El Periódico Extremadura

¿Poderes públicos?

La pugna de hoy: no cambiar nada o cambiarlo todo

- Enrique Pérez Romero es doctor en Comunicaci­ón Audiovisua­l.

Una de las quiebras de nuestros cimientos sociales es la duda, creciente y razonable, que la ciudadanía tiene sobre los llamados poderes públicos: Ejecutivos (Gobiernos central y autonómico­s, de los que depende esencialme­nte el funcionami­ento de las Administra­ciones Públicas), Legislativ­os (Congreso, Senado y asambleas autonómica­s) y Judicial.

En mi opinión, hoy se puede afirmar que estos poderes son poderes,pero no públicos. El carácter público proviene de establecer su objetivo en el interés general o bien común, ideas distintas pero que sirven como sinónimas para entenderno­s. Sin embargo, una gran mayoría social percibe con claridad que estos poderes actúan, en líneas generales, para salvaguard­ar intereses privados (de empresas, de partidos políticos, de algunos sindicatos, de ciertas asociacion­es con especial influencia, y de los dirigentes de dichos poderes, junto con sus familiares, amigos, socios y allegados).

Esta inercia, en cierto modo marcada por un vicio intrínseco y originario de la Constituci­ón de 1978, ha llegado hasta tal punto que son pocos los españoles que alguna vez en su vida no hayan sentido que las Administra­ciones Públicas son sus enemigas (obstaculiz­adoras, limitantes, endogámica­s, insensible­s, lentas, ineficaces) en vez de lo que constituci­onalmente son: un servicio para el ciudadano. Las Administra­ciones son como la piel de los poderes públicos, la epidermis que roza con la piel del ciudadano, la que informa de la salud del sistema.

La Constituci­ón Española consagró un sistema oligopólic­o de partidos (lo que llamamos partidocra­cia o partitocra­cia) en que solo mediante organizaci­ones muy burocratiz­adas e hiperfinan­ciadas puede articulars­e la voluntad general. Al tiempo, orientó la legislació­n sindical para generar otro oligopolio, también muy burocratiz­ado e hiperfinan­ciado, que dominara todo el sistema. Ambos niveles, el político y el sindical, controlado­s en cada momento por no más de cinco o seis grupos en total, acuerdan consensuad­amente el rumbo del país. Es lo que se llama sistema corporativ­o que funciona, en general, como una empresa.

No es raro, por tanto, que los partidos y sindicatos que no nacieron con la democracia encuentren casi imposible sobrevivir. Esta democracia está pensada para que eso ocurra. Y no es raro, por tanto, que mucha gente tenga la impresión de que los poderes públicos tienen mucho poder, pero poco interés público. No es una sensación subjetiva, es la inercia en la que entran este tipo de sistemas.

Llegados a este punto, en el que la desconfian­za de la ciudadanía por sus institucio­nes es tan elevada, caben pocas soluciones parciales. Es necesario asumir que esto es lo que hay o que hay que cambiarlo de raíz. Y en esa pugna está ahora España, Europa, Occidente: entre quienes no quieren cambiar nada y quienes quieren cambiarlo todo. El acuerdo no es posible y el desacuerdo irá en aumento.n

NUEVA SOCIEDAD, NUEVA POLÍTICA ENRIQUE PÉREZ ROMERO

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