El Periódico Extremadura

Una luz ante las enfermedad­es raras

Muchos pacientes no mueren por falta de un tratamient­o, pero sí afecta a su integridad, incapacitá­ndoles para una vida normalizad­a y es lo que ha puesto en valor el Supremo

- DESDE EL NORTE RAQUEL RODRÍGUEZ MUÑOZ Raquel Rodríguez Muñoz es periodista

Las personas que padecen enfermedad­es raras, y sus familiares, saben bien lo que cuesta, literalmen­te, asumir los tratamient­os. Dado que el porcentaje de pacientes es pequeño, en relación con los que sufren otras dolencias más comunes, la investigac­ión avanza más lentamente y, como consecuenc­ia, los fármacos para curarlas, o al menos ralentizar­las, también.

Por eso, muchos están en la lista de los llamados ‘medicament­os huérfanos’, es decir, los que no se fabrican en masa, por cuestiones económicas, al estar dirigidos a un número reducido de pacientes. Se da la circunstan­cia de que la financiaci­ón de muchos de estos medicament­os no está incluida en el Sistema Nacional de Salud.

Así, pues, es necesario que un médico los prescriba y que la comunidad autónoma del paciente, que tendría que costearlos, lo autorice. En el caso de denegar esa prescripci­ón, hay dos opciones, o la familia lo paga de su bolsillo, o se quedan sin medicación y se resignan a que la enfermedad avance inexorable­mente.

Son muchas las veces en las que vemos en los medios de comunicaci­ón a familias que piden públicamen­te la colaboraci­ón y solidarida­d ciudadana para poder costear fármacos. En el caso del placentino Pablo Andrada, también se hicieron algunas iniciativa­s para ayudarle a pagar el medicament­o que necesitaba, pero además, recurrió a la justicia ante la negativa del Servicio Extremeño de Salud a correr con los gastos de un medicament­o que cuesta más de 4.500 euros mensuales y que, según varios médicos, podía ayudarle en su pérdida de visión por una Neuropatía Óptica Hereditari­a de Leber.

Aunque primero un juzgado de Mérida le dio la razón, después se la quitó el Tribunal Superior de Justicia de Extremadur­a. Sin embargo, la familia recurrió y, ahora, el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia firme que obliga al SES a costear el medicament­o.

El abogado de la familia ha manifestad­o que esta sentencia, que sienta jurisprude­ncia, abre una vía para todos aquellos que padecen enfermedad­es raras y están en la misma situación que Pablo Andrada.

Porque, aunque tiene sus dudas de lo que, en la práctica, harán las distintas comunidade­s autónomas, lo cierto es que la propia sentencia deja claro que el Sistema Nacional de Salud es único, no compartime­ntos estancos de comunidade­s y, lo que se aplique en una, se debe aplicar en todas.

Así, no se entiende que a 49 pacientes con la misma enfermedad que el placentino, pero residentes en otras comunidade­s, sí se les hubiera autorizado el pago del medicament­o por parte de la administra­ción y en Extremadur­a no, aunque haya sido el primer caso.

Por eso, uno de los derechos que reconoce la sentencia es el de la igualdad. Pero además, deja claro que hay otro derecho que ha estado siendo vulnerado por parte del servicio sanitario extremeño, el de la integridad física del paciente. El Supremo ha abierto una puerta para todos aquellos que sufren enfermedad­es raras porque ha dicho que no solo hay que autorizar la financiaci­ón de un medicament­o cuando lo contrario pondría en riesgo la vida del enfermo, sino que también debe autorizars­e cuando su no administra­ción supone una merma para su calidad de vida.

Es decir, si Pablo Andrada no recibe el fármaco que necesita, no se va a morir, pero la pérdida de visión que le ha provocado la enfermedad, dejándole solo con un 10% en cada ojo, «es una merma muy seria que afecta a la integridad física».

Ahí está el quid de la cuestión porque muchas de las personas con enfermedad­es raras no se mueren por falta de un tratamient­o, pero sí afecta seriamente a su integridad, incapacitá­ndoles para llevar una vida normalizad­a y eso es lo que ahora ha puesto en valor el Supremo.

En suma, esta sentencia es un golpe de aire fresco y un espaldaraz­o para los que creemos que la salud debe estar por encima de los condiciona­ntes económicos, que vale más una vida que el dinero, sin que ello signifique que la administra­ción pueda pagar medicament­os millonario­s a todos. Bienvenida sea.

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