieron ese y la mayoría de los pronósticos, incluyendo los aplaudidos a mejor guion para Anatomía de una caída, la triunfadora de Cannes y, en categoría adaptada, para American Fiction, cuyo director y guionista, el novel Cord Jefferson, pidió a Hollywood que deje de ser un lugar «alérgico al riesgo» y les sugirió: «En vez de hacer películas de 200 millones de dólares, hagan 20 de 10 millones, o 50 de cuatro».
Una de las mayores incógnitas de la noche, la del Oscar a mejor actriz, se acabó resolviendo a favor de Emma Stone, que ganó su segunda estatuilla tras la de La la land por su creación de Bella Baxter en Pobres criaturas, la película de Yorgos Lanthimos también premiada en maquillaje y peluquería, diseño de producción y vestuario.
Su victoria ha dejado a las puertas de la historia a Lily Gladstone, ya la primera actriz protagonista nativa estadounidense nominada en la categoría por su trabajo en Los asesinos de la luna. Y ella, y la película de Martin Scorsese, se fueron de vacío, como Maestro o Vidas pasadas. Para Scorsese es una situación conocida: también con Gangs of New York y El irlandés alcanzó las 10 nominaciones y entonces, como ahora, ninguna se volvió premio.
/ EL FIN DE LOS SUEÑOS ESPAÑOLES
La predictibilidad de esta edición, que dejó aplaudidos momentos como el Oscar de actriz de reparto a Da'Vine Joy Randolph por su trabajo en Los que se quedan o el primer Oscar como director para Wes Anderson (por el corto La maravillosa historia de Henry Sugar), ha sido también la portadora de malas noticias para los sueños españoles.
El de Robot Dreams en categoría de animación lo pinchó El chico y la garza, la película del maestro de la animación Hayao Miyazaki. Y La sociedad de la nieve no pudo en película internacional con la británica La zona de interés (también premiada por su sonido) ni en maquillaje y peluquería con Pobres criaturas.
El triunfo de la película de Jonathan Glazer frente a la de J. A. Bayona dejó uno de los momentos políticamente más intensos de una noche donde, dentro y fuera del Dolby, se pinchaba la burbuja de glamur para recordar los horrores que, más allá del cine, sacuden el mundo.
Manifestantes que clamaban por un alto el fuego en Gaza retrasaron la llegada de estrellas a la alfombra roja y y la retransmisión empezó con varios minutos de retraso. Y aunque Jimmy Kimmel, el maestro de ceremonias, no se refirió a la causa en su monólogo inicial, aunque sí al retraso, esta se hizo visible en el Dolby.
Algunos de los artistas e invitados llevaban en sus solapas un pin de una campaña que urge a ese alto el fuego y otros incluso broches con la bandera palestina. Y al recoger su estatuilla por una película que retrata la banalidad del mal a las puertas de Auschwitz, Glazer dio el discurso más contundente.
«Todas nuestras elecciones las hicimos para reflejar y confrontarnos con el presente, no para decir `mirad lo que hicieron' sino `mirad lo que hacemos ahora», dijo el director. «Nuestra película muestra dónde lleva la deshumanización, da forma a nuestro pasado y nuestro presente. Ahora mismo estamos aquí como hombres que nos negamos a que nuestro judaísmo y el Holocausto sean secuestrados para una ocupación que ha llevado al conflicto para tanta gente inocente, sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o en el ataque en marcha en Gaza. Todas son víctimas de esta deshumanización. ¿Cómo nos resistimos?». La audiencia aplaudió en varias ocasiones.
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OTRA GUERRA Poco después otra de las guerras abiertas, en Ucrania, llevaba también hasta el Oscar a mejor documental a Mstyslav Chernov, el periodista de Associated Press que realizó 20 días en Mariúpol. Era el primer Oscar para su país, pero Chernov dio un apasionado discurso asegurando que lo cambiaría porque Rusia no hubiera invadido Ucrania. «No puedo cambiar la historia. No puedo cambiar el pasado. Pero todos juntos podemos asegurarnos de que la historia se registra correctamente y que triunfa la verdad», dijo entre aplausos. «El cine forma memorias y las memorias forman la historia».
Era un mensaje político que también llegaba al In memoriam a través de una frase de Alekséi Navalni, el disidente ruso que murió encarcelado por Vladímir Putin: «Lo único necesario para que triunfe el mal es que la gente buena no haga nada». Y lo dejaba igualmente en el aire Murphy, que en la pantalla da vida al padre de la bomba atómica. «Vivimos en un mundo de Oppenheimer», recordaba, antes de dedicar el premio «a los que trabajan por la paz en todos sitios».
Aunque Kimmel se había mantenido alejado de bromas de índole política, y eso en un año de elecciones en Estados Unidos, al final acabó con una. Y se lo puso en bandeja el expresidente y candidato republicano Donald Trump, que colgó en redes sociales un mensaje criticándole. Tras leerlo en público el cómico tiró de ironía: «¿No se le ha pasado ya la hora de ir a la cárcel?», dijo haciendo un juego con la hora de acostarse de los más pequeños pero, sobre todo, con las cuatro causas penales que enfrenta Donald Trump. Y las risas fueron sonoras y bastante visibles.
«¿No se le ha pasado la hora de ir a la cárcel?», dijo el presentador al referirse a Trump